Letra
capital, códice medieval
Un fenómeno suficientemente conocido en
todo el Occidente europeo -aunque sobre el mismo inciden diferentes factores y
se lleva a cabo con diversos ritmos- fue el desarrollo de una corriente
proclive a la fundación de hospitales, que llegaron a ser considerados como
entidades asistenciales paradigmáticas, buena parte de los cuales iniciaron su
andadura en ciudades con una densidad de población más elevada y a partir de
las cuales se extenderían con posterioridad a la mayor parte de los núcleos
urbanos y otros centros rurales (1). Su número y
ampliación de funciones en los existentes -atendiendo generalmente al
cumplimiento de las obras de misericordia- se vio influido en algunos
territorios por factores de movilidad, como es el caso de peregrinaciones o
incrementos del tráfico mercantil, mientras que en otros lo fue más por la
reiteración de impactantes coyunturas negativas o desfavorables para la
colectividad en la que fueron instalados, como eran los casos de epidemias y
crisis de subsistencias frecuentes a lo largo de los últimos siglos del
Medievo.
Visto, no obstante, desde la óptica
actual, el término hospital ofrece una visión algo más distorsionante y
restrictiva, que no llega a cubrir completamente lo mismo que significó para
los siglos medievales, pues a sus funciones sanitarias añadían varias otras de
carácter asistencial más amplio (2). Fue durante
los siglos XIV y XV, centurias de reiteradas crisis de todo tipo, cuando
prestaron un gran servicio en lo que se refiere a la acogida y mantenimiento de
los pobres, último peldaño en la escala social, soportando una situación de
gran debilidad, dependencia y marginación. Aunque es un hecho que esto estuvo
presente en las sociedades del Occidente medieval, no es menos cierto que la expansión
de los siglos XI al XIII, primero, y las crisis del XIV y XV, con
posterioridad, coincidieron en propiciar una mayor extensión y nuevos aspectos
de la pobreza, al igual que provocaron cambios profundos en importantes
sectores de la sociedad ante tales retos y problemas (3). A finales del Medievo esta pobreza se
entiende, a menudo, como una amenaza para las estructuras establecidas, ya que
las protestas, el desorden, la enfermedad y la muerte -en la medida que
mantienen ciertas connotaciones de ese tipo», pueden y suelen acompañar al
pobre convirtiéndole así para muchos en una fuente de todo tipo de males (4). Pero hay que tener presente que se
podía caer en la pobreza con gran facilidad, a causa de situaciones tales como
la enfermedad, la vejez, la viudedad, etc.; no tanto por sí mismas cuanto
porque conllevaban, fundamentalmente, la incapacidad para el trabajo y, en
consecuencia, la falta de recursos (5).
Todo ello provocó el deseo de un control
de la situación por parte del poder político. No obstante, donde mejor queda
reflejado este deseo, necesario para mantener el orden, fue en los hospitales,
que comenzarían a florecer por iniciativa de personas ricas, por gremios
poderosos o por cofradías y hermandades, convirtiéndose de este modo en un
centro de control social de la pobreza, multiplicando su número para conseguir
el aislamiento del pobre (6). En esa misma
línea, se puede decir que el hospital ayudaba a los pobres a soportar su
indigencia y a cubrir parte de sus necesidades más elementales. Cierto que de
esta manera no se solucionó el hecho de la marginación de los pobres en la
sociedad, pero ésta sí respondió paliando un problema que era fruto de ella
misma.
Ilustración
del Códice Manesse (s.XIII) mostrando un hospital de los Antonianos, con el
emblema "Tau". Los Antonianos fueron los primeros en establecer un
hospital en Ciudad Real
El presente trabajo trata de inscribir
sus resultados en ese panorama general, aunque se circunscriba a un núcleo
concreto. Sin la existencia de estos trabajos de carácter local difícilmente se
podrá llegar a conocer y evaluar el alcance del fenómeno de la pobreza y los
comportamientos adoptados sobre la misma, máxime en una zona como la que aquí
se aborda, tan necesitada de mayores profundizaciones. Por otro lado, dicho
análisis también puede proporcionarnos información, aunque de manera indirecta
y un tanto sangrante, de quiebras y ritmos del ámbito de la economía de la
región.
