Belén
instalado en el Monasterio de las Madres Carmelitas de Ciudad Real. Fotografía
publicada en la revista “Vida Manchega” el 30 de diciembre de 1918
Las fiestas navideñas son sin duda las
más entrañablemente familiares y las que nos traen emotivos recuerdos de mucho
tiempo atrás. Yo algunas veces les cuento a mis nietos cómo era la Navidad por aquellos
años de mi niñez y con qué impaciencia esperábamos que llegase la Nochebuena y
sobre todo la fiesta de los Reyes Magos, solamente amargada por tener ya muy próximo
el fin de las vacaciones y la vuelta al Colegio.
Estoy remontándome a los años 20 cuando
los chicos del Ciudad Real de entonces jugábamos en las plazas y en las calles,
con pelotas grandes de goma, porque no había peligro de circulación e incluso si
pasaba alguno de los escasos vehículos de motor que había en la ciudad, se
detenía el juego momentáneamente para verlo, pues por esas fechas solían ser
muy pocos los que animaban el tránsito rodado, en su mayoría de carros y
tartanas o los coches tirados por un caballo, de algún médico -don Jesús Reja,
don Bernardo Mulleras- que realizaba, su diaria visita a los enfermos en horas
de la mañana.
Niños
de la Congregación de San Estanislao que celebraron un teatro el día de Reyes
en la residencia de los Jesuitas de nuestra ciudad. Fotografía publicada en la
revista “Vida Manchega” el 25 de enero de 1918
Días antes de las vacaciones, mediado diciembre,
en los colegios y escuelas se ambientaban ya las fiestas y se nos recomendaba a
los niños que fuéramos buenos y escribiéramos cuanto antes a los Reyes, que si se
enteraban de la mala conducta de algún peque, desobedeciendo a los padres o
pegando a los hermanos, podría ver convertido el anhelado regalo en un trozo de
carbón. Y claro es que procurábamos cumplir estos consejos a rajatabla, por lo
que nos iba en ello.
Yo recuerdo haber ido muchos años a la
misa del gallo, después de la cena familiar, acompañado de mi madre, mi hermana
y la sirvienta, a la iglesia de los Misioneros del Corazón de María, en la
calle del mismo nombre, en la que incluso; fui monaguillo, y que contaba con un
coro de cantoras de voces armoniosas, que daban más relieve a la celebración
litúrgica. Ni que decir que la iglesia se llenaba de gentes de las calles
próximas y hasta, de algunas más lejanas, que consideraban más cómodo y
familiar oír la misa allí, en vez de hacerlo en las parroquias de San Pedro y
Santiago, de las que el templo de los hoy llamados claretianos estaba
equidistante. Lástima que haya desaparecido para quedar el solar convertido en
un aparcamiento.
Juguetes
para repartir a los niños pobres en las navidades de 1919 por la Escuela Normal de Maestras de Ciudad Real. Fotografía publicada en la revista “Vida Manchega”
el 25 de diciembre de 1919
A los peques de entonces nos hacía gran ilusión
contemplar el belén que se instalaba, con más o menos acierto y amplitud, en
todas las iglesias de la capital, pero siempre solían destacar los del Asilo de
Ancianos, que estaba en la carretera de Miguelturra antigua, lo que hoy es
paseo de Carlos Eraña y Colegio de los Marianistas; de la propia iglesia del
Corazón de María, que siempre contaba con un hermano lego que tenia gusto artístico
para su confección; en San Pedro, en los tiempos en que era párroco don
Emiliano Morales, también se instalaba un belén que tenía las figuras de gran tamaño,
y en el Hospital y en el Hogar, igualmente las religiosas de la Caridad sabían
esmerarse para atraer visitantes.
Los escaparates de tiendas y bazares del
ramo aparecían llenas de juguetes, para animar a los niños a redactar cartas
inefables con sus peticiones, de regalos, que más modestamente podían
adquirirse en puestos ambulantes en la propia plaza de la Constitución, hoy
Plaza Mayor. Claro que los juguetes de entonces eran bastante menos
sofisticados que en la actualidad. Un gran regalo era un triciclo, un patín o
un balón de reglamento, que lógicamente no lo era tal, pero a nosotros nos lo
parecía. Las bicicletas eran casi inalcanzables, primero porque para niños no
se fabricaban o a Ciudad Real no llegaban y solían ser más un premio a un
aprobado con nota de un curso de estudioso que al papi de turno le hubiera
tocado la lotería y se sintiera rumboso gastándose treinta o cuarenta duros,
que era el precio de una bici de "carrera". Había muchos juguetes
cuyo precio no llegaba a una peseta y ya echando la casa por la ventana algún establecimiento
los ofrecía a "todo a 155", que eran céntimos de peseta.
Día
de Reyes en Ciudad Real en la segunda década del siglo XX. Fotografía publicada
en la revista “Vida Manchega” el 10 de enero de 1915
No faltaban en algunos centros escolares
-ese teatro de la Casa Popular de la calle de la Mata hoy desaparecido-
representaciones de teatro adecuadas á las fechas navideñas, que se adornaban
con cánticos del coro infantil, bajo la experta dirección de don Lucio o don
Florencio mis profesores marianistas de los años 20. Por último, la cabalgata
de los Reyes Magos, que se montaba con más ilusión que brillantez, en la que a
veces encarnaban a los monarcas de Oriente personajes conocidos de la ciudad,
sin que faltase algún periodista, que siempre hemos sido los de la profesión
proclives a ilusionar a los niños.
Ya de mayor no puedo olvidar esta fecha
de Reyes en el Hogar Provincial y en la Casa Cuna, cuando acompañaba a los
Magos a repartir a los peques de ambos establecimientos la alegría de recibir un
juguete, para lo que habían sido preparados con anterioridad por las buenas
religiosas, que disfrutaban aún más que los niños.
Mantengamos, pues, el sentido familiar
de estas fiestas navideñas, que tiempo habrá de volver a la realidad en el
resto del año. Tengamos ilusión, alegría y recuerdo para quienes necesitan de ayuda.
Para todos, los mejores deseos de paz.
Cecilio
López Pastor. Diario “Lanza”, Extra de Navidad, diciembre de 1985.
Reparto
de juguetes a los niños pobres de Ciudad Real y los Reyes Magos en el Hospicio
Provincial. Fotografías publicadas en la revista “Vida Manchega” el 10 de enero
de 1920
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