2.6.
Gestión económica
Para el desarrollo de tales fines
asistenciales, entendidos con ese carácter tan flexible como era propio de la
época, lo más frecuente en este tipo de instituciones era que se sostuvieran
merced a los bienes que en un principio donaban sus fundadores y, con
posterioridad, también mediante las limosnas de los fieles. Con las rentas que
producía la gestión de dicho patrimonio, al que se solían unir otro tipo de
limosnas, se trataba de hacer frente a los diversos gastos ocasionados por la
atención de los acogidos en dicho centro. Tal era, a grandes rasgos, el modelo
que se seguía en la mayor parte de los casos. Sin embargo, en el caso presente
se desconoce si al hospital se le dotó desde su fundación de algún tipo de
propiedades, ingresos o rentas fijas. No se encuentra noticia alguna en este sentido.
Esto, unido a que los gastos eran sufragados con cargo a la contabilidad de la
institución fundadora, y no a una específica del hospital, permite concluir la
no posesión de bienes propios para su mantenimiento, sino que éste recaía
directamente sobre la Hermandad. Tal singularidad no implica en modo alguno que
deba pensarse en desatención o carencias; muy al contrario, la solvencia de la institución
cubriría probablemente mejor las necesidades más inmediatas, que se
encontrarían más aseguradas al contar con el respaldo de la misma.
Una panorámica general sin duda se puede
obtener del cuadro elaborado a partir de los escasos datos que nos proporcionan
las fuentes.
1 Cantidades en
las que se encuentran englobados con otros gastos ajenos al hospital, y que no
se han podido delimitar, o bien estimadas por haberse depurado los datos.
2 Los gastos se
efectúan en este año aunque el montante de los mismos se carguen al ejercicio
1494-95.
3 En esta
cantidad están englobados los gastos de construcción y mantenimiento, lo que no
ha permitido su desglose. En este mismo sentido en otra de las partidas se cita
el arreglo de las paredes del corral conjuntamente con otros gastos de construcciones
siendo su importe total 8.888 mrs., lo que hace que la cantidad final se
dispare.
Como se puede apreciar, no parece que
existiera por parte de la Hermandad una norma preestablecida en cuanto al
mantenimiento del hospital. Los gastos anuales suelen estar en torno a los dos
mill maravedís, salvo los años que requirieron una mayor atención, y que
pudieran ser considerados como anómalos, en tanto en cuanto obligaran a la
inversión de esas sumas de dinero.
Véase, por ejemplo, el año que debieron
iniciarse las remodelaciones en los inmuebles adquiridos, donde la suma se
eleva hasta los 4.000 maravedís, o los casi 6.000 del bienio 1504-05, cuando se
sabe, como ya se ha indicado, los destrozos que causaron las lluvias en la
ciudad y cómo afectaron a las edificaciones. No obstante, cabe destacar una
segunda remodelación experimentada por el inmueble. A tenor del gasto empleado,
amén de las noticias que ofrece la documentación, ésta debió ser la que realmente
acabó dándole una mayor coherencia con lo que se ofrecía en otros centros con características
semejantes. El resto de los gastos podrían ser considerados como los mínimos requeridos
en orden a la propia conservación.
Una tendencia similar es observable en
los gastos destinados al mantenimiento, dotación inicial y posterior reparación
de enseres, nuevas compras de ajuar, arreglo de los mismos, etc. Se realiza un fuerte
desembolso en el bienio 1498-99 tendente todo él a proporcionar la
infraestructura mínima para llegar, de una vez, a abrir las puertas a los
pobres y ofrecerles sus servicios. A partir de ese momento los gastos se
recortan hasta llegar al bienio 1509-10, a partir del cual se efectúan unos
gastos más elevados y constantes, en torno a los 2.500 maravedís anuales,
debido quizás a los imperativos que plantearían el deterioro y progresivo
desgaste de las prendas al uso.
El gasto que no se presenta regular,
cuando lo lógico es que fuese más fijo y constante, es el salario de las
personas encargadas de cuidar y atender a los pobres. Se hace difícil pensar en
un sostenimiento del centro sin un personal que lo atendiera. A pesar de ello
el hospital seguía abierto, de ahí los gastos que originaba. En consecuencia,
estas personas debieron ser retribuidas aunque la documentación no lo
manifieste fehacientemente, o bien que ese gasto se haya contabilizado dentro de
algunas partidas, quedando de esta forma enmascarado. Para atender a esto es de
destacar que el pago a los hospitaleros no se realiza solamente en metálico,
sino también con leña, material tan necesario para la vida del hogar.
