Y ¡claro!, nuestro Ayuntamiento indicóle la fecha de la proclamación, el 15 de febrero, para que Maldonado como Alférez mayor llevara el estandarte real. Con toda puntualidad llegó Don Vicente, pero como era «muy económico», a pesar de su brillante posición, no había sacado más título que el de Alguacil mayor y no el de Alférez, y al enterarse el Ayuntamiento se opuso a que lo ejerciera. Se aplazó la proclamación y acudieron unos y otros al Monarca y éste menoscabando la razón que tenía el Concejo, acordó que: «Don Vicente Maldonado, vecino de Salamanca, a la mayor brevedad, levante el pendón en mi Real nombre, como Alférez mayor de Ciudad Real, regalía propia de su casa, y mando a la Ciudad le guarde y cumpla todas sus regalías y preeminencias como a tal Alférez mayor, y como si hubiera pasado el título por mi Real Cámara, y sin perjuicio de otras regalías que goza y tocar pueda. Y anulo todos los estatutos, usos y costumbres que se opongan a esta mi Real voluntad, prohibiendo cualquier recurso de súplica u en otra vía, pues es mi Real animo tenga efecto en todas sus partes lo que aquí decreto.»
Acatando la
voluntad regia se fijó la fecha de la proclamación para los días 8, 9 y 10 de
marzo y se pregonó con acompañamiento de música y tambores, ordenando a los
vecinos que adornasen sus balcones e iluminasen durante las tres noches. Y el
día 8, a las nueve de la mañana pasaron aviso al Alférez mayor y con lucido
acompañamiento se presentó en las Casas Consistoriales, donde fue recibido con
los honores anejos a su cargo, entregándole el Corregidor la enseña real y
sacándola al balcón central se hizo la proclamación y se suspendió el acto
eclesiástico hasta las tres de la tarde. A dicha hora el Concejo en pleno, con
traje de gala y en caballos lujosamente enjaezados fueron al domicilio del
Alférez y desde allí y en su compañía tornaron a las Casas Consistoriales para
recibir el pendón y marchar a la iglesia de Santa María del Prado, donde les
esperaban las tres parroquias y el Vicario eclesiástico, entrando formados en
el interior del templo, procediéndose con el ceremonial de costumbre a la
bendición de la enseña real y después de hacerlo y dar los gritos de ritual,
recorrió la comitiva varias calles, repitiéndose la proclamación y regresando a
la Casa del Concejo, donde el pendón quedó depositado en el balcón del centro,
entre los retratos de sus Majestades. Terminado este acto, a las seis de la
tarde, la comitiva municipal acompañó al Alférez hasta su casa, y este les hizo
subir donde había preparado «un espléndido y costoso refresco» del que
disfrutaron no sólo los regidores, sino también toda la nobleza, el tribunal
eclesiástico, los superiores de los conventos, los oficiales de la brigada de
Carabineros y el Regimiento de milicias y de otros regimientos que habían
acudido de otras poblaciones por invitación de Maldonado. Dijose que este
convite lo había organizado y dispuesto la ilustre esposa del Alférez, nuestra
bella paisana, a lo menos ella fue la que hizo los honores de la casa con una
delicadeza admirable.
Pero el Ayuntamiento sin saberse por qué había preparado otro refresco que se consumió después, cosa que causo general extrañeza, y molestó al Alférez mayor «que difirió a ella por evitar desazones» pero sin echarla en saco roto, como veremos después.
Al día siguiente y siguiendo la costumbre de otras proclamaciones se fue a recoger al Alférez a su casa, yendo con el procesionalmente desde las Casas Consistoriales hasta la iglesia del Prado donde, después de oír misa y cantar un Tedeum, el Alférez mayor hizo entrega del pendón real al cura de la parroquia para que se guardase en el templo.
En el libro manuscrito 1018 del archivo de la iglesia Parroquial la Mayor de Santa María del Prado, folios 18 y siguientes, se relata con extensos detalles esta proclamación, aunque nada dice del incidente dado a conocer por un documento municipal.
