Desde mi llegada a Ciudad Real hace poco
más de un mes, pensaba hacer una expedición a Alarcos, la que al fin realicé
hace pocos días en unión de mi amigo D. Ángel Maseda, encargado por la Comisión
Provincial de monumentos de sacar fotografías de la vieja ermita, único resto
de una antigua e histórica ciudad.
Alarcos está situado a siete kilómetros de
Ciudad Real, sobre un montículo que forman hoy las ruinas de la vieja
fortaleza, y en un lugar sumamente estratégico para los tiempos a que se
remonta su historia, puesto que estando enfrente de Calatrava la Vieja cuando
aún no existía la que hoy es capital, de la provincia, antigua aldea de Pozuelo
de Don Gil, y siendo la garganta limitada por ambas fortalezas paso preciso
para la España meridional, desde uno y otro castillo se descubría por completo
el llano y se pedía acudir prestamente á evitar el paso de los muslimes á
Castilla si ambos fuertes estaban en poder de cristianos, ó a impedir la
entrada de los castellanos en Al- Andaluz cuando Calatrava y Alarcos eran
dominios del califato cordobés primero , y de los sultanes abaditas después.
Los historiadores, más seguidos y
reputados opinan que Alarcos fue Laccuris ó Larcuris de los romanos, una de las
ciudades más importantes de la Oretania ; pero nada refieren de su historia,
hasta que en 1078 la conquistó Al-Motamid de Sevilla. Nosotros, aparte del
respeto debido a los historiadores antiguos, creemos que, si bien la fortaleza fue en un lapso de tiempo
muy largo importantísima, la ciudad, no debió pasar nunca de unas cuantas
docenas de chozas, tan pobres y miserables que no han quedado de ellas ni el
más insignificante recuerdo; y nos induce a tomar por cierta esta idea el que
D. Alonso el Sabio, en su carta puebla dada a Ciudad Real, nos dice que tuvo
voluntad de poblar la villa de Alarcos y que probó á hacerlo de fodas guisas,
pero que no pudo, y que también lo, intentaron los otros Reyes
anteriores á él, «é non pudieron, ca era
el logar muy doliente, é por, ningun algo ni por franqueza, que les diessen; nin
que les ficiessen ; non podían hi fincar, ca non podían bi vivir, ca se perdían
de muerte». Esta despoblación de Alarcos fué la que decidió al Rey Sabio en
1255 a fundar á Ciudad Real sobre la aldea de Pozuelo de Don Gil, como lugar estratégico
para contener las demasías de la Orden de Calatrava, que cada vez se hacía más fuerte,
y a la vista misma del principal castillo que poseía aquella ya floreciente y
dominante congregación.
La principal importancia de Alarcos está
en el recuerdo de la derrota que á su vista, entre el cerro y Poblete, sufrió
el ejército de Alfonso VIII el 18 de Julio del 1125, seguida de la toma del
castillo por el caudillo de los berberiscos, el famoso Yacub Al-manzur , que
sólo para esta jornada vino de África pocos días antes. Desde el cerro se
descubre todo lo que fue el campo de batalla, y á lo lejos se divisan Ciudad
Real y Calatrava la Vieja de un lado, VilIaverde de otro, y por el lado donde
se libró el combate, Poblete, y la aldea y alamedas de Villadiego, por donde se
supone que a uña de caballo huyó el Rey derrotado, quedando para eterna memoria
de su fuga una gráfica y antigua frase popular muy usada.
De aquellos tiempos no queda nada en
pie. Sólo unos desmantelados torreones y algunos aljibes, testigos de la
sangrienta batalla, se descubren aún dibujando perfectamente el plano del
castillo, y á alguna distancia se ven parecer de trecho en trecho restos de
murallas que marcan con claridad el lugar que ocupaban dos recintos
fortificados con sus correspondientes barbacanas. Esto, y unas cuantas
moharras, varios hierros de lanza, -dos llaves y un precioso acicate que se
conservan en una vitrina en la sacristía de la ermita, es lo único que recuerda
la importante fortaleza y ciudad de Alarcos, tan memorable en los fastos de la
reconquista de los reinos cristianos.
Hoy se levanta un templo en el lugar que
la fortaleza ocupó. Este edificio curiosísimo está a cargo del ayuntamiento de
Ciudad Real, y ya más adelante hablaremos del modo y forma en que cumple su
misión de conservarlo la corporación municipal. Ahora vamos á describirlo y á
relatar lo que de su historia nos dicen las piedras que lo forman, porque al
hablar de él hay que prescindir por completo de cuanto han dicho los escritores
que en él se han ocupado antes de nosotros, puesto que ni un solo dato de los
consignados hasta ahora merece fe si es histórico, ni vale tenerlo en cuenta
arqueológicamente, según están desprovistos de crítica los artículos que al
mismo se han dedicado en diferentes publicaciones.
El templo pertenece a varias épocas. Su
primitiva planta debió ser mucho más pequeña que la actual, Es probable que en
el siglo XIII se hiciese allí una ermitita muy reducida, en donde se diera
culto á alguna imagen dévota (que con seguridad no es la que hoy se venera); y
se deduce esto de la portada principal, que ocupa el centro del imafronte, la
cual está formada por un arco apuntado rodeado de una ancha y tosca moldura, y
cuya altura es poco más del cuerpo de una persona. Estas dimensiones acusan que
el templo á que daba ingreso había de ser también una capilla raquítica y miserable.
