2.4.
Dotación del centro
El tema de la dotación suele resultar
uno de los puntos más considerados y analizados en este tipo de trabajos para
obtener, de alguna forma, una aproximación a la importancia del centro objeto
de atención.
De todos los elementos que formaban
parte de los hospitales se suele tomar como referente uno de ellos en concreto,
el número de camas, para conocer la cantidad de personas que podía albergar y
determinar así el papel sociológico que podía jugar en el entorno. Ciertamente
éste es un procedimiento que conduce a unas estimaciones meramente aproximadas,
aunque es verdad que con ello se rellenan, en cierta medida, algunas lagunas de
conocimiento. Es bien sabido que se trata de una regla imprecisa, ya que el
número de camas no resulta en modo alguno equivalente al número de personas a
las que podía albergar (86). De todas
formas, al tener que apoyarse, inevitablemente, en algún elemento cuando se
desconoce la capacidad, se suele optar por éste, aunque resulte meramente aproximativo,
al carecer de otros de mayor fiabilidad. Ante tales carencias informativas
quizá podría hacerse depender la importancia del centro, su impacto social, no
ya de sus potencialidades asistenciales amplias, de las posibles atenciones
benéficas o de las sanitarias que pudiera ofrecer sin que de ellas
resultase una hospitalización de los individuos, sino de su capacidad
receptiva, de internamiento de los enfermos que lo necesitasen, y ello vendría
en buena medida marcado por ese elemento, a pesar de todas las observaciones
que se le han hecho (87).
Atendiendo, pues, al número de camas, el
hospital que aquí nos ocupa parece ser que se encontraba dotado de ocho, como
registra la documentación (88), número que
puede ser considerado a primera vista como modesto, pero que no lo haría muy
diferente de la mayor parte de tales centros existentes en la Península en
aquellos tiempos (89). Con esa
infraestructura podía atender a unos dieciséis enfermos, cifra deducible del
número de almohadas con que se dota (90) Aunque no se
puede precisar, posiblemente en años sucesivos ampliara algo su número (91).
Todo parece indicar que fue en 1499
cuando se realiza la primera inversión tendente a cubrir siquiera, con lo más
indispensable, la puesta en funcionamiento del hospital (92). Para tal fin se hizo una compra de
ocho "yxergas", o jergones, sobre los que se conoce que solían
confeccionarse con tela muy grosera y se acostumbraba a rellenarlos con paja o
hierba seca (93). En el presente
caso no es fácil poder determinar con qué fueron rellenados, aunque al ser
citada en ocasiones la compra de "masiega", cabe pensar que bien pudo
ser éste el material utilizado para tal menester (94). Es conocido, por
otra parte, que tal prenda, el jergón, era colocado en la parte inferior,
aislando del suelo o de la superficie sobre la que se asentaba,
y encima del mismo se ponía el colchón. Aunque con claridad no especifican las
fuentes el contenido de éste, cabe deducir sin grandes dificultades, por la
compra realizada, que eran de lana (95).
Para completar en sus inicios la
dotación y el ajuar de las camas se compraron ocho pares de sábanas y dieciséis
almohadas (96). En este mismo
sentido se menciona la compra de 200 varas de "brete", cantidad
elevada que induce a pensar que posiblemente se utilizaron como cobertor o manta
(97). Este último complemento citado,
las mantas, con tal denominación aparecen compradas con posterioridad, en 1500 (98), si bien en número pequeño, pues
solamente son cinco las adquiridas, siendo las camas, como se ha indicado,
ocho. Para colmo no son precisamente de la mejor calidad, sino de borra; aunque
sí se apostilla que son nuevas. Ello es lo que induce a pensar que las varas de
"brete" adquiridas con anterioridad debieron servir para la finalidad
apuntada.
De lo que no dejan constancia las
fuentes es de la existencia de camas propiamente dichas, entendiendo por tales
el mueble que hoy día designamos con dicho vocablo, lo que permite suponer que
no existieron, sino que fue el suelo u otro tipo de superficie lisa, quizá
algún poyo, los lugares sobre los que se colocaron las "ysergas".
