Pasada la placita de la Merced nos
topamos con el edificio del Palacio Provincial, que alberga a la Diputación, y
que da empaque y buen tono a la calle. El palacio se levantó a últimos del
siglo pasado, frente a la entonces llamada plazuela de Don Luis, que era
prácticamente el jardín de la casa-palacio de la familia Muñoz. El solar sobre
el que se levantó el edificio de la Diputación perteneció a la antigua Vicaria
del Obispado Priorato de las cuatro Órdenes Militares, siendo su coste de
cuarenta mil pesetas, según escritura del año 1888. El arquitecto autor del
proyecto del Palacio Provincial fue don Sebastián Rebollar y Muñoz, que lo era
también de la Corporación Provincial.
La primera piedra del nuevo edificio,
esperado con gran ilusión por los ciudarrealeños, se colocó el día 6 de agosto
del año 1889 y el inmueble fue entregado a la Diputación el año 1893, aunque en
la puerta de servicio que da a la plaza de la Merced y que linda con la entrada
a la iglesia parroquial de Santa Maria del Prado, conocida más por la Merced
por haber utilizado dicho templo los religiosos mercedarios, se consigna que
fue el año 1892. La pintura y decoración del palacio fue realizada por el gran
artista de Ciudad Real, profesor de Dibujo posteriormente en el Instituto,
Angel Andrade Blázquez, que dejó buenas muestras de su talento artístico y
capacidad creadora en muchos detalles del edificio. Porque hoy, seguramente
parecerá a más de uno fuera de lugar buena parte de las dependencias, pero no
cabe duda que en aquellos tiempos y aún después, su exorno hizo época, si bien
posteriormente ha sido objeto de algunas modificaciones, al realizarse obras de
conservación, entre las que destaca el nuevo salón de sesiones con el magnífico
mural de López Villaseñor y las llevadas a cabo por la actual Corporación a lo
largo de 1984 y 1985.
Al no contarse hasta fecha reciente con
Museo Provincial en Ciudad Real, fue la Diputación la que en sus galerías o
almacenados en otras dependencias, conservó buen número de obras de pintura y
escultura del propio Andrade, de Carlos Vázquez, Palmero, Villaseñor, Guijarro,
García Donaire, Gloria Merino, Iniesta y la colección de personajes del
"Quijote" que el malogrado amigo Felipe García Coronado dejó como
muestra escultórica de su arte inolvidable.
Mucho más podría decirse de la Diputación, -estos datos han sido tomados del "Diccionario histórico" de don Inocente Hervás-, de los hombres que han pasado por ella y sus circunstancias en relación con el progreso de la provincia, pero por lo que tiene de social, queremos consignar aquí los nombres de dos de sus porteros mayores, el de Deogracias Díaz Piña, hombre que vestía el cargo con prestancia, correcto en grado sumo y servicial sin servilismo; el otro, su sucesor, Enrique García Visedo, gran manchego en su sentir, hombre popular y que supo igualmente estar en su puesto.
En el 32 estuvo la relojería de José Ayala Fernández, la droguería y perfumería "El Prado" y en la esquina un despacho de helados, los tres ya desaparecidos al construirse un moderno edificio con fachadas a las calles de Toledo y Jacinto; en la casa siguiente estuvo un taller de cestería y otros artículos de mimbre.
En el 36 vivió muchos años Emilio Roig
Escobar, que fue siempre muy aficionado a la pluma, que cultivó con acierto,
firmando sus colaboraciones con los seudónimos de "El barón de
Rosillo" y "Román de la Rosa", a partir de los años 20. En la
número 38 vivió muchos años la familia de don Francisco Cueva y posteriormente
estuvieron las oficinas del Instituto Geográfico Catastral y en la siguiente,
de la familia Maldonado, la Inspección Provincial de Primera Enseñanza y
después la Delegación de Educación. Demolidos estos inmuebles se han construido
modernos edificios, cuyos bajos están ocupados por variados establecimientos.
Dos tiendas de comestibles estuvieron en la casa número 44, la de Miguel Luengo
Trejo y la de Francisco Gómez, que pertenecieron antes a los señores Rivas y
Tomás Prado. En el principal vivió muchos años y en ella murió una figura local
muy popular, don Enrique Ventura Sauco, gran cazador y poseedor de perros de la
mejor casta.
