¿Habíamos olvidado, por, acaso, la celebérrima fecha del 3 de agosto de 1492, cuando el sábado próximo pasado nada dijimos en este periódico? No, que bien presente teníamos la efeméride histórica, pero en el número de LANZA, salía un notable artículo de Gil Vega San Julián y no era cosa de repetir el mismo asunto en este diario por aquello del latín: “Nom bis in idem”.
Sin aran esfuerzo de la imaginación, nos parece estar viendo en la pequeña plaza del Puerto de Palos, el movimiento inusitado de los Capitanes hermanos Pinzón del gentío de curiosos y marineros que acudían a las tres modestas naves, Santa María. La Niña y La Pinta, que en breve iban a partir para el descubrimiento de un nuevo mundo.
El alma, la inspiración, el corazón y la cabeza de aquella sublime aventura el insigne Cristóbal Colón. se destacaba dando las últimas órdenes.
La emoción en
todos los circunstantes debió ser intensísima, el cuadro sumamente
impresionante, al ver que esos tres barcos iban a buscar por rumbo desconocido
tierras ignotas, pues nadie ni el mismo Colón, creían que darían con un desconocido
continente.
La dotación de las tres carabelas estaba constituida por los más atrevidos aventureros, gente desconocida de todas partes, sin oficio ni beneficio, que decimos hoy pero con el corazón lleno de entusiasmo, y fe ciega en aquel marino genovés de simpática figura que los iba a guiar en los mares desconocidos.
Muchas veces he rememorado esta fecha del 3 de agosto de 1492, pero en los repetidos artículos no pudimos hacer mención, porque lo desconocíamos entonces, que entre la turba masiva de la gente advenediza que nutría las dotaciones de las célebres carabelas, iba también un valeroso manchego, que pasaría a la inmortalidad, aunque modestamente. Se llamaba Diego de Capilla, natural de Almadén, al que dejó Colón en la Española, al frente de un destacamento de valientes Campeones, para que guardaran el fuerte levantado por ellos, hasta que el insigne almirante volviera de su expedición.
Cristóbal Colón, volvió pronto, pero ya ni existía el fuerte ni sus heroicos defensores, pues habían sido asesinados por los indios de aquellos contornos.
Bueno es que en
estos días de agosto, tengamos la satisfacción de descubrir el nombre del hijo
de nuestra tierra, de la querida Mancha, Diego de Capilla.
Emilio
Bernabeu. Diario Lanza, viernes 9 de agosto de 1957
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