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jueves, 16 de junio de 2016

LA CATEDRAL (II)



Descrita la parte exterior, veamos el templo por dentro, pero antes diremos que su primitiva planta fue una nave terminada en un ábside correspondiente á un polígono de doce lados, teniendo á cada lado tres capillas que corresponden, las dos existentes, al ábside mismo, y las otras cuatro, que han desaparecido, á las bóvedas cuarta y quinta; ó sea las comprendidas entre el ábside y las puertas colaterales.

De estas capillas quedan aún restos en el lado de la torre, y las correspondientes al otro costado debieron desaparecer al hacerse las dos sacristías vieja y nueva, la de 1551 y la de 1632.

La iglesia, tal como hoy se ve, presenta en su interior un ábside poligonal cubierto por una gallardísima bóveda de nervios, que vienen á juntarse en rosetones de forma estalactítica y dorados, en cinco de sus lados tuyo grandísimas ventanas con cinco parteluces cada una, de las que sólo dos están practicables, habiendo perdido las primorosas labores de la ojiva. Tres están tapiadas y solamente una, por haberse caído el estuco que la cubriera, pueden adivinarse en la parte interior por encima del retablo y en el exterior por entre los desconchados, unas finísimas labores de ojivas rotativas que tienen bastante parecido con el ojo de buey del imafronte de la parroquial de San Pedro.

No es posible seguir describiendo este templo, por su interior, sin que vengamos á tratar de su historia.

El Sr. Cuadrado, en la obra titulada “Recuerdos y Bellezas de España”, tomando como dato seguro una inscripción en que luego nos ocuparemos, dice que la iglesia del Prado se empezó á construir por los pies y que lo más moderno es el ábside. El padre Fr. Joaquín de la Jara, en su “Historia de la imagen de Nuestra Señora del Prado”, truena y con razón contra tal aserto, probando lo contrario con datos del archivo de la parroquia. Es indudable que el Sr. Cuadrado sabía mucho más de estas cosas que el padre Jara; pero no es menos cierto que el primero de estos escritores ó no estuvo en Ciudad-Real y se valió para su obra de escritos anteriores, ó vio muy de prisa el templo en que nos ocupamos.

El padre Jara tiene razón, Aparte de la portada y claraboya del imafronte que pertenecen á construcciones anteriores, lo más antiguo que existe en la catedral es el ábside, pero no con una antigüedad de algunos años, sino con antigüedad de un siglo por lo menos. Hubiera bastado al señor Cuadrado ver el ábside por la tarde de afuera en donde no tiene revestimientos de cal, hubiera examinado las marcas de los canteros que señalan las piedras de todo el primer cuerpo y hubiera visto que esta parte del edificio es de principios del siglo XV. Hubiérase fijado más detenidamente de lo que hizo en las tracerías de las bóvedas, y sobre todo en la labor del intrados del arco que separa las bóvedas segunda y tercera, á contar desde los pies de la iglesia, y hubiera apreciado una diferencia de casi dos siglos entre una construcción y otra.


La iglesia del Prado, se construyó como tantas otras que en España se quisieron engrandecer, procurando que se hiciera la obra sin interrumpir el culto, y por lo tanto se empezó por el ábside, lo más lejano a la iglesia antigua de la Virgen; de manera que al derribar la primera ermita, se llevara la santa imagen a una buena parte de iglesia nueva y ni un solo momento se interrumpiera el culto.

De esta manera de construir hay ejemplos notabilísimos en España. La iglesia parroquial de Linares, en la provincia de Jaén, se trató de hacer nueva. Se trató también de cambiarle la orientación, y en frente del ábside antiguo se empezó a labrar otro nuevo y de mayor buque. Causas que no son de este momento investigar impidieron que la nueva iglesia se acabara; y hoy resulta, que unidas la antigua fábrica con la moderna, la parroquial presenta dos capillas mayores: una, la moderna, muy grande; la otra, la antigua, muy pequeña, pero por fortuna las dos de arquitectura hermosa y de buen gusto.

Otro modelo de este género de construcciones existe en Ronda en la iglesia mayor de Santa María. También allí se quiso variar la orientación en sentido inverso que en Linares y la nueva obra empezó por los pisé de la iglesia, haciendo la nueva construcción probablemente en el patio y lugar de abluciones de la mezquita. La obra no se terminó, y el retablo mayor tuvo que colocarse en la puerta principal de las tres que había de haber en el imafronte, las cuales están hoy tapiadas y convertidas en altares. En el lugar del mihrab de la mezquita hay hoy otro altar y tras de él unas labores árabes de inapreciable valor. La iglesia de Linares tiene dos capillas mayores y la iglesia mayor de Ronda no tiene ninguna, pero las dos representan dos medias iglesias unidas de desigual arquitectura y de muy diferente tamaño.

Los constructores de la de Ciudad Real fueron más felices que los de los pueblos citados. Tuvieron, en primer lugar, el buen juicio de no cambiar la orientación y la fortuna de que no les faltase dinero. Concluyeron su obra; pero mediante el trascurso de mucho tiempo, de todo el que media entre los principios del siglo XV en que hicieron el ábside, y los fines del XVI en que cerraron las bóvedas de los pies de la iglesia.

Hechas estas observaciones, continuamos la descripción del hermoso templo de Santa María del Prado.

Al hacerse el ábside, los constructores dejaron hechos los arranques de la bóveda que había de seguir construyendo delante de aquél.

Probablemente la falta de dinero obligo a los que prosiguieron la construcción del templo a voltear una bóveda con solo los nervios del cruce central, y para comprobación de este cambio en el trazado respetaron los arranques de la crucería proyectada por el primer arquitecto, que aún se contemplan a simple vista.


