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lunes, 21 de septiembre de 2020

LA TORRE DE SANTIAGO



El conspicuo escritor y crítico de todos o casi todos los monumentos de la Mancha, don Rafael Ramírez de Arellano, gran amigo que fue mío, aunque alguna vez hubo discrepancia en la apreciación arqueológica, ha sido el primero y el único escritor en sentar que la torre de Santiago, en un principio debió ser un torreón almenado a modo de fortaleza.

He creído siempre que era esta opinión un tanto aventurada, pues nos dijo en que fundamentos sólidos tenía su apoyo que sin género de duda fuera una fortaleza aparte de ella la dicha torre.

Quiero decir que las pechinas que existen en los cuatro ángulos interiores del actual campanario podían probar de que en tiempo antiguo, cuando se construía este monumento, por encima, y sobre ellas se levantaba otro piso y también su almenado.

No negamos en el terreno de la hipótesis tal suposición, aunque pudiera resultar temeraria al final de las averiguaciones que se practiquen algún día, bien sea en el archivo de la parroquia y mejor aún en su libro becerro, que creo estaba en la Vicaria del Palacio Episcopal.

Hay que hacer otras consideraciones de no poca fuerza que sean pruebas negativas del asesto del señor Ramírez de Arellano. ¿Se concibe que dentro de la población se levantara un torreón de defensa, cuando tenía su recinto todo amurallado con ciento cincuenta torres almenadas?

¿Qué papel podría representar la torre de Santiago en caso de que los enemigos, los calatravos como es consiguiente porque desde el triunfo de las Navas en 1212 ya no había moros que entraran en la ciudad?

¡Pocos defensores armados caben en el espacio donde están los ventanales que tuvieron las campanas antes de la guerra pasada! Seguramente no podían caber veinticinco y muy apretados.

Además no tiene la torre ni señales sobre puertas ni huecos de ventanales, de barbecarias, ni de adarves, ni en sus fuertes murallas sadrias, troneras, etc., como se ven en la iglesia de Nuestra Señora de Alarcos.

Esperemos que peritos en la arquitectura medieval o documentos fehacientes digan la última palabra sobre la hermosa y bien conservada torre de Santiago.

Al decir bien conservada no nos referimos al campanil, flecha o cúpula que por desgracia está para caerse cualquier día, aunque confiamos que el inteligente y dinámico párroco P. Castro, evitará su completa ruina.

Emilio Bernabeu, diario “Lanza”, martes 3 de febrero de 1953, página 2 

 

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