Existe otro aspecto que, aunque debe ser
contemplado desde el punto de vista de la salubridad e higiene interna del
edificio, también requería determinadas inversiones y gastos de dotación. Un
gasto, que se realizaría con más frecuencia, y que parece contemplarse con un
cierto ritmo o estacionalidad, era el referido a los procesos de lavado y
escaldado de determinadas prendas del hospital, como sábanas y colchones,
fundamentalmente, para cuyo fin se adquirían diversos productos: jabón, ceniza,
leña (99). En tales ocasiones se deshacían
los colchones para llevar a cabo en profundidad tales operaciones, lavando y
saneando probablemente tela y lana cada una por su lado, y volviéndolos a recomponer
tras su finalización (100). Con motivo de
una circunstancia de este tipo será adquirido el relleno de los colchones, como
se ha dicho.
Ciertamente no bastaba con llevar a cabo
estas dotaciones iniciales, sino que estas prendas, al ser perecederas, hacían
necesaria su reposición con una relativa frecuencia, lo que se puede observar
en la documentación durante el período estudiado. Como ya se ha indicado,
existen indicios para pensar que no todas las reposiciones de colchones que se
citan lo fueron a modo de sustitución, sino que más bien debió tratarse en una
ampliación del número de camas (101). Tal presunción
podría sostenerse sobre todo en el año 1507. A lo dicho habría que añadir el
número de enterramientos que se llevan a cabo ese año por parte de la
Hermandad, un total de diecinueve (102), algunos de los
cuales consta, por referencia directa, que mueren en el hospital (103). El número de personas fallecidas hace sospechar
que en dicha ocasión el centro funcionó con una capacidad hospitalaria superior
a la que le era propia. Y probablemente, dada la demanda, manifestó una
carencia que posibilitó el que se pensase en su aumento de capacidad para dar
respuesta a las necesidades planteadas (104). Con ello la
Hermandad contribuiría a paliar, de alguna forma, la angustiosa situación.
La dotación inicial, y el incremento
posterior de la misma, llevan a plantear la cuestión de la calidad de los
productos empleados, algo que, en cierta medida, posibilita una aproximación a
la calidad de la asistencia prestada. Sin duda que esta no debe medirse con los
parámetros de hoy día, pero es claro que su determinación nos puede conducir a
un entendimiento de la mentalidad del hombre y de la sociedad medievales.
Resulta obvio que la asistencia prestada, tanto desde el punto de vista de la
beneficencia, como desde el de la sanidad, iba dirigido a una gente cuyos
recursos eran insuficientes para afrontar ciertas calamidades, en definitiva
los pobres. Ello haría que la cuestión fuese abordada desde la óptica de cubrir
o satisfacer unas necesidades mínimas del individuo, cuyo menor costo posibilitaría
un aumento en el número de personas atendidas. En este sentido, sorprende
sobremanera no encontrar información en las cuestas de la institución de gasto
de ningún tipo tendente a cubrir las necesidades de alimentación del colectivo
allí acogido (105). Por otro lado,
la calidad del material empleado para la confección de los objetos del ajuar, sábanas,
mantas y colchones, no parece que fuese muy buena. Su contextura parece gruesa
y áspera, como se desprende de la utilización del “anjeo” (106) o la estopa, material con el que sin
duda estaban confeccionados los colchones, puesto que este mismo material es el
empleado para remendarlos (107), aunque en
alguna ocasión es el lienzo (108), si bien éste
debía usarse con mayor frecuencia para los almadraques. En cualquier caso sí
puede observarse, de forma un tanto velada si se quiere, un progresivo
empobrecimiento en los productos a utilizar (109). Tal vez la
razón de este deslizamiento estribe en que la entidad benefactora, la
Hermandad, atravesaba momentos difíciles, de ahí que aminorara, en la medida de
lo posible, sus gastos. A ello hay que añadir que no eran demasiado abundantes
las piezas del ajuar disponibles para los fines del centro, puesto que en
alguna ocasión se justifica la compra de sábanas "porque no avie" (110).