Sin embargo, de esto último tampoco cabe
deducir que la atención prestada por la institución fuese en modo alguno
masiva. No era su competencia principal, aunque no la desatendiese e intentase
de este modo colaborar en los retos que en este campó tenía el núcleo en el que
la misma se insertaba. Una visión más clara de ello puede extraerse de la
comparación de las cantidades invertidas en el centro relacionadas a las
anuales de ingresos y gastos, cuyo resultado ofrece el siguiente cuadro:
El cuadro ofrece los porcentajes que
supusieron los gastos finales del hospital con respecto a los recursos
ingresados por la Hermandad e igualmente con referencia a los gastos totales
realizados por la misma. Ponen de manifiesto la poca relevancia de la inversión
para la institución en la mayor parte de los años, teniendo sus cotas más bajas
en 1502-03 y 1508-09, donde no se llega a alcanzar ni siquiera el 0,5% de los
ingresos. Otros años, sin duda para afrontar necesidades coyunturales, se gastan
sumas más elevadas, llegándose al 7,5% de los ingresos. Resultando estos los
casos extremos, lo más frecuente es que el gasto representado por el hospital
oscile en torno al 2,5 ó 3% de los ingresos. La institución, pues, contaba con
recursos suficientes como para poder satisfacer las necesidades del centro, que
no le suponía quebranto alguno en sus ingresos y, por otra parte, hacía innecesario
dotarlo de un patrimonio de otro carácter para poder atender sus necesidades.
Prácticamente lo mismo se puede observar
respecto al porcentaje sobre los gastos, quizás con la salvedad del bienio
1510-11, un 11,5% del total, porcentaje mayor por haber disminuido los gastos, pero
que no debe distorsionar la imagen expuesta, ya que los ingresos fueron altos.
La institución, como se ha indicado, no tenía como cometido principal hacer
frente a este tipo de actividades, de ahí que destinase un pequeño porcentaje,
aunque suficiente, y oscilante según las coyunturas, para atender tales
necesidades.
3.
A modo de conclusiones
Como se ha podido comprobar, es a fines
del siglo XV, cuando los monarcas instan a la fundación de un hospital para
pobres en Ciudad Real, medida que se insertaría dentro de otras medidas tendentes
a aumentar la eficacia de los ya existentes y a dar solución a los retos que en
dicho campo tenía planteados el núcleo. Pese a estarse gestionando su puesta en
funcionamiento desde 1485, las obras de adaptación en los inmuebles no es
probable que comenzaran antes de 1491, fecha en torno a la que probablemente
comenzó su funcionamiento en parte, que se completaría en torno a 1501. Su
puesta en funcionamiento parece que se lleva a cabo al coincidir en el núcleo
determinadas calamidades de tipo epidémico que acabarían patentizando la
debilidad de la infraestructura sanitaria organizada hasta esos momentos.
Como en la mayor parte de tales centros,
se partió de unas casas que habían servido de vivienda con anterioridad, lo que
condicionó en buena medida la reutilización del espacio. Para ello se hicieron obras
en diversos lugares: fachada, cocina, portales, corral, bodega, jaraiz, etc.,
gastos que permiten aproximarse a una reconstrucción del inmueble, sobre el que
actuaría la institución también para dejar bien patente el papel que jugaba en
la sociedad.
Como se ha indicado con anterioridad,
estos hospitales surgidos en el periodo medieval se constituyeron
principalmente en centros asistenciales de carácter polifuncional, por lo que
sus competencias rebasaban ampliamente las estrictas del sector sanitario,
aunque estas también quedasen contempladas. Este centro hospitalario también se
creó en función de los más débiles de la sociedad: los pobres, para prestarles
una ayuda que paliase, en la medida de lo posible, la problemática de dicho
colectivo. De este modo, su fundación apunta, como un indicador más, a la
situación de deterioro socioeconómico que era una realidad ya insoslayable en
los años finales del periodo medieval.
Las condiciones de vida tan precarias
que soportaban estos pobres los hacía proclives a contraer enfermedades en un
grado más alto, quizá, que el resto de la sociedad. Por ello, muy posiblemente la
mayor parte de los allí acogidos tendrían la salud quebrantada. Desde el
comienzo las fuentes nos hablan de la compra de algunos utensilios precisamente
para los dolientes. En esta línea, se menciona que al dar una limosna a una
mujer se hace porque es muy pobre y doliente119. Y en el mismo sentido apuntan
las menciones sobre las defunciones de pobres que se producen en el centro (120), en cuyo caso siempre se les compra
mortaja y se les paga una sepultura (121).
