Qué fue él ...
M. S.
Es difícil pillar a Fernando de Hita en un descuido, lo
tiene todo atado y bien atado en su memoria, solo se le escapa algún que otro
nombre, que termina por recordar, «nunca se me dieron bien los nombres»,
reconoce. Su currículum es tan extenso que una entrevista como ésta quizá no le
haga justicia. Con él es fácil conocer cómo estaba la sanidad no hace tanto en
los pueblos de esta provincia, cuando las únicas herramientas del médico eran
«las ganas de trabajar y el fonendoscopio», y cómo se vivía en Ciudad Real la Semana Santa mucho
antes de que se empezara a pensar siquiera que llegaría el día en que sería
declarada de Interés Turístico Nacional (2006).
De Hita «y Zamorano por mi madre», fue «un niño de la guerra». Nació en 1938,
en su casa, «que era lo normal entonces», ayudado por un cura al que le debe el
nombre y En Madrid, «al ladito de la
Puerta de Alcalá». Era el menor de dos hermanos. Quiso el
destino que años más tarde, «veintitantos», ya como médico rural, «apenas
llevaba 15 días ejerciendo», le tocara a él estrenarse con un parto en uno de
los pueblos en los que estuvo. Aquel recuerdo, fresco en su memoria, parece
salido de una película de José Luis Cuerda. «Era de noche, estábamos sin luz
porque la tormenta había tirado unos postes, y me llamaron para un parto. En la
casa, la mujer estaba tumbada en una habitación al lado del comedor, donde
también estaba la cocina. Todo esto sin luz. Le dije que íbamos a mandarla a
Cuenca y me dijo el marido que no, que su madre había parido en esa cama y que
su mujer iba a parir en esa cama me pusiera yo como me pusiera, así que como en
las películas del oeste le dije que calentara agua y trajera unas sábanas
limpias». En aquel, su primer parto, Fernando también se ayudó de una
palmatoria con la que alumbraba a la mujer para ver por donde salía el
muchacho. No necesitó más.
EL EXTRAÑO CASO DEL “POTAJILLO”. Con más de 40 años de dedicación a la medicina
rural, primero en San Lorenzo de la
Parrilla , después en Fontanarejo, en Argamasilla y Malagón,
la del parto fue solo una de las muchas anécdotas médicas que recuerda De Hita.
«En los pueblos se aprende muchísimo». Él, sin ir más lejos, a ser médico rural
le debe haber conocido un caso de 'potajillo'. Lo cuenta a modo de curiosa
anécdota: «Un día entró en la consulta una mujer con su hijo y me dijo que
tenía 'potajillo'. Yo no sabía lo que era aquello pero tampoco quería
preguntarle qué era, ¿Qué clase de médico era yo si no sabía lo qué tenía su
hijo? Se me ocurrió auscultarlo, por empezar por algo, y entonces me di cuenta
que el pecho le sonaba como a la comida del puchero cuando esta hirviendo».
Aquello era un caso de bronquitis, aunque reconoce que la madre clavó, a su
modo, uno de los síntomas de la enfermedad.
Al margen de aquello, las enfermedades más raras que llegaban a sus consultas
fueron algunos casos de carbunco y de las fiebres de la leche, duda y sentencia
en apenas unos segundos, «fiebres tifoideas». Aclara que «el carbunco, una
enfermedad ya erradicada, era muy propia de los pueblos porque la transmitían
las ovejas».
Fernando es un hombre cercano, de risa fácil, y de buena conversación. Justo lo
que necesita un buen médico rural, además de una licenciatura y muchas ganas de
trabajar. Es ese particular encanto de los pueblos que no todo el mundo
entiende. «Lo primero que se aprende en las consultas rurales es que allí no
hay pacientes '13 barra' - en referencia al número de la seguridad social- allí
se atiende a fulanito de tal y fulanito de cual. Allí llegabas a la casa a
atender a un paciente y te sentabas un rato con la familia a hablar al calor de
la hoguera». También es cierto que aquellos eran otros tiempos, «entonces no se
iba al médico por cualquier cosa».
Otra cosa que se aprende en los pueblos, dice, es a trabajar
con lo que hay, que en su caso era «un fonendoscopio, una mesa desvencijada y
poco más». Igual que recuerda sus consultas, recuerda su primer sueldo, «unas
5.400 pesetas». «Ahora puede parecer poco, pero en aquella época, ¿quién
cobraba 5.400 pesetas?».