Tras esta descripción de la dotación, la
impresión que se saca es que la institución sólo intentaba contribuir, junto
con otras instancias, a resolver los retos planteados a la población desde el
punto de vista benéfico-asistencial, pero que no pretendía en modo alguno
suplir esfuerzos y responsabilidades de otros sectores de la sociedad.
2.5.
La asistencia: personal del hospital
Aunque cabría incluir este epígrafe en
el referente a la dotación, la naturaleza propia del mismo hace que merezca un
tratamiento apartado. Como ya se ha dicho en reiteradas ocasiones, la finalidad
por la que se creó el hospital fue fundamentalmente la de acoger a los pobres,
más que cuidar estrictamente de los enfermos, lo que no quiere decir que si
algún pobre lo estaba, o "doliente", no se les atendiera (111). Aun así, convendría tener en cuenta
que no por el mero hecho de ser dolientes supondría, necesariamente, que se le
dispensaran los cuidados médicos pertinentes, o cuando menos imprescindibles;
todo lo contrario, no hay una sola noticia que indique la práctica de la
medicina, tal como hoy día la entendemos, en el centro.
En cuanto al sexo de los acogidos en él
parece ser que se trataba indistintamente de hombres o mujeres. La
documentación habla de una forma genérica de los pobres, no obstante hay
constancia de la presencia de una mujer bajo sus muros (112). Cabe pensar, en buena lógica, que de
ser esto ciertos hombres y mujeres se acogerían en dependencias separadas (113). Pero a estos pobres, al igual que en
otros hospitales, no sólo se les daba cobijo, sino también acogida, cuando
menos, sin que se pueda precisar en qué consistía exactamente ésta.
En cualquier caso, de ello se encargaban
determinadas personas, que recibían el título de hospitalero u hospitalera -sin
duda coexistiendo ambos en función de dar atención a las personas de su
respectivo sexo-, de los que se tienen noticias para el periodo aquí estudiado.
Durante el mismo se sabe que ocuparon el cargo dos hospitaleros: Martín Sánchez
y Alonso Guzmán; así como también dos hospitaleras: la de Escobar y Leonor
Ruíz, mujer de Alonso Guzmán (114).
Pero también se encontraba dotado
-aunque posiblemente no desde los inicios de su funcionamiento- de un nuevo cargo:
el de portero. Del mismo se tiene noticia desde 1507 (115), hecho que vendría a confirmar, de
alguna manera, la hipótesis de una mayor demanda en esa fecha, como se ha apuntado
un poco más arriba, y la necesidad de una mejoría en la asistencia. Así, al
menos desde 1507, se contaría, además de con los hospitaleros, con un portero,
cargo que muy probable continuó.
En cuanto al trabajo específico que le
correspondería desempeñar a cada uno de ellos, no se registra en ninguna
ocasión el del portero, aunque resulte fácilmente deducible por el nombre. Posiblemente
recibiese y orientase a los recién llegados sobre pormenores de su estancia
allí, a dónde se debían dirigir, qué debían hacer, etc., sin que ello impidiese
completar sus funciones con las de vigilancia general del centro. Lo mismo
acontece respecto a las del hospitalero, que nos resultan desconocidas, aunque
bien pudiera dedicarse -aparte de algunas funciones asistenciales- a determinadas
tareas que requiriesen mayor fortaleza, como partir la leña, escaldar la ropa,
etc. En cuanto al de la hospitalera, por el contrario, las fuentes son un poco
más explícitas, registrando que consistía en estar "en el dicho espital e
alvergar los pobres e alinpiallos" (116). En definitiva,
consistía en el desempeño de una serie de atenciones mínimas, imprescindibles y
necesarias para el mantenimiento cotidiano y cuidado asistencial.
