Ciudad Real es una ciudad que va creciendo
y remozándose a marchas forzadas. Viejos edificios cerraron y en su lugar
surgieron otros nuevos y más altos. En algunos de esos viejos y entrañables
edificios había en sus bajos bares de los de toda la vida; unos bares que eran
como puntos de encuentro emblemáticos de cuantos visitaban la ciudad. No hace
tanto desapareció Las Lagunas, en plena Plaza Mayor y ahora, de golpe y a la
vez, como si se hubieran puesto de acuerdo cierran La Campana y El Ideal.
Afortunadamente los tres volverán, una vez concluyan las construcciones de los
nuevos edificios, pero claro, ya no serán los mismos.
Las Lagunas, frente al Ayuntamiento, en
plena Plaza Mayor, era uno de esos bares que desde siempre se recuerdan y a los
que en alguna ocasión se ha pasado a tomar una cañita o un chatito y en verano
era una gozada su terraza, en las tranquilas y calurosas tardes de La Mancha
ciudarrealeña, en los soportales, tan fresquito, tan en plan de siesta. Pero
todo aquello se acabó cuando se vendió el edificio para construir nuevas y rutilantes
viviendas y oficinas comerciales. Va para dos años y las obras a punto de concluir.
Pepe, el propietario, me contaba que su intención era seguir con el negocio,
pero claro, ya no estará ocupando toda la fachada, sino escondido en la galería
comercial, que al crecer habrá en todo el bajo. Será otra cosa, más actual, más
moderno, pero sin el antiguo sabor que tenía el que cayó bajo la piqueta. No se
salvó ni un mural en relieve que había en una de sus paredes al estar hecho de
la pared misma.
Morir para seguir viviendo
Bien es verdad que a rey muerto, rey puesto y apenas unos meses más tarde de que Las Lagunas dijeran adiós, abrió sus puertas El Ventero, con lo que el equilibrio «barero» de la Plaza Mayor se mantenía, para hacerle compañía a otros dos clásicos: Braulio y Don Quijote. El equilibrio no sé si se mantendrá en la céntrica y peatonal calle del General Aguilera. Allí abrió a principios de siglo El Ideal un tal Manolo, aunque desde los años cuarenta o así la propiedad fuera de Ramón Díaz-Carceja, un asturiano afincado en Madrid y que trabajaba en la cafetería El Sol. Un día le enviaron a Ciudad Real para que inaugurara El Mari Paz, pero por un casual pasó a ser dependiente del Ideal: un Ideal que antes de la guerra tenía hasta espectáculos y todo, al fondo en un tablaíllo.
Era como un café concierto pero en bar; un
bar que apenas ha conocido reformas en su longeva existencia y que en los
últimos tiempos tuvo que apoyarse hasta en un quiosco de chucherías para la
gente menuda, porque el negocio no iba como debiera, por eso habían quitado tiempo
atrás al restaurante.
Josefa Seras, es la titular y contó a
BISAGRA que el edificio, de dos plantas, encajonado entre las moles del Banco
Central y de la Caja Madrid, al igual que el bar se había quedado bastante
desfasado y por ello, al ser propiedad, decidieron tirarlo y levantar uno nuevo
con seis alturas y en el bajo mantener el bar ya totalmente actualizado.
También nos cuenta que por El Ideal ha pasado todo el mundo y que hubo épocas
de pescadores y otras de músicos, aunque siempre fue un local muy propio de la
clase media y con una clientela de lo más fiel, que se han mantenidos firmes en
la barra hasta el último día.
«Había que hacerlo, ya que Ciudad Real ha
cambiado mucho en los últimos tiempos y más que va a cambiar de aquí en adelante.
El gusto de la gente ha cambiado al cien por cien y no se conforma con
cualquier cosa. Hay que darles otras comodidades y servicios. Es una pena, pero
es así. Lo importante es que este cierre no es un adiós definitivo ésa es la
intención que tenemos. Es un morir para seguir viviendo.»
Por iguales derroteros van las cosas en lo que hace referencia al cierre del bar La Campana; un bar que fundara en 1947 Antonio Delgado Mena, quien ha seguido al pie del cañón hasta el último día. Cuando intentamos hablar con él, se disculpó muy amablemente, pues dijo, que no estaba de humor para hablar del tema y que cuanto menos se escribiera de ello tanto mejor. Sus razones tendrá y nosotros se las respetamos, aunque eso no nos impida comentar lo que sabemos de esa parte de la historia de Ciudad Real.
La Campana, como decíamos antes, se fundó en 1947 en la calle de Alarcos; calle que también durante un tiempo se llamó de José Maestro y que tras la guerra pasó a denominarse avenida de los Mártires, hasta que con la llegada de la democracia recuperó su histórico nombre de Alarcos. Pues bien, ahí en el número cuatro de la calle de Alarcos se levantó el bar La Campana, tras haber sido con anterioridad una pastelería conocida como La Campanita y de la que también fuera fundador y propietario el mismo Antonio Delgado Mena. En torno a La Campana estuvo primero la ferretería Alarcos y la relojería Tic-Tac y después el Banco Santander y los almacenes Los Reyes, actualmente también desaparecidos, construyendo un monumental edificio en su lugar, aunque una vez concluidas las obras los tales almacenes continúan existiendo.
Precisamente, el hecho de que estuvieran
al lado los almacenes Los Reyes favoreció que La Campana tuviera siempre una
considerable cantidad de público, ya que con cualquier motivos, los clientes,
los viajantes, … acudían allí para hacerse su bocadillo o tomarse su caña con
tapa. Siempre en La Campana se ha atendido maravillosamente al cliente y en
cuanto eras de los fijos no hacía falta ni que pidieras, sabían de antemano lo
que querías y lo tenías servido en el mostrador antes de llegar allí.
Un toque de clase
La gente de La Campana solía ser gente con clase y de tendencias más bien conservadoras: empresarios, abogados, funcionarios, etc. Allí se han cerrado muchos negocios, se han conocido gentes, y otras han roto amistades. Lo normal. Pero siempre existió una clase, del propietario y de los empleados, que impregnaba el local ya quienes en él entraban.
Los nuevos tiempos han hecho que, aunque
siguiera siendo uno de los bard que más y mejor trabajaban, hayan tenido que
cerrar sus puertas. Un nuevo edificio, que llegará hasta la esquina de la calle
Juan II, se alzará dentro de poco tiempo en los que hasta hace unas fechas
estaban en pleno rendimiento La Campana y sigue estando la farmacia de Rasiano
Salcedo. Esperemos que aquí, como en el caso del Ideal, sea sólo una muerte
para seguir viviendo, aunque ya no tenga la solera que tenía hasta el día de su
cierre, finalizando el año capicúa por excelencia 1991 o empezando el olímpico
y universalista 1992.
Revista Bisagra Número 214, Revista
Semanal del 2 al 8 de febrero de 1992
El Ideal y la Campana he ido a ellos y que bien se estaba eran bares muy familiares ,y que tapitas ,y el bar los Faroles ,que bocatas de calamares ,y que huevos fritos y chorizos yo los he comido ya hace ,,
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