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viernes, 10 de febrero de 2012

¿QUÉ FUE DE FERNANDO DE HITA ZAMORANO?



La Tribuna de Ciudad Real, el pasado sábado día 4 de febrero, en su sección “¿Qué fue de…?”, trae a sus paginas una entrevista al que fuera Presidente de la Comisión Permanente de la Asociación de Cofradías de la Semana Santa de Ciudad Real, Fernando de Hita Zamorano, durante 1992 a 1995. A continuación la reproduzco para conocimiento de todos los cofrades que no la hayan leído.



Qué fue él ...


M. S.

Es difícil pillar a Fernando de Hita en un descuido, lo tiene todo atado y bien atado en su memoria, solo se le escapa algún que otro nombre, que termina por recordar, «nunca se me dieron bien los nombres», reconoce. Su currículum es tan extenso que una entrevista como ésta quizá no le haga justicia. Con él es fácil conocer cómo estaba la sanidad no hace tanto en los pueblos de esta provincia, cuando las únicas herramientas del médico eran «las ganas de trabajar y el fonendoscopio», y cómo se vivía en Ciudad Real la Semana Santa mucho antes de que se empezara a pensar siquiera que llegaría el día en que sería declarada de Interés Turístico Nacional (2006). 

De Hita «y Zamorano por mi madre», fue «un niño de la guerra». Nació en 1938, en su casa, «que era lo normal entonces», ayudado por un cura al que le debe el nombre y En Madrid, «al ladito de la Puerta de Alcalá». Era el menor de dos hermanos. Quiso el destino que años más tarde, «veintitantos», ya como médico rural, «apenas llevaba 15 días ejerciendo», le tocara a él estrenarse con un parto en uno de los pueblos en los que estuvo. Aquel recuerdo, fresco en su memoria, parece salido de una película de José Luis Cuerda. «Era de noche, estábamos sin luz porque la tormenta había tirado unos postes, y me llamaron para un parto. En la casa, la mujer estaba tumbada en una habitación al lado del comedor, donde también estaba la cocina. Todo esto sin luz. Le dije que íbamos a mandarla a Cuenca y me dijo el marido que no, que su madre había parido en esa cama y que su mujer iba a parir en esa cama me pusiera yo como me pusiera, así que como en las películas del oeste le dije que calentara agua y trajera unas sábanas limpias». En aquel, su primer parto, Fernando también se ayudó de una palmatoria con la que alumbraba a la mujer para ver por donde salía el muchacho. No necesitó más. 

EL EXTRAÑO CASO DEL “POTAJILLO”. Con más de 40 años de dedicación a la medicina rural, primero en San Lorenzo de la Parrilla, después en Fontanarejo, en Argamasilla y Malagón, la del parto fue solo una de las muchas anécdotas médicas que recuerda De Hita. «En los pueblos se aprende muchísimo». Él, sin ir más lejos, a ser médico rural le debe haber conocido un caso de 'potajillo'. Lo cuenta a modo de curiosa anécdota: «Un día entró en la consulta una mujer con su hijo y me dijo que tenía 'potajillo'. Yo no sabía lo que era aquello pero tampoco quería preguntarle qué era, ¿Qué clase de médico era yo si no sabía lo qué tenía su hijo? Se me ocurrió auscultarlo, por empezar por algo, y entonces me di cuenta que el pecho le sonaba como a la comida del puchero cuando esta hirviendo». Aquello era un caso de bronquitis, aunque reconoce que la madre clavó, a su modo, uno de los síntomas de la enfermedad. 

Al margen de aquello, las enfermedades más raras que llegaban a sus consultas fueron algunos casos de carbunco y de las fiebres de la leche, duda y sentencia en apenas unos segundos, «fiebres tifoideas». Aclara que «el carbunco, una enfermedad ya erradicada, era muy propia de los pueblos porque la transmitían las ovejas». 

Fernando es un hombre cercano, de risa fácil, y de buena conversación. Justo lo que necesita un buen médico rural, además de una licenciatura y muchas ganas de trabajar. Es ese particular encanto de los pueblos que no todo el mundo entiende. «Lo primero que se aprende en las consultas rurales es que allí no hay pacientes '13 barra' - en referencia al número de la seguridad social- allí se atiende a fulanito de tal y fulanito de cual. Allí llegabas a la casa a atender a un paciente y te sentabas un rato con la familia a hablar al calor de la hoguera». También es cierto que aquellos eran otros tiempos, «entonces no se iba al médico por cualquier cosa».


Otra cosa que se aprende en los pueblos, dice, es a trabajar con lo que hay, que en su caso era «un fonendoscopio, una mesa desvencijada y poco más». Igual que recuerda sus consultas, recuerda su primer sueldo, «unas 5.400 pesetas». «Ahora puede parecer poco, pero en aquella época, ¿quién cobraba 5.400 pesetas?».
Gran parte de su carrera como médico rural la pasó De Hita en Malagón, pueblo al que vuelve de vez en cuando, dice. La primera vez que llegó allí fue, reconoce, como consecuencia de un error. «Yo no había previsto pedir Malagón, yo quería pedir Miguelturra, que me pillaba cerca de Ciudad Real, pero me equivoqué y apunté el código de Malagón». Ahora, ese error, no le parece tan grave.