En qué tiempo se hiciera esta cuarta bóveda es muy difícil determinarlo, puesto que toda la parte que se ve está cubierta de cal y no hay caracteres especiales que indiquen el tercio de siglo en que se debió voltear.

Conste que siempre que damos una numeración a una bóveda ó arco ó capilla lo hacemos contando como primera la bóveda que está a la espalda de la portada del perdón y de la claraboya principal de la iglesia.

La bóveda tercera, que tiene una crucería más graciosa que la anterior, es de principios del siglo XVI y e uno de sus muros, en la parte más alta, se lee en caracteres monacales una leyenda que creemos hasta ahora inédita y que dice así:

Esta capilla se acabó
de cerrar lunes víspera
de la asunción de Ntra. Señ
ora Santa Mará de Agosto
de mill quinientos y ca
torce anos siendo mayor
domo Fernando de Vitor.

Las dos bóvedas primera y segunda tienen una crucería de decadencia completa; el arco que las une a las otras tiene un ancho intrados con ornamentación de la decadencia del renacimiento y son indudablemente de fines del siglo XVI, y hasta acaso se juzgaran de los primeros años del XVII por el que las examinara, si el padre Jara no hubiera determinado muy claramente la fecha precisa de su construcción.

En la parte superior del muro en que se abre la puerta colateral del lado en donde se levanta la torre, hay una inscripción que dice así:

Estas dos capillas
las cerró el gran arti
fice Antonio Fernandez
natural de Ecixa, acabo
las su discípulo Gerónimo
de Sales, siendo cura el
muy reverendo licenciado
Alonso Manzano Mayordo
mo el            de Gamez, año de 1500
Esta es la iglesia mayor
De esta Ciudad Real.

Todo está encerrado en una moldura y por debajo se lee:

Se renovó el año de 1845.
 

Esta inscripción es más digna de estudio de lo qué a primera vista parece. Desde luego puede apreciarse que al decir las cerró, indica que los muros estaban levantados de tiempo antes, quién sabe hasta que altura. Ya hemos dicho la fecha probable de la portada, que indudablemente no fue hecha ni por Sales ni por su maestro.

La fecha de 1500 tampoco es exacta, pues basta para desmentirla el examen arquitectónico de las bóvedas, y sobre todo del arco que las separa de la construcción antigua, y para determinar el año, borroso al hacerse la renovación de 1845 y que se reprodujo mal, nos valdremos de los datos aportados a la historia por el padre Jara, los cuales también tienen que aparecer sospechosos, toda vez que en alguna parte no convienen con los originales.

El P. Jara cree que debe leerse el año de 1580, y se funda para ello en que este año eran cura el licenciado Manzano que lo fue hasta 1596, y mayordomo un caballero Gamez, D. Francisco ó D. Pedro, que ambos lo fueron. El último de estos mayordomos fue D. Pedro hasta abril de 1581, sucediéndole el licenciado Gregorio de Lerma. Estos datos, que no hemos podido comprobar, trae el padre Jara; pero no nos podemos fiar mucho de su afirmación, porque aunque asegura que una hija del albañir Antonio Fernández, fue bautizada en Diciembre de 1579; vista la partida de bautismo, resulta que no lo fue hasta 4 de enero de 1580, y así como equivocó esta fecha, pudo muy bien equivocar las otras.

No puede admitirse tampoco la lectura que da el padre jara a la inscripción en esta forma: “mayordomo Pedro de Gamez”, porque en la inscripción se lee: “mayordomo el
           de Gamez”, y no cabe el Pedro. Habría que convenir en que decía “el caballero Pedro de Gamez” “ó el licenciado Pedro de Gamez” y con ninguna de estas lecturas podemos conformarnos, porque en el espacio en blanco ni aún abreviadas caben tales palabras. Lo más que podemos admitir, es que dijese “el caballero, ó el licenciado de Gamez”, omitiendo el nombre.

Respecto a la fecha tendremos que admitirla como buena, no sólo por los datos del P. Jara, sino por una consideración que dicho escritor omite, y es que el mayordomo Gregorio de Lerma y el cura Manzano contrataron con Antonio Fernández en 1581 la construcción del coro y no es posible suponer que se contratara esta obra, no estando determinado el espacio de iglesia en que se había de emplazar.

Convenimos, por todo lo expuesto, en que las bóvedas se cerraron en 1580 ó a principios del 81.

El padre Jara pone también en tela de juicio si el Fernández constructor de las bóvedas y el que contrató el coro son uno mismo, porque del texto de la inscripción parece colegirse que el grande artífice había muerto al terminar el cierre de las capillas. Es muy aventurado dar sobre esto opinión toda vez que Antonio Fernández habría muchos en Ciudad Real entonces y habrá hoy, pues no pueden ser más comunes el nombre y el apellido: pero nosotros opinamos que el autor de la sillería del coro de San Pedro, el del coro de mampostería del Prado y el arquitecto que cerró las bóvedas inferiores de la hoy catedral son una sola persona. De la inscripción puede deducirse, y es lo más lógico, que al redactarla había muerto el alarife de la obra, pero también se puede entender que estaba ausente, ocupado en obras de otra población ó simplemente que Fernández era el arquitecto director y Sales, su discípulo, el sobrestante encargado de la construcción. La falta de dos libros de los entierros de la parroquia de Santa María nos impide poner en claro la fecha de la muerte de este arquitecto, que resolvería la duda en tan difícil asunto.

D. Rafael Ramírez de Arellano, “Ciudad-Real Artística. Estudio de los Restos Artísticos que quedan en la Capital de la Mancha”. Ciudad Real 1893.


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