En
mi barrio perchelero
dadme
una calle cualquiera…
con
temblor de luna llena
calleja
de limpia cal
besando
claveles rojos
que
gritan desde una reja
con
voz ardiente de fuego
loca de sangre y de pena…
Calles
con nombre de flor
-Jacinto,
Lirio, Azucena-
¡Qué
buenas calles, Señor,
para
mirar las estrellas
y
clavar en cada una
-con
el fervor de quien reza-
mitad
canto y oración,
el
temblor de una saeta!
Esa
Saeta que brota
en
claras noches manchegas…
¡Ay,
noche de Jueves Santo
cuando
allá en San Pedro suenan
solemnes,
pausadas, tristes,
doce
campanadas llenas
del
angustiado dolor
de
la infinita tristeza
que
acompañará a Jesús
-morada
flor nazarena-
a
quien el martirio dobla
y
a quien la angustia despeina!...
Así
el aire doncel
de
la primavera nueva
nos
va trayendo y llevando
la
Pasión ciudarrealeña:
Dolorosa
de Santiago,
¡Virgencita
perchelera
que
aunque es humilde tu barrio
te
dio el empaque de reina!...
¡Triunfal
domingo de Ramos
ramos
de olivo y palmera,
Paso
de la borriquilla
estampa
infantil y tierna;
Mañana
del Viernes Santo,
mañanita
que el sol besa
con
resplandores y lumbres
con
color y luz de fiesta…
Calle
de la Mata arriba,
entre
clamor y trompetas
y
redobles de tambores,
se
abre la magnificencia
de
bordados estandartes
en
la procesión que cierra
el
buen Cristo del Perdón
y
de las Aguas. ¡Que añeja
evocación
la que trae
de
sus Cruces la silueta!...
Y
en la tarde de los “armaos”
estampa
sencilla, ingenua
van
a golpe de tambor
con
capitán y bandera
a
custodiar el Sepulcro
que
allá en la Merced espera…
¡Virgen
de la Soledad
quien
solo una vez te viera
nunca
te podrá olvidar,
custodiada
por mujeres
blancas
las caras de pena,
blanco
cirio en blancas manos,
y
negra mantilla, negra
que
tejieron desveladas
encajeras
almagreñas…
Compas
de Santo Domingo,
que
bien conocen tus piedras
el
pisar de penitentes
-negro
el capillo y las vestas-
que
en teoría devota
sombra
y silencio proyectan
sobre
tus viejas paredes
de
sabor y traza hebrea
y
hoy de hondo sentir cristiano
que
se estremece y aún tiemba,
al
paso del Redentor
-tronchado
lirio de cera-
Cristo
de la buena muerte,
lección
de fe y penitencia
que
en viacrucis de amor
callados
hermanos llevan
entre
la noche y el día,
cuando
ya el alba nos llega.
Silencio,
silencio augusto
en
la madrugada quieta…
Tan
solo un tambor, redobla
Roncos
redobles de pena,
que
se apagan lentamente
porque
en el aire se mezclan
nardos
de blancos perfumes,
nardos
de la voz aquella,
que
dispara hacia lo alto,
el
temblor de una saeta…
Por
mi barrio perchelero
por
una calle cualquiera,
calle
con nombre de flor
-Jacinto,
Lirio, Azucena-
abril
rondador nos trae
las
pasionarias que llegan
sencillas,
sentidas, hondas
como
es el alma nuestra;
luminosa
y recatada:
¡SEMANA
SANTA MANCHEGA!
Pedro
Alpera (Composición original expresamente compuesta para el Pregón de la Semana
Santa de Ciudad Real 1952)
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