En el principio fue el periodista. Sí,
señores, los padres de muchas realidades urbanas y rústicas –obras, monumentos,
embalses, conmemoraciones, mejoras, regadíos, edificios y demás- han sido las
campañas de prensa: un periodista lanzó la idea, otro u otros la recogieron y
airearon, alguna autoridad sensible la adoptó y emprendió y otras sucesivas la
terminaron e inauguraron. Pero buscando, buscando, en el origen estuvo el
periodista: hombre quizá más de palabra (escrita) que de acción, más de ideas y
sentimientos que de obras y realidades. Pero hombre, eso sí, de iniciativas, de
horizontes amplios, de espíritu observador y de alteza de miras, porque quiere
se hagan cosas buenas y no le importa si los demás se adornan con plumas que no
les pertenecen.
Ahí tenemos el monumento a Cervantes. No
discutamos ahora si está mejor o peor conseguido. Ciudad Real, capital de la
Mancha, porque lo es de la provincia más extensamente manchega, pagó su tributo
a quien la hizo universalmente famosa. El monumento a Cervantes enaltece a la
figura cumbre de nuestras letras y honra a nuestra ciudad. Y el padre de esa
criatura de bronce y piedra fue un periodista: Ramiro Ruiz Álvarez, redactor de
“La Tribuna”, oficial administrativo del Ayuntamiento y empleado al final de su
laboriosa jornada en la Secretaría de la Academia, que todo eso había de hacer
para vivir decorosamente, pues lo del pluriempleo no es novedad lujosa, sino
necesidad aguda de todos los tiempos.
Ramiro Ruiz, el manco Ramiro -¿sería
esto de la común manquedad un motivo más de admiración y pleitesía del humilde
periodista hacia el glorioso de Lepanto?- publicó un artículo en “La Tribuna”
propugnando la erección en Ciudad Real de un monumento a Cervantes. Esto era el
29 de agosto de 1914. Pues bien el monumento se inauguró el 16 de abril… de
1927. Casi trece años no es demasiado, máxime si lo comparamos con otros
problemas –huyo de eso de “la problemática”- que todavía colean aun cuando se
haya afirmado centenares de veces su definitiva solución.
Ramiro lanzó la idea. La recogió más
tarde “Vida Manchega”, que entonces era revista, y la aireó la prensa local de
todos los matices. Al cabo de los años se anunció un concurso nacional de
proyectos, con un premio único de 20.000 pesetas. Se presentaron algunos, no
muchos porque el premio no incitaba a los consagrados. Y el jurado otorgó el
galardón a un artista manchego y ciudarrealeño además: a Felipe García
Coronado, joven entonces de 23 años, de quien pronto tendremos ocasión de
hablar.
Y emprendió su obra. Y ya estaba casi
terminada, cuando la suscripción pública apenas rebasaba las 12.000 pesetas. Se
intensificó la campaña de prensa y se hizo una gestión ante el Capitán General
de la primera Región Militar, quien donó los 3.000 kilos de bronce y latón que
se precisaban para la estatua. Al fin, para abreviar, quedó terminado,
emplazado e inaugurado el monumento en solemne ceremonia que presidió el
Director General de Agricultura, señor Vellando.
Ahí tenemos al autor del Quijote en su
pedestal con magníficos altorrelieves supremo acierto del escultor.
Francisco
Pérez Fernández. Efemérides Manchegas, diario “Lanza”, 29 de agosto de 1970.
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