No se puede precisar con detalle si los
pobres recibían otro tipo de asistencia, aunque se tienen algunas noticias sueltas
que pueden ser exponente de la misma. En cualquier caso, no parece probable que
recibieran comida en el hospital, pues de hecho sólo se tiene noticia de un día
y de una comida (122), algo que no
debió de ser normal, dado que no se ha reseñado ni un solo gasto en alimentación
a lo largo del período estudiado. De todo ello se puede deducir fácilmente que
las atenciones recibidas eran fundamentalmente las de tener un lugar de cobijo,
donde calentarse, unas mínimas condiciones de higiene y, en caso de enfermedad
o muerte, no encontrarse desasistidos. Así se conseguiría aliviar su situación
de miseria y, tal vez, también controlar posibles desórdenes callejeros,
contribuyendo al mantenimiento del orden establecido y a un mayor aislamiento
del pobre.
Algo que parece quedar más claro es la
capacidad del centro, su número de camas, que eran ocho, aunque cabe sospechar
la posibilidad de una ampliación años más tarde, aunque no resulta fácil poderlo
confirmar. Con ello quedaba en situación de prestar asistencia a un mínimo de dieciséis
enfermos, pues habría que contabilizar dos enfermos por cama. La dotación del
ajuar se hizo de acuerdo a este número de plazas, incluyendo: sábanas,
almohadas, xergas, lana, brete, etc. Ajuar que con el paso del tiempo sufrió el
lógico deterioro y que se tuvo que ir reponiendo, pues la calidad de los
materiales no era muy alta, viéndose disminuir en algunos años, posiblemente
coincidiendo con periodos de crisis.
En dicho hospital todo parece indicar
que se acogía entre sus muros tanto a hombres como a mujeres, estimándose que
se ofrecerían estancias diferenciadas, en cuanto al espacio, para unos y otros.
Las atenciones recibidas no parece que fueran más allá de un alojamiento y
albergue en caso de enfermedad. Nada registran las fuentes que haga referencia
a tipo alguno de alimentación, como tampoco a una asistencia de carácter
sanitario en sentido estricto.
En definitiva, el hospital de la
Hermandad sería contemplado como una pieza más del sistema, al que vendría a
completar, y cuyos gastos debían correr a cargo de la institución mencionada, suficientemente
solvente como para hacer frente a los mismos sin necesidad de recurrir a
dotarlo de otro tipo de rentas. Solvencia que no comportaba una atención preferente
al mismo, puesto que la entidad fundadora tenía unos cometidos muy diferentes a
los sanitarios.
RESUMEN
Se ofrecen en el trabajo los pormenores
de la fundación en Ciudad Real de un hospital por la Hermandad Vieja de aquella
ciudad en las décadas finales del siglo XV, las primeras vicisitudes del
centro, su construcción, cómo se intuye que estaba organizado, la dotación del
mismo, así como los servicios que prestaba y su gestión. Todo ello sobre el
telón de fondo de una etapa de crisis epidémicas y calamidades naturales que
cuando menos harían incrementarse los niveles de pobreza de la población donde
se instaló, para responder a la cual se organizaría una infraestructura
sanitaria acorde con las posibilidades de sus gentes. Los datos que sobre la
asistencia prestada en él se tienen insisten sobre tales epidemias y
contracciones en la economía del núcleo, ofreciendo un panorama bastante
desalentador e interesante para ponerlo en conexión con otras facetas
de su actividad.
Adelina
ROMERO MARTINEZ
Luis
Rafael VILLEGAS DIAZ
Universidad
de Granada
(http://digibug.ugr.es/bitstream/10481/30371/1/CEM-017.001-Art%C3%ADculo-009.pdf)
(http://digibug.ugr.es/bitstream/10481/30371/1/CEM-017.001-Art%C3%ADculo-009.pdf)
119
Cuentas
1501-02, núm. 38.
120 Véase la nota
102. No se sabe si en este centro ocurría como, por ejemplo, en el caso de
Torredonjimeno cuyo hospital tenía su propio cementerio. Cfr. SOLANO RUIZ,
"Aspectos de la pobreza", p. 363.
121 Véase la nota
102. Por otra parte se sabe que la asistencia religiosa en los hospitales era
muy frecuente. En este sentido se puede consultar SANCHEZ HERRERO, J.,
"Cofradías, hospitales y beneficencia en algunas diócesis del Valle del Duero",
en Híspania, 34, 1974, pp. 5-50.
122 "Que dió
por mandado de los alcaldes a Antonio Francés 40 mrs. para dar de comer un dia
a los pobres". Cuentas 1506-07, núm. 22.
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