Esta
antigua edificación de la que nos habla Hervás se encontraba donde actualmente
se levanta los bloques de viviendas de la Plaza de Toros
Subiendo por la calle Pedrera Alta y en
su último tercio, frente al Molino de la Virgen, se halla el de igual
clase y destino de D. Heriberto Díaz
Ubeda, que ofrece al curioso líneas, contorno y trazado en su construcción
dignos de hacerse constar, ya porque en ellos se aparta de las edificaciones
vulgares de esta ciudad, ya por su tendencia monumental; puesto que, lo que hoy
vemos, debió ser parte del proyecto, cuya finalidad , por lo mismo, se oculta y
encubre.
En campo abierto y extenso al tiempo de
su construcción trazaron una cruz, aunque falta del extremo superior, que en
los edificios religiosos forma el ábside, porque la muralla del crucero y nave
central sigue una misma línea y sin interrupción. Está construido todo el
edificio de fuertes y robustos muros de mampostería común. Su cornisa corre
sencilla, desprovista de todo adorno alrededor del edificio.
Se entra por una puerta central, bajo
arco adintelado de ladrillo, en una nave de bóveda románica, a la que sostienen
dos arcos ligeramente apuntados, que han evitado y evitan su desmoronamiento y
ruina. Ni en el interior, ni en el exterior existen señales de ventanal alguno,
por el que recibe la luz, no obstante
tener unos once metros de larga por seis
o siete de ancha; porque los lunetos que aparecen figurados en la pared de la
derecha, no transcienden más allá del reboco. El frente fue desfigurado al
aplicar á aquel local para molino de aceite, pero sería en escuadra, formando
dos ángulos rectos.
En el tercio superior se abren dos arcos
de medio punto, que dan ingreso á dos habitaciones, revistiendo las dos la
forma de un cuadrilátero perfecto de unos siete metros de lado. Las dos tenían su
puerta al exterior bajo un arco adintelado de ladrillo, abiertas en un muro de
dos metros de espesor, sin ventana, ni lucerna alguna, y con sus bóvedas
hundidas. Hemos de presumir, que adoptarían la misma forma románica o de cañón.
No hemos reconocido su techumbre, pero
por su escasa altura nos parece ser acasamatada, como lo estuvo San Pedro y lo
está Calatrava la Nueva, cuyo orden de Arquitectura se quiso, y bien
toscamente, imitar. De todos modos, nosotros, por la sustitución del sillarejo
por el ladrillo, y por la distribución regular de sus murallas en machones y
tableros creemos sea este edificio del siglo XVII. Resulta un atrevimiento no
más de su constructor, quien al escoger el estilo románico bizantino, creyó
equivocadamente, que la solidez y firmes, de que hace tan majestuoso alarde que
parece desafiar la acción de los siglos, radicaba en la robustez y espesor de
sus muros, no alcanzando, que la buena construcción, su regularidad y firmeza
la debían por igual al enlace y encame de las piedras y a su cierre en forma de
cuña. Tal vez en vez de emplear en las bóvedas la piedra lisa, lo hizo de la
redonda é irregular, y de aquí su fracaso.
Pero debe considerarse como venturosa la
ignorancia de los Historiadores de Ciudad Real de este singular edificio. De
conocerlo ¿qué de hechos y combinaciones no hubiera forjado su rica fantasía?
Ahí están como muestra y ejemplar la de la calle de la Mata, la del Lirio, y
otras muchas.
Inocente
Hervás y Buendía. Diario “El Pueblo Manchego”, Año IV Número 936,
viernes 20 de febrero de 1914.
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