Esta portada no tiene pormenor alguno que la avalore, y parece lo más antiguo del
actual santuario.
El resto del templo, exceptuando la capilla
mayor, es del siglo XIV. En su exterior está formado por muros lisos, en donde
de trecho en trecho se abren estrechas saeteras dispuestas para la defensa,
caso de que el edificio hubiera de servir de fortaleza contra los musulmanes, que
aún poblaban una buena parte de Andalucía. En el imafronte, sobre la raquítica
portada y formando con ella extraño maridaje, se abre un magnífico rosetón
formado por diecinueve rosetoncitos lobulados de bellísima labor mudéjar,
encerrado todo en un marco rehundido y cuadrado. En los costados laterales de
la iglesia se abren dos puertas mucho
más grandes que la principal, y de las cuales la del lado de la Epístola es
apuntada, de ancho arco, con toscas molduras, y la del lado del Evangelio parece
del siglo XV, siendo su arco, escarsano y casi adintelado, sin labor alguna que
la embellezca. La planta de la iglesia está formada por tres naves separadas
unas de otras por arcos apuntados, que se apoyan sobre macizos pilares, en
cuyas caras hay empotradas medias columnas octogonales con capiteles de piedra franca,
adornadas con hojas de cardo y luciendo alguna que otra endriagos y toscas
figurillas. Todos estos adornos; tanto en el corte de la piedra como en los
elementos constituyentes, son análogos a los que decoran las ménsulas y capiteles
de la puerta de Toledo de Ciudad Real, labrada en 1328, y no cabe duda, por lo tanto,
que su origen es del mismo tiempo, diez años antes o diez años después.
Las naves son de altura desigual, más
alta la del centro que las laterales, y los techos, que eran artesonados, están
cubiertos por cielorrasos de cañas y yeso, al parecer de este siglo, y que
desfiguran por completo la estructura interior de la iglesia. La capilla mayor
luce un detestable retablo del siglo XVIII.
Tiene esta iglesia en las cabeza de las
naves laterales dos capillitas que forman los brazos de una cruz latina, forma
total de la planta del edificio, y en ellas hay, en un estado de lamentable ruina,
unos artesonados de alfarjes pintados, y al parecer del siglo XIV, según se
colige de los adornos mudéjares muy obscuros que aún duran de su primitiva
decoración, y he aquí que en estas capillas está lo más importante que se
guarda en el templo y que ha pasado desatendido para los muchos visitantes del
templo, entre ellos de algún ilustre académico que no hace mucho hizo desde
Madrid una excursión á Ciudad Real, y de ésta a Alarcos.
Al hacer el retablo mayor que hoy se mira
se quitó el antiguo, y de entonces deben datar los remiendos de los artesonados
de estas capillitas. En ellos hay unas tablas interesantísimas que deben ser
procedentes de aquel altar mayor, y representan en la del Evangelio a Santa Ana
sentada en un hermoso sitial, teniendo en sus rodillas a la Virgen, y ésta en
los brazos al niño Jesús. Todo está encerrado en un ateo en forma de gablete, y
con adornos de hojas de cardo y cresterías.
La pintura, a juzgar por la materia con que está hecha, por los trajes, telas de los vestidos y pormenores arquitectónicos, es del siglo XIV, y se conserva muy bien, excepto la cabeza del niño, que está perdida casi por completo. La tabla de la capilla del lado de la Epístola es un santo obispo, acaso San Raimundo, fundador de la Orden de Calatrava. Está más deteriorada que la otra y no tan completa. Estas inestimables obras, rarísimas por la fecha de su ejecución, están llamadas a desaparecer si la Comisión central de monumentos no acuerda trasladarlas de aquel lugar al Museo arqueológico nacional, donde deberán colocarse en lugar preferente.
En el altar mayor se conserva una virgen
de piedra, acaso del siglo XIV, pero que ha sido restaurada hace pocos años de
una manera tan inicua que no se puede juzgar lo que pudiera ser en un
principio.
En uno de los muros, y dentro de una
saetera, se conserva un relieve de piedra que representa á Cristo en la cruz, con
San Juan y la Virgen á los lados, en muy mal estado de conservación, por la que
tampoco nos atrevemos á determinar la época.
El ayuntamiento de Ciudad Real hemos
dicho que tiene á su cargo la conservación de este templo. Pues bien: esta
Corporación ha blanqueado con cal los muros, las columnas las ha pintado con
ocre, las portadas con añil, y gracias que ha dejado sin, embadurnar el hermoso
rosetón de la fachada principal. Si sigue la iglesia en sus manos, el día menos
pensado pintará las tablas de que antes hablamos, de modo que se perderán para
siempre.
Sírvales este artículo de aviso á los señores
de la Comisión central de monumentos, ya que a la de Ciudad Real le hace tanto
caso el Municipio como si le hablase de las coplas de Calaínos.
Rafael
Ramírez de Arellano. Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. Año I, núm,
6. Madrid 1 de agosto de 1898
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