En cualquiera de los casos, parece ser
que una de las condiciones para ocupar el cargo era que residiesen de una forma
habitual en las dependencias del hospital, en función de lo cual se les retribuía,
por estar en el hospital (117). Ello se
incluía también en el caso del portero, dado que al poco tiempo de tenerse
noticias de la presencia de éste en el hospital, se rehabilita una de sus dependencias,
"el xaraiz del espytal que se dio donde estuviese la de Alonso López, el
portero" (118).
Nada, en cambio, se menciona de personal
sanitario de otro tipo, como médicos o boticarios, lo que lleva a concluir lo
ya dicho antes, que no ejercían sus funciones en él y que el tratamiento de beneficencia
se llevaba a cabo, fundamentalmente, en función de la pobreza, no de la
enfermedad.
Adelina
ROMERO MARTINEZ
Luis
Rafael VILLEGAS DIAZ
Universidad
de Granada
86 Consta por
numerosos ejemplos y casos que en una misma cama solía dormir más de un enfermo
o de un pobre, según el caso. Cfr. MOLLAT, Les pauvres, p. 122.
87 Por lo que
respecta al mobiliario y enseres con que solían contar estos centros, puede
consultarse, a modo de ejemplo, PEINADO SANTAELLA, "La asistencia a los
pobres", pp. 399-400.
88 Tal capacidad
se puede deducir de una noticia de 1499, cuando se presenta una pequeña
relación de prendas: hacer 8 colchones, 8 pares de sábanas, 16 almohadas,
"para ocho camas para el espital" Cfr. Cuentas 1498-99, núm. 25.
89
Según
MOLLAT podría establecerse una media general para Europa entre 25 y 30 camas
por hospital, aunque los de la Península Ibérica fueron, salvo en algunos
casos, más modestos. Cfr. Les pauvres, pp. 180-182. La cifra más frecuente
parece ser la de 12, número que parece seguir la letra evangélica y conforme,
en este sentido, con el número de los apóstoles. También hay que decir que
bastaba que una institución tuviera dos o tres camas para que fuera considerada
hospital.
90 Cfr. la nota
88. Era frecuente en la época que una misma cama sirviese para atender dos
enfermos.
91 Resulta
arriesgado afirmarlo contundentemente, dado que se desconoce si la realización
de nuevos colchones o almadraques que registran las fuentes, fueron en
sustitución de los ya deteriorados o para una ampliación.
92 " Gastó...
en doscientas varas de brete..., e en onse arrovas de lana grosera lavada..., e
del curar el dicho brete..., e de hilo..., e del traer la lana..., e de la
hechura de los colchones e de las sávanas..., e de ocho yxergas para las
camas..., lo qual todo se gastó para haser ocho colchones e ocho pares de
sávanas e deziseis almohadas para ocho camas para el espital". Cuentas 1498-99
núm. 25.
93 Cfr.
Diccionario de Autoridades, Madrid, 1979, s.v. En dicha obra se pueden
encontrar los términos "xerga" y "xergón", que se han
estimado como sinónimos de los vocablos utilizados en la documentación.
Conviene, no obstante, apuntar que de significar un tejido de baja calidad,
pasó a indicar el objeto elaborado con la misma. Sobre la evolución del
vocablo, puede verse MARTINEZ MELENDEZ, Ma. C., Los nombres de tejidos en
castellano medieval, Granada, 1989, pp. 106-111.
94 En la región se
conoce por masiega el conjunto de vegetación ribereña, carrizo y anea
principalmente.
95 La deducción
viene avalada por otras noticias, pues años más tarde se recoge: "y en
lana para los colchones viejos". Cuentas 1519-20, núm. 6.
96 En cuanto al
ajuar de las camas, a modo de ejemplo, puede verse el que teman los pobres del
hospital de Santa María la Real de Burgos. En este sentido se observa el
contraste existente entre 1342, 1450 y 1503. MARTINEZ GARCIA, La asistencia a
los pobres, pp, 40-41 y 133-134.
