«CANTAR
QUE DEL ALMA SALE
ES
PAJARO QUE NO MUERE;
CANTANDO
DE BOCA EN BOCA
DIOS
MANDA QUE VIVA SIEMPRE». (V. Ruiz de Aguilera)
Hay día: el 9. Hay mes: agosto. Pero no hay año. Ponga el lector el que le plazca desde los siglos XVI al XX, con las excepciones por todos conocidas. Y recuerde la seguidilla famosa:
«Vísperas de
San Lorenzo
a puesta del
sol
bajan a la
Patrona
al altar mayor».
Ella ha estado allí durante todo, el año, en la altura media del retablo de Giraldo de Merlo, en su camarín catedralicio, rodeada de cirios, y exvotos, venerada con misas, fervores y promesas.
«Madre mía del
Prado
tu camarín
de lejos me
parece
cielos para mí».
Pero Ella está siempre cerca: todo lo cerquita que quieran nuestros corazones. Y ahora, desde este 9 de agosto, Víspera de San Lorenzo, la tenemos aquí, frente a nosotros, más dispuesta a escucharnos por lo bajito, más solícita, más acogedora, más próxima, más íntima, más nuestra aunque sólo sea por unos días.
Ya le han cantado en la Pandorga aquello de
«…a la mejor
moza
que hay en
Ciudad Real,
la que lleva en
la espalda
el águila
imperial».
Y ahora comienza el desfile diario, desde el atardecer hasta bien entrada la noche, porque todo ciudarrealeño que se, precie y todos los que con su permanencia entre nosotros se han contagiado ya de esta advocación mariana, saben bien que la Virgen, sea la que fuere, es
«…una estrella
,
que entre todos
los soles
es la más bella»
Dicen que el 10 de agosto es el día más caluroso del año. Eso dicen. Hasta puede que coincida con ello el tormento quemante del mártir San Lorenzo. Y en la tarde caliginosa de su víspera es tradición inmemorial el descenso de la Virgen hasta el presbiterio. La imagen de la Patrona -otra imagen, porque la primitiva fue destrozada cuando la iconoclastia del 36- ya está preparada con su manto de fiesta para recibirnos en estos días ferieros y salir por «su Paseo del Prado y por las calles de «su» Ciudad Real. Ella, según piadosa leyenda del siglo XI, quiso quedarse con nosotros. Y con nosotros permanece, pese a destrucción de imagen, apostasías, olvidos y tibiezas. No es idolatría. Es fervor y cariño contagiosos. Porque hasta de los pueblos, más o menos próximos, vendrán a cantarnos aquello de
«Mañana voy a
verte
Ciudarrealito
y a la Virgen
del Prado
lo primerito»
Antón de Villarreal. Diario “Lanza”, Efemérides
Manchegas, 9 de agosto de 1975
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