La Misa de San Gregorio es un tema de
carácter eucarístico que gozó de gran difusión en las artes plásticas entre
finales de la Edad media y principios del siglo XVI. La escena se hacía eco de
una leyenda que narraba la aparición milagrosa de Cristo sobre el altar en el
que estaba oficiando el santo. Tal y como recoge Louis Réau, la tradición
surgió en la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén de Roma, edificio en el que
habría tenido lugar la presunta aparición(1). La leyenda
afirmaba que estando oficiando la misa, uno de los asistentes dudó de la
presencia real de Cristo en la hostia y que, acto seguido, tras la
correspondiente plegaria del Papa, Cristo apareció sobre el altar mostrando los
estigmas y rodeado por los símbolos de la Pasión. El propio Louis Réau precisa
que la leyenda es muy tardía, porque no aparece en ninguna de las Vita de San Gregorio
ni tampoco la recoge la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine, incorporando
además un posible origen iconográfico para ella, origen que podría estar
relacionado con una imagen animada de Cristo que, separada del muro, se
contemplaba en la bóveda del ábside de la Iglesia de la Santa Cruz o con las
miniaturas que decoraban los ejemplares del Sacramentario, libro con el que
está relacionado el santo. Sea como fuere, lo cierto es que el tema gozó de una
gran difusión debido a las indulgencias que se concedieron a las imágenes de
esta escena milagrosa.
Generalmente la escena suele representarse de este modo: “el Papa celebra misa, el Cristo de Piedad, desnudo y coronado de espinas, aparece sobre el altar de pie o con medio cuerpo hundido en la tumba, dos ángeles, que a veces están reemplazados por la Virgen y san Juan, lo sostienen por las axilas. Cristo presiona con la mano los labios de la llaga, y hace brotar sangre que vierte en el cáliz”. Además, tal y como señala Réau, “alrededor de Cristo están dispuestos como trofeos de victoria, los Instrumentos de la Pasión”. La escena se completa con la figura de “un cardenal o un obispo” que sostiene la tiara de San Gregorio mientras éste celebra misa.
El tema no solo gozó de una gran difusión, como ya hemos dicho antes, sino que también fue representado por artistas de gran renombre, como el Bosco (Reverso del Tríptico de la Epifanía) o el propio Alberto Durero, que la plasmó en uno de sus grabados. En este sentido, no hace falta decir que la mayor parte de las representaciones son pinturas (ya sean sobre tabla, frescos o miniaturas), pero también encontramos ejemplos de carácter escultórico, como el que podemos contemplar en la sacristía de la Iglesia parroquial de Pisón de Castrejon (Palencia)(2).
La parroquia de Santiago de Ciudad Real
nos ofrece una representación de esta escena que podemos contemplar en uno de
los muros del ábside que remata la nave del evangelio. El fresco debió restaurarse
cuando se llevó a cabo la intervención que sacó a la luz la armadura de madera
que cubre la iglesia. No obstante, y a pesar de esta actuación, la obra
presenta grandes lagunas que fue imposible recuperar debido al estado que
presentaba. La figura de Cristo, situada a la derecha de la composición, es de
menor tamaño que el resto de los personajes que hay en la escena, reproduciendo
de esta forma uno de los convencionalismos típicos de las representaciones
góticas de este milagro. Jesús, que surge del sepulcro semidesnudo, ataviado
tan sólo con el paño de pureza, mantiene los brazos abiertos y extendidos hacia
abajo mostrándonos las palmas de las manos, y en consecuencia las llagas,
aunque éstas no se pueden apreciar por el estado de la pintura.
La imagen de Cristo está rodeada por los instrumentos de la Pasión (las arma christi) y por tres personajes. Algunos de los elementos están mal conservados que resulta imposible identificarlos. Detrás de Cristo podemos ver la cruz y, apoyada sobre uno de sus brazos, la escalera que se utilizó en el descendimiento. A la izquierda nos encontramos con una columna alta y esbelta de fuste encintado y encima de ella el gallo, relacionado con las negaciones de San Pedro. Finalmente, a la derecha de San Gregorio, hay un gran disco dorado que resulta muy difícil de identificar por el estado en el que se encuentra.