1.
Panorama de las estructuras sanitarias de Ciudad Real
Antes de adentrarse en el análisis del
caso concreto objeto de estudio, el hospital de la Hermandad Vieja, sin duda
conviene trazar un panorama, aunque resulte vago y genérico en muchos de sus puntos,
sobre lo conocido acerca de las estructuras sanitarias de Ciudad Real en el
periodo medieval.
Resulta una obviedad señalar que las
epidemias de peste y otras calamidades de ese cariz, entre otros factores,
hicieron necesarias en las ciudades unas infraestructuras sanitarias acordes con
la vida urbana de cada núcleo, aunque fuesen mínimas, máxime tras el fuerte
impacto recibido a raíz de las mortandades de mediados del siglo XIV. Aunque la
misma no parece que afectó seriamente a Ciudad Real desde el punto de vista
demográfico -aunque sí lo hiciese en otros aspectos-, cabe sospechar, cuando
menos, una toma de conciencia generalizada en el núcleo, y sobre todo por parte
de sus autoridades, para encarar con un mayor rigor y seriedad el problema que
se le podía plantear y venir encima en cualquier momento. Sin embargo, la
documentación silencia impactos negativos de estos factores epidémicos hasta
finales del siglo siguiente. Se tiene constancia de que la ciudad pasó varias calamidades
de este tipo entre 1488 y 1491. A finales del año primeramente citado le
sobrevino una epidemia de peste, no suficientemente precisada en los textos,
que afectó profundamente a la ciudad.
Y no sólo en cuanto a la mortandad, cuya
cuantificación no se nos ha transmitido, salvo cualitativamente, sino por el
hecho de que sus gentes abandonaron la misma en importantes contingentes y casi
se paralizó la actividad económica del núcleo (7). Era el primer
golpe, ante el que las autoridades tomaron ciertas medidas, pero cuyos
coletazos se repetirían en 1490 y 1491, aunque con una intensidad algo
aminorada respecto al brote inicial (8). Nuevos brotes
surgirán en los años iniciales de la centuria siguiente, como queda comprobado
más adelante por las noticias que proporcionan los gastos del hospital de la
Hermandad Vieja y por otras noticias de otras fuentes (9).
Los acontecimientos posiblemente
revelaron algunas carencias de la infraestructura sanitaria organizada hasta
esos momentos, cubierta quizás en su mayor parte, y que fundamentalmente descansaba
en las actividades de profesionales dedicados a dichas tareas sanitarias y en
la existencia de equipamiento hospitalario capaz de hacer frente a tales retos,
aunque fuesen coyunturales. En este sentido, la ciudad contaba desde tiempo
atrás con personas e instituciones encargadas de la salud pública y privada,
aunque a fines del medievo parece que resultaban insuficientes (10).
La primera mención que se conoce de la presencia
de un profesional de la medicina en la ciudad, es de 1413, lo que no quiere
decir en modo alguno que con anterioridad no existiesen estos profesionales
allí. En dicho año un tal maestre Juan, "cirujano", firma un
documento como testigo (11), aunque parece que siguió ejerciendo su
profesión, cuando menos, hasta mediados de 1431 (12). Su especialización queda reflejada en su
título, corriendo su salario a cargo de los caballeros de sierra de dicha
En la Ciudad
Real medieval, funcionaron un gran número de hospitales. Detalle de la puerta
del perdón de la Catedral del siglo XIII
ciudad y, posteriormente, del concejo de la misma.
Probablemente se trate del mismo maestre Juan, en esta ocasión
"físico", que aparece en el testamento de doña Mencía Alonso de Villaquirán, vecina de la ciudad,
encargado por la testadora de cobrar para sí cierta cantidad de cereal que le
era debida por un arrendatario (13).