97 Es éste un
término del que no se ha podido determinar su significado exacto. Se encuentra
definido como ’’cepo o prisión estrecha de hierro, que se pone a los reos en
los pies, para que no puedan huir. Covarrubias dice que es el potro en que se
da tormento a los delincuentes". Diccionario de Autoridades, s.v. En
cualquier caso, el término no parece totalmente desconocido dentro del
vocabulario textil medieval, bajo la grafía brote, aplicado a paños de Arras,
aunque no se aprecia aquí como muy exacto el significado proporcionado por
MARTINEZ MELENDEZ, El nombre de tejidos en el castellano medieval, p.139, nota
5, de que se tratase de un paño adornado con dibujos de plantas. En el presente
caso, al precisarse en la compra la cantidad por varas y en cuantía elevada, se
ha estimado que debe de tratarse de algún tipo de tejido, que pudiera servir a modo
de cobertor, como se indica. Y dado que la fuente habla de "curar"
ese material en cuestión, quizá se pueda entender que se trataría de un paño
grueso y poco refinado, al que no se le hubieran aplicado procesos de
refinamiento.
98 "En çinco
mantas de borra nuevas para el espital de la dicha Hermandad". Cuentas
1498-99, núm. 38. La compra realmente se efectua en 1500, el 9 de septiembre,
aunque el gasto se carga al remanente de las cuentas de los años anteriores, mecanismo
usual que permitía cobrar las cantidades que se adeudaban a la Hermandad.
99 Con este fin se
compraban cargas de leña, ceniza y, en dos ocasiones es citado el jabón
"De xabón para las sávanas y colchón del espital". Cuentas 1504-05
núm. 15. Sirvan estos párrafos para aclarar más esta cuestión: "Otrosy que
dió para leña e ceniza para escaldar los colchones del hospital, e para
hazerlos". Cuentas 1502-03 núm. 32. Hay un dato que hace sospechar el
establecimiento de fechas fijas para estas funciones. Una bien pudiera ser la
Pascua del Espíritu Santo: "Más otra carga de leña para la Pascua de
Spíritu Santo, para escaldar la ropa". Cuentas 1510-11, núm. 28. Ver
también la nota siguiente.
100
"En
leña para escaldar la ropa de los pobres del espital e haser e desaser los
colchones y escaldallos”. Cuentas 1509-10, núm. 32.
101
Aunque
con más claridad a finales del periodo estudiado: "gastó en quarenta e
quatro varas de angeo que conpró... para faser sávanas e colchones para el
espital de la Santa Hermandad porque dello tenía nesçesidad, asy mismo se
repararon e adobaron otros colchones questavan rotos". Cuentas 1525-25,
núm.23.
102 Todos ellos
durante un período de tiempo muy reducido, entre junio y septiembre. De los
trece primeros se tienen noticias en 25 de junio de 1507: "que dió por
haser siete sepolturas de siete pobres que murieron en el espital de la Hermandad
setenta maravedís. Que dió por haser otras seys sepolturas de seys pobres
sesenta maravedís." Cuentas, 1506-07, núm. 22. Las seis restantes en 10 de
septiembre del mismo año: "de haser una sepultura para enterrar un pobre
del espytal e enterrallo, catorze maravedís. De haser otra sepoltura a otro
pobre y enterrallo, diez e syete maravedís. De otra sepoltura para otro pobre,
quinze maravedís. De dos sepolturas para dos pobres, quinze maravedís. De otra
sepoltura para otro pobre y enterrallo, diez e syete maravedís". Cuentas
1506-07, núm. 28. No resulta, pues, descabellado pensar que se trató de un
brote de peste, desencadenante último de unos años de crisis que se venían
produciendo desde 1505. Un nuevo brote, esta vez con menor virulencia, al
parecer, parece registrarse en el verano siguiente.
103 Lo que es común
a todos ellos es su condición social; de todos se dice que son pobres.