La imagen de Jesús, además, está rodeada por tres personas. A la izquierda, junto a la columna, vemos la imagen de un hombre que va tocado con un gorro rojo y luce una espesa barba negra. Aunque su rostro está muy bien conservado, no ocurre lo mismo con el resto del cuerpo, que está bastante difuminado. Además, el gran lienzo blanco que aparece junto a la columna oculta parte de su figura y nos impide saber si sostiene el martillo que hay a su lado.
Junto a la base de la columna nos encontramos con un segundo rostro tan mal conservado que apenas es visible, por lo que resulta imposible identificarlo; aunque, si tenemos en cuenta otras representaciones de este tema, podría tratarse de un ángel.
La última de las figuras que rodean la imagen de Cristo está situada a los pies del sepulcro, en el extremo derecho de la composición. Se trata de una mujer que levanta ligeramente la cabeza, aunque su mirada no se dirige hacia la figura de Cristo, sino al personaje que aparece junto a la columna. Su estado de conversación tampoco es demasiado bueno, pero todavía es posible apreciar parte de su vestido y de su tocado. A juzgar por el gran adorno que luce en el escote de su vestido, y por su peinado, que también lleva unos pequeños adornos a modo de cuentas esféricas o perlas, se trata de una mujer de cierta posición social, probablemente la donante, aunque no podemos ver la postura que adopta.
A la izquierda de la escena nos
encontramos con un grupo compuesto por cinco hombres dispuestos en dos filas
superpuestas. Los tres que aparecen en la fila inferior son eclesiásticos. San
Gregorio es el que está más cerca de la figura de Cristo. El Papa, que luce una
amplia tonsura, contempla atentamente el milagro en actitud orante. Sus ropajes
están muy mal conservados y no porta ningún atributo, pero los ornamentos
papales (la tiara y la cruz) que nos sirven para identificarlo están en manos
de los otros dos eclesiásticos que hay a la izquierda. Se trata de dos
cardenales (vestidos con el característico hábito y capelo rojos) que dialogan
entre sí. El cardenal más cercano a San Gregorio sostiene una tiara en sus
manos al tiempo que gira la cabeza hacia su compañero que aparece más a la
izquierda. Éste, en cambio, señala con el dedo índice de su mano derecha hacia
la figura de Cristo, interpelándole para que mire hacia el lugar donde está
produciéndose el milagro. Además, con la otra mano sostiene una cruz dorada que
va engastada en un mango tan largo que sobresale por encima de las cabezas de
los personajes de la fila superior.
Por último, los dos hombres que hay encima son seglares y también están dialogando entre sí. El de la derecha mantiene una actitud muy similar a la de cardenal que sostiene la cruz. Gira la cabeza hacia su interlocutor mientras señala con el dedo índice de su mano izquierda hacia la figura de Cristo. Su compañero mira hacia el lugar donde se está produciendo el milagro y contempla el acontecimiento en actitud orante, con las manos juntas a la altura del pecho.
José Javier Barranquero, Licenciado en Historia del Arte. “VERACRUZ” Revista oficial de la Hermandad de la Veracruz y Ntra. Sra. de la Soledad de Puertollano, Nº 23.
(1) REAU, L.,
Iconografía del arte cristiano, Tomo 2, Volumen 4, Barcelona, 1997, p. 53.
(2) IBAÑEZ GARCÍA,
Miguel Ángel, “La Misa de San Gregorio: Aclaraciones sobre un tema
iconográfico. Un ejemplo en Pisón de Castrejón (Palencia)”, Norba-Arte, nº 11,
1991, pp. 7-18.
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