En el interior del colegio de San José,
se conservan varios retablos cerámicos de la famosa fábrica sevillana de Manuel
Ramos Rejano. En concreto son un retablo de San José y dos retablos de la
Virgen María, de los años veinte del pasado siglo XX, que llegaron al colegio
de la mano del Obispo Prior de las Órdenes Militares de Ciudad Real, el Beato D.
Narciso Estenaga y Echevarría, considerado segundo fundador del Colegio. Estas
cerámicas son de la misma época que las que decoran el palacio episcopal,
encargadas también por D. Narciso.
La fábrica de cerámica de Ramos Rejano, radicada en el popular barrio sevillano de Triana y fue una de las más prestigiosas del siglo XX. Fundada por Manuel Ramos Rejano en 1895, desarrollaría su actividad hasta 1965, en diversas etapas: la primera, desde 1895 hasta 1922 en que fallece su fundador, continuada desde ese año bajo la razón social "Vda. e Hijos de Ramos Rejano" y posteriormente "Hijos de Ramos Rejano", aunque popularmente esta industria siempre se ha conocido y nombrado con los apellidos de su fundador, osea, "Ramos Rejano".
Manuel Ramos Rejano nació en Palma del Río (Córdoba) el 19 de Octubre de 1851, afincándose en Sevilla a la edad de 13 años y dedicándose de lleno en la actividad industrial de la cerámica hacia 1895. Su primera fábrica se abre en la zona de los Remedios, trasladándose en 1905 a unos locales en la calle San Jacinto, 101, lugar que ocupa hasta su cierre en 1965. En la calle Tetuán mantuvo el escritorio y venta al público hasta su cierre.
Empezó con un número de operarios
cercano a cuarenta, y se fueron incorporando pintores de cerámica como Manuel
Vigil‑Escalera y Díaz (tuvo allí su estudio desde 1915 hasta 1938), Enrique
Orce Mármol (de 1917 a 1.927), Manuel García Bermúdez, Pedro Navia Campos, Juan
Gómez Perea y Manuel Baena Gutiérrez, y poco más tarde Juan Oliver Míguez, su
primo Alfonso Chaves Tejada (maestro del taller hasta el cierre de la fábrica),
Pedro Lobo de la Vallina, Antonio Díaz Ropero, José Colchero Cano y el escultor
Francisco Cluny. En la última época, años sesenta, también colaboró el pintor
Antonio Carrera.
José Gestoso califica a Ramos Rejano de "reputado comerciante e inteligente industrial", y resalta el alto valor artístico y la calidad de la producción, caracterizada por la limpieza de los esmaltes, pulcritud y finura de las labores. Obtuvo una perfección inalcanzable en el proceso de dorado y reflejo metálico de las piezas, que los artistas de los siglos XV y XVI habían ejecutado con tanta maestría. Contó en este terreno con el buen hacer de Cándido Arincón, maestro del reflejo. Contribuyó pues a crear una base sólida para la cerámica moderna en el primer cuarto de siglo XX, que perduró. La firma obtuvo entre otros el Gran Premio de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929) e Internacional de Lieja (1930).
Manuel Ramos Rejano tuvo seis hijos, cuatro varones y dos hembras, y falleció el 26 de Octubre de 1922, en pleno apogeo y éxito profesional que no pudo disfrutar plenamente, pasando la razón social a denominarse Fábrica Viuda e Hijos de Ramos Rejano, e incorporándose su hijo Manuel Ramos Villegas a la dirección hasta el cierre, estudiando Ingeniería Industrial y Ciencias Químicas. A él, que había estudiado ambas carreras universitarias a instancias de su padre para que pudiese continuar y dirigir la empresa con acierto, le corresponde regir la fábrica en la época de la Exposición de 1929, la guerra y la postguerra. Posteriormente, a mediados de siglo, la crisis del sector y las diferencias entre sus sucesores obligaron a cerrarla definitivamente en 1965. Manuel Ramos Villegas falleció en 1970.
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