No parece que fuese el único que se
dedicaba a esas tareas sanitarias. Cuando menos se tiene noticia, entre otros
posibles, de que también se dedicaba a las mismas en 1424 Diego Rodríguez de Santa
Cruz, "doctor en medicina" y "físico del dicho señor rey",
aunque las mismas no parece que le impidiesen formar parte en ciertos asuntos
de gobierno de la misma (14). Su vida
profesional no parece que se deba extender más allá de 1449, año a partir del
cual se le pierde la pista (15). No obstante, años
más tarde, se detecta la presencia de un posible pariente suyo dedicado a las
mismas tareas, el bachiller Gonzalo Rodríguez de Santa Cruz, ’’físico",
que, junto con su mujer, Isabel Rodríguez, establecido en la ciudad, compró en
1460 a Diego Díaz, especiero, unas casas acensadas en la calle del Rey, en la
parroquia de Santa María (16).
Será en las últimas décadas de dicho
siglo, probablemente debido a las coyunturas adversas antes reseñadas, cuando
se detecte a varios de estos profesionales ejerciendo su oficio en la ciudad.
En los procesos inquisitoriales se registra la presencia en la ciudad de los
’’físicos” Diego Díaz y Rodrigo Díaz, quizá parientes17. Pero es a finales de
1488 cuando se cita al bachiller Antonio, ’’maestro físico”, quejándose del
impago por parte del concejo de la cantidad que éste le debía en concepto de salario
(18), apareciendo coetáneamente con
el mencionado el bachiller Francés y el bachiller Juan Ruíz de Santa Cruz,
quizás otro pariente de los anteriormente citados. Los tres se titulan “físicos”,
y, según registran en su declaración, parece que existían otros (19).
El motivo de la aparición conjunta de
los citados tenía mucho que ver con la sanidad, puesto que hacía referencia a
otros profesionales de la misma: los boticarios. Dichos “físicos” denunciaban
al boticario Antonio Bosque, que había usado mal y fraudulentamente su oficio (20), asunto que todavía coleaba en 1493,
dado que, al parecer, dicho boticario había llegado a algún tipo de componenda
con uno de los acusadores, el bachiller Juan Ruíz de Santa Cruz, ante lo cual
algunos vecinos de la ciudad, sin duda afectados por aquellos acontecimientos
denunciados, presentaron diversas quejas (21). Otros boticarios
registrados en los procesos inquisitoriales eran Diego Díaz y Rodrigo Díaz,
probablemente emparentados entre sí y con los físicos anteriormente citados (22).
El panorama que estos breves datos nos
revelan apuntan a la toma de conciencia del concejo respecto al tema sanitario
de la ciudad, preocupándose por satisfacer unas demandas de personal, fundamentalmente
físicos y cirujanos, que diesen respuesta a los retos planteados en dicho
campo. Posiblemente contó con ellos desde tiempo atrás, aunque, si ello fue
así, parece que se manifestarían insuficientes para satisfacer las necesidades
originadas a partir del periodo de grandes impactos de mediados del siglo XIV.
No obstante, el ejercicio de la profesión por parte de estos “físicos” parece que
contemplaba también la organización de una clientela por parte de cada uno de
ellos (23).
El otro gran pilar sobre el que
descansaba la infraestructura sanitaria del núcleo, era el de su equipamiento
hospitalario, realidad de una gran flexibilidad y que rebasaba el estricto
marco de la sanidad, tal como se ha indicado al comienzo. Parece claro que la
ciudad fue completando con el discurrir del tiempo -buena prueba de ello son
los datos ofrecidos en los epígrafes siguientes de este trabajo- la red que
acabó configurándose a comienzos de la modernidad. No obstante, los perfiles y ritmos
de sus respectivas fundaciones, así como los caracteres con que contaban, nos
resultan hoy día muy difíciles de penetrar y conocer con precisión.
