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sábado, 9 de enero de 2016

CIUDAD REAL Y SUS ANTIGUAS CALLES


Hasta bien entrado los años ochenta del pasado siglo, aún existían calles en la vieja morería, que sus edificaciones eran casas de una planta y que actualmente son calles irreconocibles, como la fotografía que publico de la calle Enmedio

Como le interesaba al profesor Entrambasaguas conocer los emplazamientos de las antiguas judería y morería de Ciudad Real, cuando estuvo el pasado mes de mayo en nuestra ciudad le acompañe una mañana a dar un paseo por dichos lugares. Fuimos primero a la calle del Lirio, pues la verdad tenía mucho interés en llevarle a que viera ese grato rincón, que no llega a ser propiamente una plaza, donde comienza la calle del Compás de Santo Domingo. Allí creo que estuvo el atrio y la pequeña lonja, el compás, del convento de dicho nombre edificado hacia 1399, precisamente en el lugar que ocupaba la iglesia de San Juan Bautista antes la Sinagoga Mayor,  desaparecida después de la matanza de 1391 y del incendio de 1396.

Creo que dicho profesor no se decepcionó y supo apreciar todo el encanto de aquel apacible rincón, donde el verdor de un pequeño árbol solitario, un plátano, destaca entre el blanco de las casas, también pequeñas. Cerca cruza la calle actualmente llamada del Comandante López Guerrero que en tiempo fue la “rúa” principal de la “judería”, que limitaban la Ronda de Calatrava y las actuales calles, de este nombre, de la Paloma, de la Lanza y de la Mata. Por cierto que la de la Paloma en tiempos se denominó de Leganitos, nombre que conserva actualmente una calle de Madrid y que creo que es una corrupción de la voz árabe algannet que significa huertas.

Al desaparecer la Aljama en 1391 su rúa principal pasó a llamarse calle Real de Barrionuevo. Luego al establecerse el tribunal del Santo Oficio en Ciudad Real, se denominó de la Inquisición y más tarde en el siglo pasado, de la Libertad. En la misma, esquina a la de Lirio estuvo el edificio del mencionado tribunal, del que sólo queda un arco mudéjar incrustado en una construcción moderna, según me mostró el señor López Salazar en uno de nuestros paseos por las viejas calles de Ciudad Real.

Pero dejémonos de disquisiciones históricas para volver de nuevo al rincón donde un árbol solitario parece meditar, sin querer saber nada de la historia del lugar donde crece. La verdad, es que nunca había pasado por allí de noche, pero pensé hacerlo en cuanto pudiera, sospechando que su atractivo sería mucho mayor.

Así fue en efecto; en el ambiente silencioso y tranquilo de la noche el pequeño rincón resulta más acogedor. Tal vez había demasiada luz en la calle del Comandante López Guerrero, pero pasada la encrucijada, en la del Lirio, los faroles con los cristales esmerilados daban al ambiente un carácter apacible, casi misterioso. La calle estrecha, ligeramente ondulada, baja hacia la Plaza de las Monjas, otro rincón agradable. Unos árboles, olmos asiáticos, colocados sin orden y la vieja fachada de un convento.

Por una estrecha y tenebrosa callejuela salí a la calle de Calatrava. En ésta, el rincón donde termina la del Jacinto y la del Lirio, se llamó en tiempos de la Inquisición “La Cruz Verde” y tal vez fuera allí donde se celebrasen los autos de fe. En Madrid en lugares bastante distantes existen actualmente una plaza y una calle que conservan el nombre de la Cruz Verde, que resulta ahora un poco extraño. Parece ser que terminadas las ejecuciones dictadas por el Tribunal, se colocaba una cruz de madera de color verde en el lugar donde se habían realizado. Primero esto ocurría en el actual emplazamiento de la Plaza, cuando Madrid terminaba en la Puerta de Guadalajara, en la calle Mayor. Después en el de la actual calle, cuando la villa ya llegaba hasta la Puerta de Santo Domingo y a extramuros se realizaban los Autos de Fe.

Pero el paseo nocturno no ha terminado y hay que volver a Ciudad Real para llegar a la Plaza de Santiago, más cuidada y naturalmente de más interés artístico, con su vieja iglesia. Luego sigamos por las calles Ángel y de la Estrella, típicamente manchegas con su rudo empedrado como diría Miró, y por la de Alta Gracia, con el convento de las Monjas Dominicas  cuya recia y artística portada agradó mucho a una persona tan competente en estas materia como el catedrático de Historia del Arte señor Azcárate, que en los ratos libres que le dejaba la ingrata tarea de los exámenes de reválida, gustaba perderse por el piélago de las calles de la ciudad. En fin, pasamos a la Plaza de Agustín Salido, y por último por la calle del Jacinto a la de Toledo, saliendo de ese barrio, que especialmente por la noche, bien merece la pena de ser visitado.

Carlos López Bustos. Diario “Lanza”, jueves 9 de noviembre de 1967, página 3
 

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