Según teníamos anunciado a nuestros
lectores, el pasado domingo hizo su solemne entrada en esta población, el
Ilustrísimo señor Obispo de esta Diócesis, Prior de las Ordenes Militares,
Doctor D. Javier Irastorza Loinaz.
Desde la venida a esta capital, hace más
de diez años, de su Majestad el Rey D. Alfonso XIII, no recordamos se haya
tributado a autoridad ó personaje alguno recibimiento más entusiasta, acogida
más cariñosa, salutación más sincera y espontanea, que la tributada al joven
Prelado que hoy, para dicha nuestra, gobierna esta Diócesis.
Ciudad Real entero, valga la frase,
lanzóse a la calle; de los pueblos cercanos vinieron muchos forasteros; en los
balcones lujosamente engalanados las más bellas de nuestras paisanas, apiñábanse,
ávidas de saludar al nuevo Pastor, lazándose palomas y flores desde algunos de
ellos; arcos, banderas y gallardetes lucían en todas las calles del trayecto;
las campanas locas de placer, volteaban sin cesar y un día hermoso, del sol
espléndido, marceño, sucedió a los anteriores, grises, opacos, tristones, como
si hasta la Naturaleza quisiera asociarse al agasajo de un pueblo creyente a su
sabio Prelado.
Con el Sr. Irastorza vinieron desde la
Corte, para acompañarle en tan transcendental acto, los señores duque de San Fernando,
marqués de la Romana, marqués de Melgarejo, barón de Planes, conde de Casa
Rojas, el hijo de la marquesa de Pardo Bazán, conde de Ardales del Río, marqués
de Ancha, y otros cuantos señores, todos
pertenecientes a las Cuatro Órdenes militares de Montesa, Alcántara, Calatrava
y Santiago, además de muchos amigos particulares del nuevo Obispo.
En todas las estaciones de la provincia,
numerosas comisiones y gran muchedumbre salieron a las respectivas estaciones a
saludar al Sr. Irastorza.
Con tal motivo, el tren especial llegó a
ésta con algunos minutos de retraso que sirvieron para aumentar la natural
impaciencia del público.
Después de saludos y presentaciones
múltiples, organizóse la comitiva, yendo primeramente al Ayuntamiento, donde el
ilustre Prelado, revistóse de Pontifical, con mitra, báculo y capa pluvial y después
a la Catedral donde cantóse solemne Te Deum, subiendo al pulpito acto seguido
el señor Irastorza, pronunciando elocuentísimo discurso en que saluda al
pueblo, exhortándoles a amarse como hermanos bajo la intercesión de la Virgen
del Prado y termina dando la bendición, que es recibida con gran fervor por
todo el pueblo.
Arcos
é Iluminaciones
Un precioso y artístico arco, obra del
laureado artista y profesor de Dibujo de este instituto D. Feliciano Martín
Cañamero, instaló el Ayuntamiento en la calle Ciruela.
Otros se colocaron por el Cabildo, la
Cámara de Comercio y la Academia de Enseñanza, en la Plaza, en el Prado y en la
puerta de la Academia, todos ellos de gran gusto y el profesor de esta Escuela
de Artes y Oficios construyó otro muy bonito por encargo de la Diputación y que
fue colocado en el Pilar.
En dicha noche lucieron en todos los
centros oficiales y muchos particulares, artísticas iluminaciones que gustaron
mucho, llamando muy justamente la atención las instaladas en Teléfonos y en la
Casa Mur, obras ambas del joven y hábil artista D. José Mur, por lo que recibió
innumerables felicitaciones.
Otros
actos.
En el Palacio del Señor Obispo celebróse
gran recepción popular, desfilando por delante del trono y besándole el anillo,
comisiones, autoridades y personas de todas las clases sociales, que
testimoniaron al nuevo Prelado su saludo y bienvenida.
En el Ayuntamiento, a las siete y media,
hubo un té de honor, quemándose mientras en la Plaza de la Constitución
preciosos castillos de fuegos artificiales, celebrando las Bandas municipal y provincial
escogidos conciertos.
El señor Irastorza, para conmemorar su
entrada, mandó repartir numerosas limosnas entre los pobres y Asilos, dando una
comida extraordinaria a los reclusos de esta Cárcel.
EL LABRIEGO se asocia sinceramente al
homenaje de simpatía á que es acreedor el Ilmo. Sr. D. Javier Irastorza, Obispo
Prior de las Órdenes Militares, por sus singulares dotes personales y le
reitera su adhesión y respeto.
Diario
“El Labriego”, Ciudad Real 7 de febrero de 1915.
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