Plano
de Ciudad Real en la edad media
A tenor de las noticias que sobre los
mismos se poseen, probablemente uno de los primeros en comenzar a funcionar en
la ciudad fue el hospital de San Antón o de San Antonio Abad, instaurado por la
orden del mismo nombre, dedicada a esas tareas asistenciales, al establecerse
en la ciudad. Aunque se ha manejado la fecha de 1262 como la de su instalación,
parece un poco temprana para su fundación, dado el poco tiempo transcurrido
desde la creación de la ciudad (24). No obstante,
podría estimarse que ya en esos decenios finales del siglo XIII se encontrase
en funcionamiento. Se sabe que se instaló en la demarcación de la parroquia de
Santiago, frente a un espacio abierto, posterior plaza, que acabaría recibiendo
el mismo nombre que el hospital.
Con bastante probabilidad a lo largo del
siglo XIV se levantaría el conocido como hospital de La Pedrera, anejo a la
ermita de Nuestra Señora de los Remedios, que posteriormente desaparecería. Se encontraba
ubicado en la parroquia de Santa María, sin duda abocando a la calle del mismo
nombre. Parece que se encontraba asociado a la cofradía de Nuestra Señora de La
Pedrera, de la que se tiene constancia que se hallaba ya organizada a comienzos
del siglo XV (25).
La ubicación de tales centros en
demarcaciones diferentes induce a pensar que, muy probablemente, también
funcionase otro en la parroquia de San Pedro ya desde comienzos del siglo XV,
aunque no exista prueba fehaciente de ello. Lo que sí se conoce es que hacia el
primer cuarto del siglo XVI la ciudad contaba con ocho centros de este tipo,
distribuidos bastante desigualmente entre las diversas demarcaciones de la
misma, en función probablemente de su nivel demográfico respectivo. Aun cuando
los datos se refieren a los años iniciales de la mencionada centuria, consta
que en estos la ciudad contaba con un total de ocho centros hospitalarios. De
ellos, cinco se encontraban en la collación de Santa María la que tenía un
nivel de poblamiento más elevado, cuyos nombres eran los siguientes: de la
Pedrera, ya mencionado, de San Andrés, de Alarcos, de San Sebastián y de San Bartolomé
(26). La collación de San Pedro
contaba con dos: el de la Hermandad Vieja, sobre cuya fundación y
funcionamiento se ofrecen datos pormenorizados más adelante, y otro del que se desconoce
su nombre (27). La de
Santiago, la demarcación menos poblada, contabilizaba uno, de nombre
desconocido (28), pero que muy
bien pudiera tratarse del de San Antón antes mencionado.
Cabe pensar que la mayor parte de ellos
se encontrarían ya edificados y en funcionamiento a fines del siglo XV, si bien
alguno de ellos, quizá de la parroquia de Santa María, pudo levantarse en los primeros
años del siglo siguiente -época de epidemias, calamidades naturales y crisis de
subsistencias que sin duda aumentaron los índices de pobreza en la localidad-,
aunque resulta poco probable, ya que dicha pobreza se extendió también a las
instituciones, que se verían incapaces de hacer frente a este tipo de gastos (29). Otros centros hospitalarios se
levantarían en la ciudad, pero en una etapa posterior, sobre la que aquí no se
pretende entrar.
En cualquier caso, su relativamente
elevado número hace pensar que, en su mayor parte, se trataba de centros
pequeños, muy en consonancia con el aquí estudiado de la Hermandad Vieja y con
lo que resultaba norma corriente en el conjunto del Occidente europeo.
Adelina ROMERO
MARTINEZ
Luis Rafael
VILLEGAS DIAZ
Universidad de
Granada
Farmacia
de la edad media
1 Hace ya algunos
años que se vienen tratando con especial atención tanto el tema de la pobreza
como el de los pobres y las instituciones que surgen para dar respuesta a estas
situaciones. Fue precisamente a partir de la obra de Mollat cuando los estudios
empezaron a surgir con más asiduidad y a ser enfocados con una perspectiva más
amplia. Cubrir una historiografía, hoy difícilmente abarcable, resulta punto
menos que imposible, por ello nos limitaremos a citar algunas obras dignas de
destacarse, tanto por su contenido y enfoque, como por su aporte bibliográfico.