Y acabada esta proclamación, Maldonado y su esposa marcharon a Salamanca, pero a últimos de julio volvieron a esta Ciudad. Años ante se había instituido la fiesta de la Pandorga, que corría a cargo del Alférez mayor, fiesta en que, además de la típica serenata de bandurrias y guitarras, actuaba también un cuadro de bailes regionales, pero por lo visto el primogénito del Marqués de Castellanos que, como buen salmantino, guardaba sus fervores religiosos para la Virgen de la Vega, y le tenía sin cuidado los que inspiraba nuestra amantísima Patrona, puso un pretexto y deslució las fiestas de agosto de aquel año, suspendiendo la Pandorga.
Causó la medida
enorme impresión y, al momento, no una, sino varias orquestas callejeras
salieron por la noche entonando coplas alusivas, de las cuales, acaso fuera una
de ellas la que ha llegado hasta nosotros y dice así:
Este año no hay
Pandorga,
Virgen del
Prado,
por las
cicaterías
de Maldonado.»
La singular circunstancia acaecida en 1789 del Alférez Mayor Maldonado, a que hemos hecho mención, podría quizá tomarse como referencia del sentimiento popular integrador de la fiesta de la Pandorga en las tradicionales en honor de la Virgen.
De cuanto hasta aquí hemos venido reflejando, podemos extraer las siguientes conclusiones:
1ª.-Nuestros historiadores y cronistas realizan su investigación a través, básicamente, de los archivos de la Parroquia de Nuestra Señora del Prado (Merced); de varios manuscritos reseñados por Ramírez de Arellano, Hervás y Buendía y Delgado Merchán, si bien son R. de Arellano, Balcázar y Sabariegos y Gómez Moreno, quienes se ocupan con mayor intensidad y profundidad en la investigación acerca de la Virgen del Prado.
2ª.- En cualquier acto o manifestación en que participa el pueblo de Ciudad Real, siempre tiene como referente el amor filial hacia su Patrona, teniendo como eje central de su devoción la Iglesia Mayor de Santa María, Parroquia del Prado; después Iglesia Prioral de las Órdenes Militares (Bula de Pío IX-18.11.1875; ejecutoria del 15.03.76 del Arzobispo de Toledo y acta de 4.6.1876) con su Primer Obispo Prior, Dr. Guisasola y primer Cabildo (27.5.1877) y desde el 24.6.1967, Basílica Menor.
3ª.- Con iniciales
referencias a los siglos XVI y XVII, en las procesiones y actos religiosos en
homenaje a la Señora del Prado, participaban músicos, grupos y actores, como
así mismo el pueblo con rondallas y bailes típicos.
4ª.- Podríamos considerar que la fiesta de la Pandorga es una manifestación popular que aparece tras un proceso histórico, con acusado sentimiento festivo, pero siempre imbuido de cuanto significa el amor hacia la Virgen del Prado y que tiene su germen en el señor de la casa que, al concluir las labores del campo tras la recogida de la cosecha, ofrece fiesta y combite, yendo a cantar y bailar delante de la Patrona, y es en el siglo XVIII cuando podría entenderse que se consolida, en el sentido que veníamos expresando, la fiesta, y es él quien contrata el conjunto de instrumentistas y grupos de baile, organiza la fiesta ya en el último día del mes de julio, yendo a cantar a la Virgen y después a las casas solariegas de las Gentes Principales, para después retornar a la propia, donde se ofrece «magnífico refresco». Es esta figura del señor de la casa -«el amo»- reflejo de las virtudes manchegas de hidalguía, caballerosidad, hombría de bien, la que se personaliza con la ya tradicional del Pandorgo.
5ª.- También nos atreveríamos a decir, que es en este periodo (aunque no hemos encontrado más datos entre los disponibles que la referencia de Balcázar), cuando se institucionaliza la fiesta, promoviéndola y tomando parte en ella los personajes más emblemáticos de la ciudad.
Las personas de más edad recuerdan cómo se celebraba la Pandorga a finales del siglo pasado y principios de éste, y a nosotros, nuestros mayores también nos referían su fin primordial de homenaje a la Virgen y el ambiente de paseo y jardines del Prado, con los «aguaduchos» de bebidas refrescantes, grupos de baile y conciertos de la Banda Municipal, siendo el principal referente el popular Francisco García Márquez, alias «Mazantini», el más fiel intérprete del canto y danzas tradicionales manchegas.
Manuel
Alcázar Bermejo. Diario “La Tribuna de Ciudad Real”, domingo 30 de julio de 2000
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