Es la calle de Toledo, sin duda la más
larga de Ciudad Real, pues su numeración alcanza hasta los ciento treinta y
tantos. Calle que en los años a que nos venimos refiriendo principalmente, de
las tres primeras decenas de siglo, no tenia gran historia comercial pero si
era de las más concurridas, por ser la arteria principal de una gran zona de la
capital, como entrada de la carretera de Toledo entonces el camino desde
Madrid, y lógico acceso al centro y más concretamente a la plaza de la
Constitución, hoy Plaza Mayor.
Al final de la calle, la histórica puerta de Toledo, a la que aún flanqueaban dos lienzos de muralla que se prolongaban bastantes metros a derecha e izquierda. Por la puerta de Toledo, una de las siete que tuvo Ciudad Real y su recinto amurallado, habían de entrar cuantos llegaban desde la Imperial Ciudad y de los pueblos del trayecto dentro de los límites provinciales: Fuente el Fresno, Malagón, Fernáncaballero y el anejo de Peralvillo, anejo que no lo es de Ciudad Real sino de Miguelturra. Incluso autocares y camiones pasaban por debajo del arco, suponiendo ya un peligro para su integridad, por el cada vez mayor volumen de los mismos. La puerta de Toledo ha visto pasar miles de veces los coches fúnebres tirados por caballos, llevando en su interior los restos mortales de tantos vecinos de Ciudad Real, para su descanso en tierra sagrada.
Antes de que se construyeran viviendas y naves industriales en los alrededores del citado monumento, había algunos terrenos dedicados a eras, en las que los labradores y hortelanos de las proximidades realizaban sus faenas de verano. Por allí estaban también las llamadas "charcas del Arrogante" y el "pozo de la nieve", donde se guardaban para el verano el hielo que se había recogido durante el invierno en las charcas, con agua proveniente de las lluvias, que por aquel entonces eran bastante más abundantes.
Antes de entrar en el detalle de la calle de Toledo, queremos referirnos al cambio de su nombre durante algunos años en que se llamó del General Espartero, en recuerdo y homenaje al Príncipe de Vergara y duque de la Victoria, el ilustre militar nacido en Granátula de Calatrava un 27 de febrero de 1793, don Joaquín Baldomero Espartero, sobre el que ha escrito un interesante epitome biográfico el historiador ciudarrealeño Manuel Espadas Burgos, catedrático y director del Instituto de Estudios Manchegos. Sucedía esto del cambio de nombre por los años veinte.
Luego, en los años de la Dictadura del
general Primo de Rivera, la hermosa vía recobró el tradicional nombre de
Toledo, mientras el personaje del siglo XIX quedaba aquí, en la capital de su
tierra, sin el más leve recuerdo.
La calle de Toledo, salvo su primer tramo, no disfrutó de pavimentación de adoquín hasta iniciado el segundo cuarto del siglo. Y era en ella donde se hallaba situado el único teatro existente en la capital, que tenía el nombre de Cervantes. Hacía esquina con la plazuela de don Luis, después plaza de José Antonio y hoy de la Constitución, precisamente donde se halla el edificio de Correos y Telégrafos en la actualidad, que data de 1930. En este Teatro Cervantes fue local donde tuvieron lúcidas actuaciones, junto a compañías profesionales, otras ce aficionados con los nombres de "La Concordia" y "Sociedad Amigos del Arte". Nunca han faltado grupos de buenos aficionados al teatro, que ofrecían a sus convecinos representaciones de obras de mayor o menor altura artística, pero siempre con el deseo de quedar bien ante los espectadores buen número de ellos familiares.
Precisamente en el "Boletín de Información Municipal", correspondiente a agosto de 1970. Don Carlos Calatayud Gil, a la sazón director del Instituto de Estudios Manchegos, glosaba las actividades de los aficionados en dicho local. Y dan nombres de personas muy conocidas por entonces pero ya desaparecidas, como Claudio Adán, Narciso Velasco, los hermanos Andrés y Cipriano Arteche, Pura Viú, que si mal no recuerdan nuestros informantes, era hija del por aquella calendas delegado de Hacienda de la provincia, a las que hemos de añadir uno muy popular, Juanito Enríquez de Salamanca, a quien sus compañeros de farándula le hacían rabiar no poco, pues era hombre nervioso, a quien gustaban las cosas muy bien hechas y cuidadoso de los detalles, Pepe Vázquez, el atildado y artista en todos los terrenos Tomás Rueda Tejeiro, que pasó los últimos años de su vida en la casa solariega de Villanueva de los Infantes rumiando sus recuerdos juveniles -aquellos Carnavales del Casino y del Olimpia en que se veía la mano del buen amigo Rueda-, Antonio López Salazar y Vicente Blasco, ambos funcionarios del Banco de España, y algunos más.
Como es natural no siempre había en el Cervantes representaciones teatrales, por lo que la empresa de tanda, alguna de ellas integrada por personas muy conocidas de la capital, los hermanos Arteche y el popular Valero Aguirre, ofrecían películas de cine mudo, incluso episodios, recordando las del conde Hugo y Lucile, con sus famosos títulos "La moneda rota" y "Lucile o la hija del circo".
Cecilio López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio. Ciudad Real 1986
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