104 Las fuentes
registran que se hacen un total de siete nuevos colchones, cantidad que resulta
sorprendente, cuando menos, pues casi vendría a duplicar la capacidad inicial:
"De hilo y hechura de un colchón del espital qatorze maravedís..., de hilo
y hechura de otros tres colchones..."; "dos yxergas para dos
camas..., de hilo para tres colchones que se hizieron..., de hechura a la que
los hizo..., de lienzo para remendar los almadraques que se hizieron..., quatro
cargas de paja para las camas..., otras dos varas destopa para remendar otro
colchón". Cuentas 1506-07, núms. 22 y 28 respectivamente.
105 Es probable que
la institución no contabilizase las donaciones que pudiera recibir el centro,
pues no tendrían la consideración de rentas continuas y, en consecuencia, el
mayordomo, contra el que se libraban los gastos, no tuviera necesidad de anotar
para su justificación posterior tales ingresos.
106 Su grafía
correcta sería "angeo", que es un lienzo de estopa o lino basto y
grosero, '’que se trae de fuera de estos Reinos, y comunmente de la provincia
de Anjou, por cuya razón se llama angeo". Diccionario de Autoridades, s.v.
107 Véase más
arriba la nota 104.
108 "Comprar
lienço para las camas del espital de la Hermandad, porque no avíe sávanas en
las camas de los pobres". Cuentas 1510-11, núm. 3
109 Se puede
comprobar cómo se pasa del lienzo a la estopa para las sábanas, o bien "de
brete" como se halla en las Cuentas de 1519-20, núm. 6.
110 Cuentas
1510-11, núm. 3.
111
De
hecho se tiene noticia de la compra de "dos baçines de barro para los
dolientes". Cuentas 1502-03, núm. 32. Lo mismo puede apreciarse en las
muertes acaecidas en el año 1507, véase nota 102.
112
"Que
dió por amor de Dios de comer a una pobre del espytal". Cuentas 1506-07, núm.
22.
113 Un hecho tal
resultaba práctica corriente en este tipo de centros, como puede observarse en
el caso de Burgos. Cfr. MARTINEZ GARCIA, La asistencia a los pobres, p. 133.
114 "A Martín
Sánches, espitalero del espytal de la Hermandad, del tienpo questovo en el
espytal". Cuentas 1501-02, núm. 28 y Cuentas 1502-03, núm. 16. "Más
gastastes en dar a la d’Escobar, mientras que non ovo espytalera". Cuentas
1501-02, núm. 53. "A Leonor, la espitalera... dende el día que se fue la
otra que tenía el espital". Cuentas 1501-02, núm. 46.
115
"Más
que dio al espytalero y a Alonso Lopes, portero, para carne a la Pascua".
Cuentas 1506-07, núm. 22. Se desconoce el sueldo que pudiera percibir por los
servicios prestados, sólo la noticia ofrecida del regalo de carne en Pascua
Florida.
116 Cuentas
1504-05, núm. 42. Entre los cometidos señalados en estos casos para el Campo de
Calatrava se citan: tener limpio el edificio y dispuestas siempre las camas.
Cfr. TORRES JIMENEZ, Religiosidad popular, pp. 126-127. Por lo que respecta al
salario que ésta percibía, era de 750 mrs. y una carga de leña. En esta misma
partida se puede comprobar el hecho, siendo la cuantía de la leña de 136 mrs.
En otras ocasiones se dice que se le daba la leña, según la costumbre, por
Navidad. En este mismo sentido, posiblemente fuera igualmente costumbre la
compra de carne en Pascua Florida. Véase la nota anterior. En Ciudad Real la
cantidad empleada resulta más elevada que la que recibía, por ejemplo, la
hospitalera de Martos por esas fechas, 150 mrs. Cfr. SOLANO RUIZ,
"Aspectos de la pobreza", p. 365.
117 No resulta nada
extraño, pues parece que era norma frecuente, al menos en los casos que se han
estudiado.
118
Cfr.
Cuentas 1506-07, núm. 28.
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