Gran parte de su carrera como médico rural la pasó De Hita en Malagón, pueblo
al que vuelve de vez en cuando, dice. La primera vez que llegó allí fue,
reconoce, como consecuencia de un error. «Yo no había previsto pedir Malagón,
yo quería pedir Miguelturra, que me pillaba cerca de Ciudad Real, pero me
equivoqué y apunté el código de Malagón». Ahora, ese error, no le parece tan
grave.
Hablando con él parece que lo de la medicina es algo vocacional, pero la
realidad no es precisamente esa. A modo de confesión, comenta De Hita que su
sueño era ser veterinario, sueño que le arrebató de golpe precisamente un
veterinario de Morata de Tajuña, el pueblo de sus padres. «Me dijo que era una
locura estudiar veterinaria ahora que con la llegada de los tractores iban a
desaparecer los animales». Era la década de los 60. Después de aquello, lo
intentó con Farmacia, una idea que también abandonó, sencillamente porque antes
el que estudiaba Farmacia era el que tenía una. «Una farmacia costaba un millón
de pesetas». Medicina se convirtió así en su tercera opción y la definitiva. «A
mí las letras no me gustaban para ejercerlas».
TODO POR LA SEMANA SANTA.
Fernando de Hita aprendió a amar la Semana Santa en Ciudad Real. «En Madrid no había
tanta tradición. De pequeño iba con mi madre a ver la procesión del Silencio
por la Gran Vía
y la del Nazareno, que pasaba por donde había estado la cárcel de Porlier,
donde estuvo mi padre durante la guerra».
La cosa cambiaría al llegar a la capital, cuando empezó a colaborar con la Cruz Roja. Allí conoció
a Luis Bernardo Galiana, que «era entonces Hermano Mayor de Nuestra Señora de la Esperanza ». «Hicimos muy
buena amistad y terminó haciéndome vicehermano mayor». Aquello fue a mediados
de la década de los 70, por el año 75 o 76.
Tal y como lo recuerda, una cosa llevaría a la otra y sin esperárselo fue
propuesto como presidente de la Junta
de Hermandades. Ejercería de 1992
a 1995. «Tomé el relevo de Vicente García Minguillán,
que era un gran presidente y extraordinario cofrade».
Durante su mandato, De Hita sumó algunos logros y más de un quebradero de
cabeza al que todavía le da alguna que otra vuelta. Era la época en la que las
hermandades empezaron a plantearse la posibilidad de llevar a sus imágenes
portadas por costaleros. Hasta ese momento, el Sepulcro era uno de los pocos
pasos que se portaba en la
Semana Santa de Ciudad Real.
De Hita no estaba muy a favor de este cambio y no todo el mundo aceptó sus
dudas. «Yo no estaba en contra de los costaleros, lo que les dije a todos es
que tuvieran muy en cuenta que la vida de los costaleros es muy limitada y que
había que estudiarlo todo bien antes de adaptar todos los tronos». «Tampoco era
partidario de que el recogimiento de la Semana Santa castellana se sustituyera por la
fiesta andaluza», aclara.
Un problema en los pulmones le ha obligado ahora a convertirse en público de
las procesiones, como ya lo fue en su infancia, pero sigue siendo hermano de
Nuestra Señora de la
Esperanza y estando al día de lo que ocurre en torno a la
celebración religiosa. «Leí el otro día en el periódico que el Ayuntamiento ha
propuesto recortar un poco los itinerarios, esa medida me parece muy bien»,
comenta De Hita, para quien procesiones de cinco horas y medias como había en
su tiempo, «son una barbaridad». La reflexión le permite recordar uno de sus
logros como presidente de la
Junta de Hermandades, por el que también recibió críticas.
«Conseguí poner en marcha el itinerario oficial de Viernes Santo, para el que
se estableció La Merced
como punto de partida. Se eliminaba el recorrido de las hermandades que venían
hasta la Catedral ».
No hace tanto de aquello, pero a veces, tal y como lo
cuenta, parece que entre ese pasado y este presente hay toda una eternidad. En
esa eternidad, aunque no se barajaba la idea de la Declaración de Interés
Turístico Nacional, si se barajaron otras como “la creación de un guardapasos y
la puesta en marcha de un museo”.
Esta ultima todavía hoy sigue siendo la asignatura pendiente
de la Junta de
Hermandades, aunque De Hita lo tiene claro “si Emilio sabía que ya habíamos
planteado ese proyecto también nosotros o simplemente lo pone en marcha”.
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