HISTORIA
DE 125 AÑOS DE UNA FAMILIA ENAMORADA DE LA MÚSICA
El 23 de agosto de 1892 se le concedía a Casimiro Valencia Reyes la expendeduría Nº 7 de Ciudad Real, lo que por todos es conocido como “un estanco”, el cual se situaba en la calle Corazón de María esquina a calle Calatrava. Hoy, 125 años después, este estanco se encuentra situado en la calle Calatrava Nº 36 y su propietaria es María Victoria García Ruiz, biznieta de Casimiro Valencia, la cual mantiene vivo el negocio junto con su marido, Juan Carlos Fernández-Infantes Sánchez-Bermejo.
El hecho de que esta empresa familiar haya sobrevivido tantos años ya es noticia en sí misma. Sin embargo, son otras historias las que le añaden interés las cuales vamos a intentar reflejar en este reportaje. La primera de ellas fue la vida familiar del primer propietario del estanco; la segunda la relación de esta familia con la música y de esta con Ciudad Real.
Casimiro Valencia fue un madrileño, teniente de la Guardia Civil, que, en el momento en el que se inicia nuestra historia, se encontraba destinado en Pozoblanco, Córdoba. Su principal misión consistía en recoger los impuestos de la zona para trasladarlos, bajo custodia, a Madrid. Hombre de “valores y principios muy firmes y muy amante de la familia”, según nos manifiesta su biznieta María Victoria, formó en Pozoblanco una familia que llegó a tener 12 hijos, que no fueron más por la muerte de su esposa. En los primeros momentos los hijos mayores tuvieron que encargarse de la casa, pues las obligaciones profesionales del padre no le permitían atender personalmente a los más pequeños, sin por ello abandonar sus propias tareas de estudios o trabajo. Pero como esta ayuda de los hijos no era solución, Casimiro, en uno de sus viajes a Madrid, pasó por Bolaños de Calatrava, en donde conoció a una bella joven, Juana Cuerva Palacios, la cual encontró en Casimiro al hombre de su vida.
En muy poco tiempo contrajeron
matrimonio y la nueva esposa se entregó, en cuerpo y alma, al cuidado de los
anteriores hijos de Casimiro, al igual que lo hizo con los suyos propios que
fueron naciendo posteriormente, cuatro en Pozoblanco y otros siete en Madrid,
localidad a la que el matrimonio había regresado. En total fueron 23 los hijos
que nuestro protagonista tuvo en sus dos matrimonios, aunque, como era común en
la época, no todos sobrevivieron.
Suponemos que fue el hecho de contar con esta familia numerosa, junto con el cargo que desempeñaba en la Guardia Civil, lo que motivó que le fuese concedida por el Estado la licencia para abrir el estanco en nuestra ciudad, coincidiendo con su traslado a la misma.
Y aquí llegamos al segundo aspecto extraordinario que se esconde en la historia de este estanco ciudarrealeño: su estrecha relación con el mundo musical.
Cinco de los hijos de esta numerosa familia, Pablo, Cecilia, Victoria, María y Leocadia, a la vez que atendían el estanco, enfocaron su vida hacia la música, aprendiendo tanto solfeo como guitarra española, mientras que Victoria se decantaba, además, por el piano y el arpa. Su formación y capacidad fue tan espectacular que comenzaron a ofrecer audiciones y conciertos a nivel nacional. Pero además uno de los sobrinos de estos músicos, hijo de una de sus hermanas del primer matrimonio de su padre, destacó de forma extraordinaria en el arte de la Música. Fue precisamente en el estanco donde recibió su primera formación de la mano de sus tíos, estudiando con ellos noche y día hasta completar su formación y siendo seise de la catedral de Ciudad Real. Estamos hablando del mejor barítono del mundo, Marcos Redondo Valencia, que hoy día da nombre al conservatorio de nuestra capital.