Hablando con él parece que lo de la medicina es algo vocacional, pero la realidad no es precisamente esa. A modo de confesión, comenta De Hita que su sueño era ser veterinario, sueño que le arrebató de golpe precisamente un veterinario de Morata de Tajuña, el pueblo de sus padres. «Me dijo que era una locura estudiar veterinaria ahora que con la llegada de los tractores iban a desaparecer los animales». Era la década de los 60. Después de aquello, lo intentó con Farmacia, una idea que también abandonó, sencillamente porque antes el que estudiaba Farmacia era el que tenía una. «Una farmacia costaba un millón de pesetas». Medicina se convirtió así en su tercera opción y la definitiva. «A mí las letras no me gustaban para ejercerlas». 

LA ETERNA FACULTAD. Además de médico, Fernando de Hita también estuvo en un puesto de responsabilidad sanitaria a nivel provincial, antes de que existieran las delegaciones «que llegarían con la Democracia». Fue durante años subjefe provincial. De aquellos años, asegura, data el primer proyecto de una Facultad de Medicina en Ciudad Real. «Cuando dejó de funcionar el Hospital Provincial del Carmen, porque se había hecho un hospital nuevo (el de Alarcos), se preparó un proyecto para la creación de una facultad de medicina en el 'Provincial'». La idea era que ese hospital fuera de referencia y el provincial se habilitara para las aulas. El proyecto está hoy, dice, «durmiendo el sueño de los justos». 

TODO POR LA SEMANA SANTA. Fernando de Hita aprendió a amar la Semana Santa en Ciudad Real. «En Madrid no había tanta tradición. De pequeño iba con mi madre a ver la procesión del Silencio por la Gran Vía y la del Nazareno, que pasaba por donde había estado la cárcel de Porlier, donde estuvo mi padre durante la guerra». 

La cosa cambiaría al llegar a la capital, cuando empezó a colaborar con la Cruz Roja. Allí conoció a Luis Bernardo Galiana, que «era entonces Hermano Mayor de Nuestra Señora de la Esperanza». «Hicimos muy buena amistad y terminó haciéndome vicehermano mayor». Aquello fue a mediados de la década de los 70, por el año 75 o 76. 

Tal y como lo recuerda, una cosa llevaría a la otra y sin esperárselo fue propuesto como presidente de la Junta de Hermandades. Ejercería de 1992 a 1995. «Tomé el relevo de Vicente García Minguillán, que era un gran presidente y extraordinario cofrade». 

Durante su mandato, De Hita sumó algunos logros y más de un quebradero de cabeza al que todavía le da alguna que otra vuelta. Era la época en la que las hermandades empezaron a plantearse la posibilidad de llevar a sus imágenes portadas por costaleros. Hasta ese momento, el Sepulcro era uno de los pocos pasos que se portaba en la Semana Santa de Ciudad Real. 

De Hita no estaba muy a favor de este cambio y no todo el mundo aceptó sus dudas. «Yo no estaba en contra de los costaleros, lo que les dije a todos es que tuvieran muy en cuenta que la vida de los costaleros es muy limitada y que había que estudiarlo todo bien antes de adaptar todos los tronos». «Tampoco era partidario de que el recogimiento de la Semana Santa castellana se sustituyera por la fiesta andaluza», aclara. 

Un problema en los pulmones le ha obligado ahora a convertirse en público de las procesiones, como ya lo fue en su infancia, pero sigue siendo hermano de Nuestra Señora de la Esperanza y estando al día de lo que ocurre en torno a la celebración religiosa. «Leí el otro día en el periódico que el Ayuntamiento ha propuesto recortar un poco los itinerarios, esa medida me parece muy bien», comenta De Hita, para quien procesiones de cinco horas y medias como había en su tiempo, «son una barbaridad». La reflexión le permite recordar uno de sus logros como presidente de la Junta de Hermandades, por el que también recibió críticas. «Conseguí poner en marcha el itinerario oficial de Viernes Santo, para el que se estableció La Merced como punto de partida. Se eliminaba el recorrido de las hermandades que venían hasta la Catedral».

No hace tanto de aquello, pero a veces, tal y como lo cuenta, parece que entre ese pasado y este presente hay toda una eternidad. En esa eternidad, aunque no se barajaba la idea de la Declaración de Interés Turístico Nacional, si se barajaron otras como “la creación de un guardapasos y la puesta en marcha de un museo”.

Esta ultima todavía hoy sigue siendo la asignatura pendiente de la Junta de Hermandades, aunque De Hita lo tiene claro “si Emilio sabía que ya habíamos planteado ese proyecto también nosotros o simplemente lo pone en marcha”.


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