Es ya un clásico el trabajo de MOLLAT, M., Les pauvres au Moyen Age. Etude
sociale, París, 1978, de la que existe traducción con el título Pobres,
humildes y miserables en la Edad Media. Estudio social, México, 1988. De gran
interés resultan también las aportaciones de los trabajos reunidos bajo el
título La societá del bisogno. Povertá e assistenza nella Toscana medievale, al
cuidado de G.PINTO, Florencia, 1989.Para el ámbito peninsular resultaron pioneras
las Actas de las Primeras Jomadas Luso-Españolas de Historia Medieval, sobre la
pobreza e a assistência aos pobres na Peninsula Ibérica durante a Idade Média,
2 vols., Lisboa, 1973, en adelante citadas como Actas de Lisboa. Más
recientemente ha realizado un trabajo de síntesis LOPEZ ALONSO, C., La pobreza
en la España medieval, Madrid, 1986.
2 El hospital
medieval tenía una organización más compleja que la actual. Se le puede
considerar, a grandes rasgos, con tres funcionalidades: hospedería de viajeros
y peregrinos, recogida y mantenimiento de pobres, finalmente la de atención y cuidado
de los enfermos. MARTINEZ GARCIA, L., La asistencia a los pobres en Burgos en
la Baja Edad Media. El hospital de Santa María la Real (1341-1500), Burgos,
1981, p. 26.
3 Hasta el siglo
XI la pobreza es aceptada y valorada por todos como grata a Dios y medio seguro
de santificación. Será con posterioridad, cada vez con mayor frecuencia, cuando
comience a producir desconfianza, temor y rechazo. Cfr. LOPEZ ALONSO, La pobreza,
pp. 253-367.
4 Hay que
recordar que en la mente de los contemporáneos tendía a confundirse, en
ocasiones, al pobre con el revoltoso y criminal. A este respecto es
esclarecedor el trabajo de SOLANO RUIZ, E., "Aspectos de la pobreza y de
la asistencia a los pobres en Jaén a fines de la Edad Media", en Actas del
III Coloquio de Historia Medieval Andaluza, La Sociedad Medieval Andaluza: los
grupos no privilegiados, Jaén, 1984, p. 353, que en adelante se citarán como
Actas de Andalucía.
5 A este respecto
se ofrecen una serie de circunstancias en VALDEON BARUQUE, J.,
"Problemática para un estudio de los pobres y de la pobreza en Castilla a
fines de la Edad Media", en Actas de Lisboa, II, pp. 891-896.
6 Cfr. VALDEON
BARUQUE, "Problemática para un estudio de los pobres", pp. 901-902.
7 El brote
epidémico haría acto de presencia con posterioridad al mes de abril de dicho
año. En esa fecha se llevó a cabo el arrendamiento de la sisa, cuyo arrendador
no pudo cobrarla "a cabsa de la pestilençia que en la dicha çibdad ha
avido e se aver ydo toda la más de la gente della e aver çesado el trato de la
dicha çibdad... e por aver quitado los mercados francos". AGS, Reg. Gen.
del Sello, marzo-1489, fol. 167. Cfr. también el documento citado en la nota 18.
8 En esos años se
vuelve a repetir la situación aludida en el caso anterior: dificultad de cobrar
la sisa impuesta "porque la dicha çibdad al presente estando en mucha
nesçesidad, asy por cabsa de la pestylençia que en ella a vido, como por los pechos
e contribuçiones..., la dicha çibdad se despoblaría". Arch. Mun. Ciudad
Real, núm. 36; AGN, Reg. Gen. del Sello, junio- 1491, fol. 186.
