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miércoles, 11 de diciembre de 2024

LA LEYENDA DEL ANTIGUO PALACETE DE LA CRUZ ROJA

 

Archivo del fondo Matos del Centro de Estudios de Castilla La Mancha. Año 1973

 

En el Antiguo palacete de Cruz Roja, yo fui uno de los cientos de ciudadrealeños que realizarían su servicio militar en la Cruz Roja, mi promoción fue la V/O/85 formada en nuestra capital por otras tres personas más, Miguel Ángel, Javi y Santiago, que tras un periodo PRE-militar que consistía en formación y asistencia a los servicios semanales, se pasaba a la realización de la instrucción y jura de bandera, en mi caso los tres meses de campamento los realice en el de Santa Ana en Cáceres, para luego ser destinado a la Cruz Roja de Ciudad Real.

En aquellos años el Presidente provincial de la Cruz Roja en Ciudad Real era D. Juan Antonio Ochoa Pérez Pastor, el Jefe de la Brigada D. José Sobrino Sánchez-Guerrero que tenía la graduación de Inspector 1º y el Jefe de la Unidad Militar era D. Antonio Martín Nieto que tenía la graduación de Oficial 1º. Luego existían oficiales, suboficiales y tropa voluntaria que, junto a los miembros de la unidad militar, nos reuníamos los viernes en la sede de la Cruz Roja que desde 1973 y hasta su venta en 2006 se encontraba en la Ronda de Ciruela, anteriormente había tenido su sede en la calle Toledo y en la de la Paloma.

Desde 1973 existió una leyenda entre la unidad militar, es decir las personas que realizábamos voluntariamente el servicio militar en la Cruz Roja. Esta leyenda estaba unida a un esqueleto que se guardaba en la habitación del torreón del edificio, habitación donde se custodiaba la ropa premilitar y militar.

Los veteranos hacían correr comentarios entre los reclutas, que por las noches se oían ruidos extraños, golpes y algunas veces se encendían y apagaban luces, atribuido todo ello al espíritu de don Conrado, persona que había construido el palacete. Esto no era nada más que una novatada, ya que los nuevos soldados llegados de campamentos, en su primera noche en el edificio, y una vez que las puertas de la calle eran cerradas y no quedaban en el edificio nada más que los soldados de guardia, los veteranos hacían subir a los reclutas con la luz apagada a la habitación del torreón en solitario. Durante el trayecto se oían ruidos y golpes, producidos por los veteranos escondidos, que muchas veces los nuevos reclutas no podían resistir y desistían subir a la habitación, a cambio de otras novatadas más permisivas a los sobresaltos del corazón.

Esta leyenda de los ruidos de don Conrado, fue conocida por todos los que a lo largo de los años realizaron el desaparecido servicio militar en las antiguas brigadas de la Cruz Roja Española, y que con el paso de  los años ha permanecido en la memoria de todos los que pasamos por el viejo palacete de la Cruz Roja.

 



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