El
relicario de la Santa Espina en la capilla que recibía culto de la Parroquia de
Santiago
Una Cofradía que no figura ya en las
procesiones de nuestra Semana Santa y que desfiló hasta los años 30, es la
Cofradía o Hermandad de la Santa Espina. Sería muy interesante conocer su
origen. El P. Jurado da una ligera referencia. Del libro de actas de la citada
Hermandad, incompleto, y cedido por don Ramón González, he reunido,
precipitadamente, unas notas para este número especial de LANZA. Espero que
algún día se podrá completar toda la historia y en especial hay que procurar
localizar el origen y fundamento de tal devoción.
De la documentación citada se desprende,
que existió una primitiva Hermandad de la Santa Espina, pero en el siglo XVIII,
concretamente en el año 1724, un grupo de ciudarrealeños, entre los que figuraban
miembros de las familias Aguilera, Muñoz, Prado, Treviño, Ureña, González,
etc., se reunían en la Parroquia de Santiago y declaraban “que en obsequio de una de las 72 espinas que taladraron las Sienes de
la Sacrosanta Cabeza de Cristo, y de las cuales se componía la corona que sobre
Ella fijaron nuestras culpas, cual piadosamente creemos que es una de ellas la
que se venera en la Parroquia de Santiago de esta ciudad, y oponiéndonos a las asechanzas e insidias
con que nuestro común enemigo tiene muy tibia y resfriada la Devoción a una Reliquia
tan sagrada y tan digna, y extinguida casi toda la antigua Hermandad fundada en
su obsequio y para mayor culto, decimos, los que firmaremos al pie de estas
Constituciones. QUE RENOVAMOS EN EL MEJOR MODO QUE PODEMOS DICHA ANTIGUA
HERMANDAD”.
Se establecieron unas Constituciones con
nueve apartados. El número de Hermanos no podía por motivo alguno o pretexto
exceder de 25. Al quedar plazas vacantes, los cofrades aspirantes serian
elegidos por votación que había de celebrarse el día 8 de septiembre, o el
Miércoles de Ceniza. Se recomendaba elegir a los más allegados en parentesco al
hermano fallecido “siendo de buena vida y costumbres”.
El
libro de actas de la desaparecida Hermandad de la Santa Espina que aún se
conserva
Otro acuerdo fue el asunto de las
túnicas, que debían ser de bocací encarnado, y además entregar un hacha de cuatro
libras de cera. Para regir y gobernar la Cofradía se nombro al Letrado, D.
Bartolomé de Cárcamo y Treviño, y como compensación de su labor se le excusó de
la entrega de la cera.
Comprometiéndose que para el Miércoles
Santo del siguiente año, cada dos hermanos entregarían una túnica pequeña para
el “paso” de los Ángeles, excepto los señores don Álvaro Muñoz y don Tomás
Aguilera que ofrecieron cada uno, y a su costa, cuatro túnicas pequeñas y
cuatro antorchas. D. Manuel Rosales ofreció ocho túnicas y ocho antorchas.
Solicitaron y suplicaron al Arzobispo de
Toledo que se concediera a esta nueva Hermandad los privilegios concedidos a la
antigua, según la Bula Apostólica del Papa Clemente VIII, de 26 de abril de
1603. Ignoramos la autenticidad de dicha Bula, de la que conocemos una copia.
Es de suponer que muchos de los propósitos
que se reflejan en estas líneas, quedarían como propósitos, pues en 1862, de
nuevo se habla de una reforma de la Hermandad, y toman acuerdo relacionado con
las túnicas “que hasta la fecha no
tenían, siendo la única que sale en las procesiones de Semana Santa sin tenerla
cual deben”, pero “han de hacerse con
menos altura que las demás Hermandades”.
En 1863 nombraron hermano mayor a don
Cayetano Clemente Rubisco y con especial satisfacción, se hace constar “que consiguieron que el día de Jueves Santo
saliera la Santa Reliquia con los demás “pasos” de la parroquia y con la mayor
veneración”.
En otra ocasión esperamos comentar las
nuevas Constituciones que reflejan el cambio de mentalidad de la época, y la
impresión de la Bula del Papa Clemente VIII que llevó a cabo el hermano mayor
para distribuir entre los cofrades.
Hemos creído oportuno, dedicar este
recuerdo a una Cofradía de Ciudad Real, de la que hay referencias documentales
de los siglos XVII, XVIII y XIX, y que aún muchos ciudarrealeños la recuerdan
con la devoción y amor que heredaron de sus mayores.
Isabel
Pérez Varela. Diario “Lanza”, domingo 7 de abril de 1968.
Gallardete
de la extinguida Hermandad de la Santa Espina
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