Los datos concuerdan con los mencionados
y aportados para la ciudad por Ma.V. GOMEZ MAMPASO, La peste en el reinado de los
Reyes Católicos, Tesis de Doctorado, citados por CARRERAS PANCHON, A., La peste
y los médicos en la España del Renacimiento, Salamanca, 1976, p. 18, nota 3.
9 Aun cuando
rebasa el arco cronológico aquí contemplado, quizá no esté de más citar un
posible nuevo brote hacia 1530,del que se tiene noticia no concretamente para
Ciudad Real, sino para otros núcleos de la zona, como Almagro y Almodovardel
Campo, con los que llegó a suspender tratos Córdoba debido a ello. Cfr. FORTEA
PEREZ, J.I., Córdoba en el siglo XVI: las bases demográficas y económicas de
una expansión urbana, Córdoba, 1981, pp. 110 y 177, nota 14.
10
Convendría
tener en consideración el papel que jugaban los barberos dentro de esta
infraestructura sanitaria, aun cuando fuese mínimo e insuficiente para cubrir
las necesidades del sector. En las décadas finales del siglo XV aparecen documentados
varios con tal oficio. Sobre ellos puede verse VILLEGAS DIAZ, L.R., Ciudad Real
en la Edad Media. La ciudad y sus hombres (1255-1500), Ciudad Real, 1981, pp.
252-253.
11 De dicho año es
un documento en el que figura como testigo un tal "maestre Juan,
cirujano", vecino de la ciudad (Publ. DELGADO MERCHAN, L., Historia
documentada de Ciudad Real. La Judería, la Inquisición y la Santa Hermandad,
Ciudad Real, 2a ed., 1907, pp. 381-386). Probablemente se trata del mismo al
que en 1425 el concejo de la ciudad mandaba dar por los caballeros de sierra de
la ciudad 2.825 mrs. que le debían, según una sentencia, y a cuenta del pago en
que dichos caballeros tenían arrendado el mencionado oficio (Reg. BERNABEU, E.,
Inventario del Archivo del Excmo. Ayuntamiento de Ciudad
Real, hecho en 1595. (Transcripción),
Ciudad Real, 1962, p. 35).
12 En junio de
dicho año, al parecer, ganó un nuevo pleito por el que reclamaba el salario que
había concertado con el concejo de la ciudad. Arch. Mun. Ciudad Real, num. 48.
El documento se encuentra muy deteriorado en su parte primera, por lo que no se
puede comprobar. No obstante, el regesto puesto en la guarda del mismo, de
letra del siglo XVIII, nos informa en tal sentido. En cualquier caso, existía
un documento de este tenor en dicho archivo, como registra BERNABEU,
Inventario, p. 35.
13 El texto por el
que se cita es el conservado en el Arch. General de la Orden de Predicadores en
Roma (Santa Sabina), Sec. XIV, liber KKK, pars I, fols. 225r-230r. Se trata de
una copia realizada en 1762 de un traslado realizado en Ciudad Real a 30 de
julio de 1525.
14 En febrero de
dicho año era designado por el concejo, junto con otros, representante suyo en
los debates que tenía la ciudad con la Orden de Calatrava, renunciando dicho
personaje en los otros designados. Arch. Mun. Ciudad Real, núm. 186, fols.
12r-14r; y núm. 46, fols. 20v-24v.
15 En el documento
que narra los tumultos acaecidos en la ciudad en dicho año, se lee "que
fue puesto fuego a las casas que fueron del doctor Diego Rodríguez de Santa
Crus". Arch. Mun. Ciudad Real, núm. 22. Publ. DELGADO MERCHAN, Historia
documentada, pp. 399-404. La expresión deja entender que, o bien ya había
muerto, o que no se encontraba en la ciudad en aquellos acontecimientos. Lo
cierto es que no se vuelve a tener noticias suyas. Pero la mención sí permite
establecer determinadas vinculaciones entre el personaje y el grupo de los
judeoconversos de la ciudad, entre los que se contaría, y como personaje
relevante. Ello explica la destrucción de su casa, llevada a cabo con las de
otros miembros de dicho grupo.