Marcos, junto con sus padres y dos
hermanos, había vivido en Pozoblanco hasta los cinco años y cuando su abuelo se
trasladó a Ciudad Real toda su familia le acompañó. Así, a los siete años,
entró en la catedral donde recibió clases de solfeo, estudio el método de
Hilarión Eslava, y destacó rápidamente por encima de sus compañeros. A
continuación, inició el aprendizaje de varios instrumentos decantándose
finalmente por el piano y desistiendo del violín por el alto precio de las
cuerdas cuando estas se rompían. En 1912 su voz empieza a cambiar, pasa a San
Pedro como organista-cantor “y su voz aterciopelada y cálida de barítono
empieza a escucharse bajo las bóvedas de este templo ciudarrealeño”.
Finalmente el 11 de abril de 1913 emprende viaje a Madrid (siempre aconsejado y apoyado por alguno de sus tíos músicos) rumbo al Real Conservatorio de Música donde es sometido a varias pruebas por parte de Tomás Bretón. A partir de este momento inicia su propia trayectoria mientras la vida en el estanco seguía la suya.
Pasan los años y la titularidad del estanco pasa de Casimiro a su hija Cecilia Valencia Cuerva. También llega la Guerra Civil, que afecta a toda la sociedad, y también a la familia Valencia, que “pese a estar en el ojo de muchas miradas” siempre apoyó a todos los que pudo en estos momentos tan difíciles de acuerdo con sus posibilidades.
A mediados del siglo XX fallece Cecilia
Valencia y el negocio pasa a su sobrina Victoria García Valencia, que, además
de ser soprano en su formación musical, es hija de su hermana Victoria. Nos
encontramos aproximadamente en el año 1960 cuando el estanco cambia de
ubicación pasando a la calle Altagracia esquina a calle Calatrava.
Diez años después Victoria da empleo a su hermano Casimiro García Valencia (tenor que estudió solfeo y canto en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid además de ser viajante de farmacia de las primeras marcas internacionales), a su esposa Paulina Ruiz Plaza, y a su hija María Victoria García Ruiz (la hoy propietaria), la cual, con sólo cinco años y subida en un cajón, atendía con gran soltura a toda clase de clientes.
En la década de los 80 la ubicación se traslada al lugar en el que se encuentra en la actualidad, en la calle Calatrava Nº 36, pasando la titularidad a Paulina Ruiz Plaza, ya viuda, quien junto con la ayuda inestimable de su hija María Victoria, saca adelante este negocio gracias a su enorme trabajo, sacrificio y tesón, puesto que en contra de lo que muchas personas puedan opinar sacar adelante el negocio de un estanco es una tarea muy difícil y menos rentable de lo que pueda parecer, ya que un estanco “no es una bicoca” y sólo subsiste gracias a la constancia, el tesón y a “poner buena cara al mal tiempo”, pues el consumo de tabaco aunque en otras épocas fue grande, en las última décadas ha ido cada vez a menos. El estanco, aunque puede parecer ocioso decirlo, es un sistema de recaudación para el Estado y un difícil negocio para el estanquero.
Finalmente, el 8 de mayo de 2012
fallecía Paulina pasando la titularidad a su hija Victoria que, de acuerdo con
las nuevas leyes, la tendrá durante 30 años, siendo la quinta generación de un
negocio familiar que sigue abierto y que “ha ayudado a muchos vecinos del
Perchel”, según nos comenta su marido Juan Carlos, el cual, cada día, comparte
con ella la atención al público.
Un público que, aunque sea por un corto espacio de tiempo, el que se tarda en comprar un paquete de tabaco, tiene la suerte de poder escuchar la excelente música que siempre llena, y distingue, este establecimiento.
(Este artículo está dedicado a la memoria de la Familia Valencia la cual mantendrá la concesión de este estanco durante los próximos 24 años, justo cuando finalice la licencia y se cumpla su 150 aniversario)
Fuente: https://ayeryhoyrevista.com/estanco-calle-calatrava-barrio-del-perchel/
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