Actividad comercial
especializada
Existían, entonces, en la
capital dos bazares y tres comercios de muebles, tres droguerías y, al menos,
una perfumería, cinco relojerías y 15 peluquerías. Eran numerosas las tiendas
de comestibles: ultramarinos, carnicerías, pescaderías, fruterías y vaquerías
para la venta de leche.
En la Ciudad Real de hace
un siglo, había tres establecimientos dedicados a la comercialización de
abonos. La venta de grano la monopolizaba el despacho de la familia Ayala en el
n.º 25 de la calle Postas. Había seis estancos y una tercena, que era una concesión
estatal para almacenar tabaco y otros efectos para vender al por mayor. Se
contaban siete establecimientos dedicados a la venta de tejidos, además una
sombrerería y una corsetería. La mayoría de estos comercios también en el
entorno de la plaza
Industrias, oficios y
talleres
Más allá de vino, el
aceite y el chocolate, en el aspecto industrial, la capital contaba con una
Fábrica de Gas, que estaba en el callejón del Tinte, en la zona que hoy ocupa
el Bar Trini, y una Fábrica de Luz en la calle General Monescillo esquina a calle
Lanza. Había dos fábricas de jabón, una fábrica de lejía, tres de cerámica y
mosaicos y cinco dedicadas a la marmolería. También había seis fraguas, tres
hojalaterías, un taller de bicicletas y otro mecánico -que además era
electricista y arreglaba máquinas de escribir-, un herrero, tres pintores y un
carretero. Hace un siglo, en Ciudad Real había un aserradero, ubicado en el
entorno de la Ronda del Carmen a la altura de la calle del Carmen, 14
carpinterías y dos fábricas de sillas.
La actividad económica se
diversificaba con tres modistas y muchos más sastres (uno de los más
reconocidos era un sargento de artillería que tenía su atelier en el n.º 8 de
la hoy calle María Cristina), una tintorería, un almacén de pieles cerca de la
Puerta de Alarcos, una fábrica de calzado y numerosas zapaterías, una
guarnicionería y varios zapateros. La capital contaba con varias imprentas,
entre ellas una dependiente de la Diputación Provincial que se encontraba en la
plazuela de San Francisco, donde se imprimía el Boletín Oficial de la
Provincia.
En el Ciudad Real de
aquella época el Matadero Municipal se encontraba entre el final de las calles
Lentejuela y Morería. Había una fábrica de hielo y cuatro de gaseosas que
también producían sifón. La más grande se encontraba en la Plaza de Cervantes y
elaboraba diversas marcas de gaseosas como Gallito, Belmonte o Koki, la más
vendida. La Gran Horchatería Valenciana estaba en el n.º 9 de la calle General
Aguilera.
Hospedaje y restauración
La capital de hace un
siglo contaba con 16 casas de huéspedes, cuatro posadas, la Posada del Sol, la
Posada del Pito, la Posada de la Cruz y la Posada del Pozo Dulce, y una fonda.
Se contaban cuatro hoteles, el Hotel Pizarroso y el Pizarroso Pérez, uno en
frente del otro en la actual calle Paloma, donde unos pocos metros más allá se
encontraba también el Hotel Miracielos
Pero en hostelería, el
más destacado era el Grand Hotel, que en 1925 “era, sin duda, el hotel más
importante de la ciudad”. Su propietario, Enrique Morales, compró al
ayuntamiento -por algo más de 15.760 pesetas- los terrenos donde lo edificó en
la calle Carlos Vázquez. El establecimiento fue inaugurado el 1 de febrero de
1912. Era un edificio de dos plantas con 40 habitaciones, todas con luz
eléctrica y calefacción. Las dos plantas originales se conservan en la
actualidad en el edifico que hoy alberga la tienda de Zara y el Hotel Alfonso X
Sofí y Arche documentaron
cuatro casas de comida y restaurantes. Dos de las más conocidas ‘Regio’ y ‘El
Moderno’, antes conocido como ‘La Verdad’, se encontraban en las inmediaciones
de la antigua Estación de Ferrocarril. Se contaban siete tabernas y otros
tantos bares. El ‘Bar Ideal’, en el inicio de la calle General Aguilera,
presumía de ser el más antiguo de la capital. Su propietario era Antonio
Rodríguez y era un local estrecho y profundo, con una pianola para escuchar
música en la planta baja y con una planta superior para “echar la partida”. El
‘Bar Ideal’ ponía terraza en la Plaza Cervantes (hoy Plaza del Pilar) y su
propietario consiguió del Ayuntamiento la concesión del quiosco, el único al
que llegaba la prensa del día. En esta zona había también un dispensador de
combustible para los pocos vehículos que entonces circulaban por la capital.
Ocio y entretenimiento
En 1925, el principal
entretenimiento de los ciudadrealeños consistía en pasera por la zona de la
calle Alarcos y Parque Gasset. Lo de salir a ver y ser visto era lo que más se
llevaba en esa época. Otros lugares donde poner en práctica esta actividad eran
los teatros. Ciudad Real contaba con el Teatro Cervantes, levantado sobre el
antiguo Teatro-Circo del n.º 3 de la calle Alarcos. Se reinauguró como tal el
13 de agosto de 1922 con la actuación de la compañía de opereta
Barreto-Ballester y estuvo en pie hasta su derrumbe en 1973. La competencia al
Cervantes, aunque sin llegar a su prestigio y acogida, la hizo desde 1923 el
Teatro Olimpia, que ofrecía espectáculos de variedades y mucho cine. La capital
disponía, además, para el ocio de sus habitantes de la Plaza de Toros, que se
conserva en gran medida como entonces, y un campo de fútbol, que se ubicaba
donde hoy se encuentra el Colegio Carlos Eraña y la calle Balbuena. Se tarta de
un enorme campo en el que disputaban sus partidos equipos como Once Negritos o
Atlético de Ciudad Real.
Conmemoración del
centenario
De todos estos detalles
da cuenta el plano-censo de 1925. El documento ofrece una valiosísima
información para poder visualizar los cambios que ha experimentado la capital a
lo largo de los últimos cien años. Porque, la Ciudad Real de hace un siglo ya
no existe. La afirmación la avalan los historiadores, arquitectos y estudiosos
que han colaborado en el rescate del plano elaborado por Sofí y Arche, así como
en la redacción del libro que recoge las muchas curiosidades extraídas de este
documento “único en su especie”.
La publicación del doble
volumen ‘El plano-censo de Sofí Heredia y Ruiz Arche: Ciudad Real hace cien
años”, de Juan Carlos Buitrago con edición de José Luis Sobrino de la Editorial
Serendipia, prólogo del historiador Isidro Sánchez e introducción del arquitecto
y estudioso de la capital, Diego Peris, ha sido uno de los eventos culturales
de este otoño en la capital.
La publicación se ha
acompañado de una exposición y un ciclo de conferencias, que han formado parte
de los actos de conmemoración del centenario de la creación e impresión del
plano, auspiciados por el Ayuntamiento de Ciudad Real y llevados a cabo a lo largo
del mes de octubre en el Antiguo Casino de los Jardines del Prado.

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