16 Pagó por ellas 4.000
mrs., teniéndolas hasta ese momento el vendedor dadas a censo enfitéutico, que
traspasa también, a Juan de Segovia, tejedor, por 350 mrs. y un par de gallinas
anuales durante la vida de Alfonso González de Camargo, debiendo pagar con
posterioridad a 200 mrs. y un par de gallinas. AHN, Calatrava, carp. 468, num. 344.
17 Cfr. BEINART,
H., Records of Trials of the Spanish Inquisition in Ciudad Real, I (1483-1485),
pp. 491, 509 y 196, respectivamente.
18
La
reclamación alude a que "la dicha çibdad fue con él ygualado que le serían
dados e pagados por su físyco por dos annos". AGS, Reg. Gen. del Sello,
diciembre-1488, fol. 115. Muy probablemente se trata del bachiller Antonio
Macro que aparece en el documento citado a continuación.
19 Cfr. AGS, Reg.
Gen. del Sello, enero-1489, fol. 107.
20 Las quejas
obedecían a que dicho boticario "ha fecho e fase muchas e diversas
falsedades en su ofiçio de boticario,... mudando las reçebtas... amoviendo los
materiales purgativos e en algunas délias enmendándolos en otros,... que ha
dado agua synple por agua destilada e aguamiel por xaraves, e dando las dichas
melezinas falsas e ynperfectas a los dolientes que con los dichos bachilleres
se han securado, algunos de los quales diz que por cabsa de lo susodicho han fallesçido".
El boticario fue preso y multado, pero puesto luego en libertad, dado que
dichas "colusyones e fraudes" fueron cometidos especialmente "en
el tiempo de la pestilençia", por lo que había dudas de que las muertes
acaecidas se debiesen al fraude en las medicinas. Cfr. documento citado en la
nota anterior.
21 En esta ocasión
el denunciante era García de Treviño, vecino de la ciudad, que a los fraudes ya
mencionados añadía que dicho boticario, durante el tiempo de la peste, había
vendido ’’agua de pozo por aguas destiladas e legítymas, de cuya cabsa ha
venido mucho danno a los vezinos de la dicha çibdad e a otras personas
enfermas", pero que la denuncia no había llegado a buen fin porque
"el dicho botycario e bachiller se conçertaron". AGS, Reg. Gen. del
Sello, marzo-1493, fol. 172.
22 Cfr. BEINART,
Records, I, pp. 491, 509, y 463, 466,469-472, 490, 508, 555, respectivamente.
Probablemente todos ellos se encontrasen emparentados, aunque sólo conste el
vínculo del físico Diego Díaz, que era padre del boticario Juan Díaz.
Al igual que lo anteriormente apuntado
sobre los barberos, otros profesionales que se encontraban vinculados con los productos
farmacéuticos eran los especieros de la ciudad, cuyo número resultaba elevado a
finales del siglo XV, y sobre los cuales se elevarían quejas a comienzos del
siglo siguiente, que llegaron hasta la Chancillería en 1508, por no atender convenientemente
sus establecimientos, dejándolos en manos de mancebos inexpertos que no sabían
combinar bien las recetas prescritas por los profesionales sanitarios de la
ciudad, con el consiguiente perjuicio para la salud y fraude. Cfr. Arch. Chancillería
de Granada, 507-1.442-1. El papel jugado por estos comerciantes es evaluado en
el trabajo de VALVERDE, J.L. y GARCIA SERRANO, R, Colección documental de
interés histórico-farmacéutico conservada en el Archivo General de Navarra,
Granada, 1979, p. 13.
23 Cfr. más arriba
el texto de la nota 18.
24
Cfr.