En el número 48, hoy sustituido por un
moderno edificio con fachadas a Toledo y Estrella, tuvo su casa solariega el
general don Francisco Aguilera y Egea, con el que se reunían sus muchos amigos
durante sus estancias en nuestra ciudad, y posteriormente vivienda e industria
del señor Santigosa y Alvarez de Toledo. Sobre la puerta principal de la casa
primitiva había una lápida en la que constaba la fecha de construcción.
En el 50 moderno existió un pequeño rastro del popular barbero maestro Mota, en el 60 estuvo el maestro sastre Cabañas, siempre muy atildado, con gorra y su pañuelo blanco al cuello; en el 62 vivió durante su estancia en Ciudad Real, como director del "El Pueblo Manchego", don Benito Valencia, por los años 15 y 16; en el 70, la tienda de comestibles y despacho de aceites de Salinero; en el 74, la droguería y perfumeria de Félix Peinado Archidona, con artículos de regalo; en el 82 la bodega y despacho de Vinuesa y ya en la esquina a Luz el taller de reparaciones de motos de Antonio Muñoz.
En la acera de los nones, pasada la
Diputación, esquina la Rosa, estuvo la razón social "De Juan y
Ayala", especializada en maquinaria agricola, automóviles y motocicletas.
Hace muchos años y en el mismo local, existió una tienda de ultramarinos, que
hoy sería de alimentación, propiedad del maestro pintor Anastasio Santiago,
popular y afectivo para con su muchos amigos. En el principal vivió muchos años
el bueno de don José Carrascosa, que fuera catedrático de Matemáticas en el
Instituto de Ciudad Real. En el 21 estuvo cierto tiempo el taller de
recauchutados de José López.
En el número 23, estuvieron las oficinas
del Servicio Nacional del Trigo y posteriormente el Sanatorio de Nuestra Señora
del Prado, en el que desarrollaron sus actividades profesionales un gran cuadro
médico con consulta abierta en Ciudad Real. Hasta 1936 fue vivienda del banquero
don Ramiro Sánchez Izquierdo, que fue presidente de la Diputación desde el 2 de
enero de 1936, durante un breve espacio de tiempo, debido a un cambio en la
política nacional a raíz de las elecciones del 16 de febrero. En este inmueble,
antes de que fuera reformado por el señor Sánchez Izquierdo, víctima de la
convulsión que sufriera España en el citado año 36, estuvo bastante tiempo el
Distrito Minero, recordando entre sus ingenieros a los Señores Oria, Barón y el
conde de Argillo.
El gran artista Jerónimo López Salazar,
que fuera director de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos en los años 60,
tuvo su taller-estudio de escultura en el número 25; en el 29, un
establecimiento de venta de lanas y confecciones de punto y otro de máquinas de
escribir; en el 33, donde se halla hoy el bar Toledo, tuvo su domicilio y
taller de pintura el maestro Santiago, así como el taller de Teresita la
bordadora, donde aprendieron primores con la aguja muchas ciudarrealeñas que
hoy madres de familia y hasta abuelas; en el 35 estuvo el estanco de la madre y
hermanas de los señores Contreras, sacerdote e Industrial, ambos muertos el año
36; en el 41 la Peluquería para señoras de Lola, en el 45, los talleres de
Tintorería Madrid y un estanco y aún más arriba una zapatería de portal.
En el 61 tuvo muchos años su taller de
mármoles el que fue buen artista especializado en panteones y sepulturas,
Joaquín Cabildo, y posteriormente uno de sus hijos, en el mismo local, se
estableció con bicicletas de alquiler y reparaciones; en el 71 tuvo tienda de
comestibles el señor Cortés, junto a otras próximas de venta de pan y un
almacén de piensos. El 91 fue establecimiento de Usero, seguido por sus
familiares, con artículos de golosinas; en el 93, la taberna-bar "El
Cañon", con mucha clientela del vecino cuartel; al final, el antiguo
garaje "El Aguija", de Valeriano Sobrino, la fragua de Luengo y el
almacén de carbones de J. Fernández. En la acera de enfrente, a esa altura,
estuvieron varios servicios militares, incluidos el Gobierno Militar y la
Intendencia del Ejército.
Cecilio López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio. Ciudad Real 1986
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