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sábado, 7 de octubre de 2023

HACE MÁS DE CUARENTA AÑOS… (I)

 

 
Vista de la Plaza del Pilar con la terraza y puerta de entrada del “Bar España” en los años cuarenta del pasado siglo XX. Fotografía Colección Emilio Martín Aguirre


En Ciudad, Real se le llamaba "ir de chatos", Supongo que por lo mismo que, en otros lugares "de chiquitos"; porque el vino servía en unos vasitos cortos. y anchos, rechonchos, chatos, que apenas sé mediaban de un vino "de pasto" que nada tenía que ver con el de ahora... y la inevitable tapa, que continúa siendo la esencia de los vinos y las cervezas servidos en nuestras barras. Con la ayuda de la tapa y la brevedad del chato era posible aguantar visitas a distintos mostradores, en un intermitente periplo de paseos y paradas que algunos castizos, en una especie de trivialización del enérgico nacional-catolicismo del cabo entre los cuarenta y los cincuenta, llamaban el "Vía Crucis". En ese ritual peripatético deparada en parada, de estación en estación, era difícil emborracharse; aunque fácil alegrarse.


Interior del “Bar España” en 1948 con Francisco Cárdenas en primer plano. Fotografía del libro “Tabernas y bodegas desde 1900 a los años 50” de Sinesio Naranjo Gijón. Editorial Serendipia 2021

 


Claro que no todos los locales de la época eran los más idóneos para tal fin, por ejemplo El "Bar España". El "España" era otra cosa: un café, trasunto de los clásicos de otras ciudades, en el que se podía tomar algo más sofisticado, que el popular chato, como orgullosamente pregonaba en sus ventanales. Mesa y sofás invitaban a sentarse, a estar y no solo a pasar. Allí se planteaban y remataban grandes negocios entre su heterogénea clientela se podía encontrar de todo: importantes tratantes, como Emilio Rodríguez Arévalo, que cerraban un trato en la presencia o cercanía de la bravía mujer llamada Quintina; que ejercía su oficio carretero con la profesionalidad y energía de cualquier mozo de pelo en pecho, pionera de un movimiento feminista del que nunca precisó para no sentirse marginada por su condición de mujer; y más allá, sólo en su mesa, sumido en el ruido y espeso humo del tabaco no generados por él,  el catedrático de Física y Química del único Instituto de Ciudad Real, don Carlos López Bustos, leía o escribía ante la única consumición de un café. Todo cabía y encajaba en este clásico café-bar que sirvió también de escuela de camareros y empresarios del sector. Pero sus rectores, la familia Cárdénas, diversificaban su actividad. Atendían otras barras como la instalada en el patio del antiguo Colegio de la Asociación de Obreros y Empleados de los Ferrocarriles de España, en el que se celebraba la "Verbena de la Ferroviaria", alternativa  entre proletaria y mesocrática de la más elegante y elitista que instalaba sus reales en la glorieta de la Fuente Talaverana, también en el parque. Y fue también la misma familia quien instaló la "Fábrica de Hielo" en la calle de Alarcos, cuando los indústriales y los particulares felices propietarios de neveras demandaron este gélido material de confort. El montaje del entramado de serpentines, tubos y llaves de sus instalaciones precisaron de las habilidades en la soldadura de un conocido y veterano mecánico del automóvil, Dionisio Grande... poco antes de incorporarse a la "mili". Sin embargo, la "Fábrica de Hielo" ha sido algo más que una industria auxiliar de la hostelería. Durante muchos años, hasta la reciente desaparición de sus locales, fue una especie de club donde grupos de amigos, peñas y otros colectivos han tenido su lugar de reunión gastronómica, social, y hasta política. Tengo para mí que el rescate y narración de las reuniones celebradas en este lugar podían facilitar el conocimiento y comprensión, de algunos capítulos de la historia reciente de Ciudad Real.

 

D. L.  SANCHEZ MIRAS. DIARIO “LANZA”, EXTRA FERIA DE CIUDAD REAL AGOSTO 1993


Terraza “Bar España” en 1947 en la Plaza del Pilar. Fotografía del libro “Tabernas y bodegas desde 1900 a los años 50” de Sinesio Naranjo Gijón. Editorial Serendipia 2021


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