DIAZ JURADO, Joseph, Singular idea del sabio rey don Alonso, dibujada en la fundación
de Ciudad Real, ed. de A. Vázquez y F. Ruíz, Ciudad Real, 1986, p. 126. La
redacción de dicho autor parece asignar esa fecha a la de la fundación de la
cofradía existente en dicha casa. La fiabilidad, a primera vista, no es mucha,
ya que confunde datos con los referidos a otro establecimiento hospitalario, el
de La Pedrera, como se verá. No obstante, cabe pensar que recibiese ciertos
favores de los caballeros calatravos frey Sancho Sánchez Dávila y frey Pedro
González de Hinestrosa, que, según dice el autor mencionado, se enterraron en
la iglesia de dicha casa. La trayectoria de la orden de San Antón en la ciudad
queda documentada a todo lo largo de la etapa medieval. En 1480 el responsable
de la misma en la ciudad se quejaba de que algunos vecinos, haciéndose pasar
por miembros de la misma, "han andado e andan a cobrar las limosnas e
mandas que a la dicha horden e pobres e enfermos della e a él se fasen, e las
otras cosas pertenesçientes a la dicha casa e encomienda", quedándoselas
para provecho propio. AGS, Reg. General del Sello, noviembre-1480, fol. 224. Y
todavía se recoge alguna mención más de su funcionamiento, como la de 1492.
Arch. Mun. Ciudad Real, núm. 38 y AGS, Reg. Gen. del Sello, abril-1492, fol.
173.
25 Cuando menos en
1438, pues en dicha fecha frey Sancho Sánchez Dávila, comendador de Benavente y
Almadén, y cofrade de la misma, la menciona como posible heredera de una serie
de bienes, entre ellos unas casas en la calle del Rey de Ciudad Real, si el
convento de Calatrava no cumplía con su obligación de decir dos misas semanales
y una solemne tras la muerte del donante. AHN, Calatrava, carp. 467, núms. 316
y 317. Tales hechos son los que inducen a pensar que las palabras de Díaz
Jurado respecto a los favores de este caballero respecto a la cofradía de San
Antón no son del todo correctos. Cfr. nota anterior. Sobre la ubicación de este
hospital allí, DIAZ JURADO, Singular idea del sabio rey don Alonso, p. 115.
26 Dicha relación
la proporciona un padrón de 1519. No obstante, conviene precisar que en otro de
1527, de la misma parroquia, no se menciona el de San Bartolomé, pero sí
aparece otro con el nombre de San Miguel. De los citados, DLAZ JURADO, Singular
idea del sabio rey don Alonso, pp. 114-115, sólo recoge el de la Pedrera. Sin
duda en la época que él escribió ya habían desaparecido los otros.
27 Tales son los
que registra un padrón de dicha collación de 1530, si bien otro -incompleto,
pero que se puede fechar hacia 1527- también recoge al que no tiene nombre.
Quizás éste sea el denominado de San Blas por DIAZ JURADO, Singular idea del
sabio rey don Alonso, p. 98. En el tiempo que escribía dicho autor se ubicaban
en dicha demarcación cuatro centros: de la Hermandad, San Blas, Nuestra Señora
de la Concepción y San Juan de Dios. No sólo este último, obviamente, sino el de
Nuestra Señora de la Concepción, serían fundaciones más modernas de las que
aquí se están analizando.
28 Tal como se
registra en un padrón de 1531 de dicha parroquia. En tiempos de DIAZ JURADO,
Singular idea del sabio rey don Alonso, pp. 123, se recoge también como
existente el del Refugio, anejo a la ermita del Cristo del mismo nombre, cuyo mantenimiento
corría a cargo de los caballeros de la ciudad. Sobre esta serie de padrones
aquí mencionados se encuentra realizando su trabajo de investigación de
Doctorado Luisa Navarro de la Torre, a la que agradecemos dicha información.
29 Sobre ello, y
la evolución en los últimos decenios del siglo XV, cfr. VILLEGAS DIAZ, L.R.,
"Pobreza y beneficencia en Ciudad Real a fines del reinado de los Reyes
Católicos. Las limosnas de la Hermandad Vieja en 1501", en Almud, 4,1981, pp.
119-132.
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