Dibujo
de Alarcos publicado en 1884 en el Semanario Pintoresco Español
A
la distancia de unos cuantos kilómetros de esta metrópoli manchega, se levanta,
con otros encadenado, un gigantesco cerro que allá en remotas edades sirvió de
asiento a una belicosa ciudad de la región Oretana.
Ese cerro es el llamado de Alarcos;
nombre heredado de la ciudad de referencia, destruida durante las seculares luchas
entre la cruz y la media luna: y sobre su amplia meseta o vasta atalaya desde
la cual se divisan los más lejanos horizontes, se eleva como única y sagrada reliquia
de la que fue populosa urbe, el tan venerando e histórico santuario de Alarcos,
cuyo templo es el único edificio que ha resistido, según rezan las tradiciones,
a la ruina de la floreciente población, asolada por el feroz fanatismo
mahometano.
La acción demoledora del tiempo no ha
podido destruir con su piqueta poderosa... aquella ermita cercada de almenados
muros, de sencilla al par que sólida construcción.
Según la Historia, Alarcos, (Larcuris),
la antigua Alarcos, fue en aquellas edades teatro sangriento de una tristemente
célebre batalla contra la morisma, en cuya dura refriega llevamos la peor
parte, pues no se libraron del alfanje moruno otros cristianos, que los que se refugiaron
en el templo y los que, rompiendo el cerco, lograron escapar de la ciudad
asaltada.
La extensa zona de Alarcos donde, ora al
descubierto, ora a flor de tierra, se tropieza con restos de cerámica, de obras
de fábrica y de diversas cimentaciones; evoca mil recuerdos al viajero
inteligente, y sobre todo al historiador y al arqueólogo, pues en esas
vivientes ruinas, conjunto de fragmentos y montón de cosas que fueron; en ese
maravilloso silabario... leen los doctos lo que de notable tuviera la ciudad
destruida, y cómo era aquella civilización, aparte de otras investigaciones
curiosas que instruyen y recrean el espíritu del observador.
Al contemplar el santuario, y el cerro,
y los mil vestigios que atestiguan haber existido en aquellos guerreros
tiempos, amplias fortalezas, fosos enormes y otras construcciones atrevidas levantadas
para la guerra contra los pueblos invasores, no queda otro recurso que sentir
admiración y gratitud hacia nuestros antepasados que heroicamente y por
instinto de raza supieron defender hasta la muerte los bellos ideales de...
patria y religión.
Flota en torno a la Virgen de Alarcos,
una deliciosa y amorosa brisa de religiosidad y veneración que adormece el alma
de los devotos que ascienden a la ermita a cumplir promesas ofrecidas en
momentos de angustia, cuyos altares son objeto de peregrinación constante para
muchos creyentes fervorosos, como lo prueba el gran número de exvotos que
existen en el camarín de la Imagen, e infinidad de cuadros que acusan hechos
conceptuados como milagrosos.
El elevado cerro de Alarcos, lugar donde
se levanta el Santuario, cuya conservación está relegada a la munificencia del
Ayuntamiento y el celo de los Mayordomos eclesiásticos... presenta un
fantástico aspecto por sus empinadas cumbres y sus insondables abismos, ostentando
como principal vegetación... el césped, el tomillo, la mejorana, el romero y otras
plantas olorosas, que hacen de aquel sitio un paraje apetecible, poblando el
ambiente de gratos y suaves perfumes.
Las cimas de esta cordillera se ven
coronadas por una especie de crestería formada por multitud de escarpadas
rocas, apareciendo desde lejos como gigantescas moles recostadas en aquellas
alturas inaccesibles.
El roqueño solar de Alarcos, con sus
recuerdos históricos y religiosos y las remembranzas de las épocas de
dominaciones árabes, sobre que despierta infinidad de recuerdos a la generación
presente, es un rico arsenal de noticias para las investigaciones de la ciencia
arqueológica y una perenne fuente de inspiración para la narración y la
leyenda.
Vida
Manchega, Revista Ilustrada. Número 251, Ciudad Real 10 de mayo de 1920, página
7.
No hay comentarios:
Publicar un comentario