En la actualidad, la iglesia de Santiago
Apóstol está siendo objeto de un proceso de restauración plenamente justificado
como respuesta lógica a su valor histórico artístico.
Este templo se- viene a sumar así a las muchas lagunas históricas que aún quedan por desvelar en relación al pasado de nuestra localidad. De cualquier forma, historiadores como Portuondo, Ramírez de Arellano, Delgado Merhán, Maldonado-Cocat y otros, estudiaron este tema en la medida en que las limitaciones prácticas les permitieron; limitaciones como el "disfraz" que durante dos siglos, ha estado exhibiendo uno de nuestros mejores tesoros artísticos.
A esta imposibilidad práctica de observación "in situ" ha de añadirse la total carencia de aportaciones documentales que puedan dar luz a la existencia histórica de este monumento.
Si además tenemos en cuenta la amalgama de estilos arquitectónicos y decorativos que se funden y a veces incluso se contraponen entre sí, entendernos la dificultad que para cualquier estudioso representa un análisis objetivo de esta iglesia.
Es pues aventurado avanzar teorías precisas, incluso después de algunos meses de trabajo, que puedan resolver en cierta medida los muchos escollos históricos que se presentan a cada paso; entre otros muchos: origen de la Iglesia; delimitación cronológica de ábside y naves; aspectos históricos que motivaron la donación del artesonado por el maestre de Calatrava, Muñiz de Godoy; verdadero origen de la torre de la iglesia; o el estudio de las capillas que posteriormente se adosaron al ábside (Prácticamente olvidadas historiográficamente).
No obstante, todo esto puede resultar vacío de contenido si no se completa con un estudio histórico en el que se analicen los aspectos económicos, sociales, políticos y eclesiásticos en torno a la "coalición" de Santiago; aspectos éstos fundamentales para el conocimiento de nuestra historia y que constituyen al mismo tiempo una de las mayores dificultades de la investigación.
De cualquier forma, el desarrollo de las obras de restauración ha permitido el descubrimiento de diversas pinturas que se localizan en distintas partes del templo.
Estas pinturas son cuantitativamente escasas y aunque desconocernos su alcance inicial, suponemos que debieron verse afectadas por las distintas obras de reforma y acondicionamiento llevadas a cabo en el templo, tanto en el siglo XVIII por el párroco Joaquín Sebastián Almenara como en el siglo XX, tras la guerra civil, por el padre Castro.
Desde un punto de vista espacial la
localización de las pinturas es la siguiente:
-Restos de pintura mural en la nave de la epístola, junto a la puerta sur.
-Dibujos situados en el interior de la
torre junto a la escalera del campanario.
-Pintura mural en la bóveda del ábside.
-Dibujo ubicado a los pies de la nave del
Evangelio.
-Diversos motivos vegetales próximos a
la puerta Norte de la iglesia.
-Pintura mural en la nave del Evangelio
en la confluencia con el pseudocrucero.
La pintura que se localiza junto a la puerta sur se iba perdida casi en su totalidad. Tan sólo se conserva la parte superior (aproximadamente un tercio de su tamaño original) donde aparece representado el rostro de una Santa o Virgen, sobre un fondo en el que resaltan los elementos arquitectónicos. Predominan colores anaranjados y grises con diversos motivos de decoración geométrica que sirven para enmarcar la escena.
En cuanto a los dibujos recién descubiertos, situados en el interior de la torre, hay que destacar en principio, su difícil interpretación ya que se encuentran cubiertos en su parte inferior por una capa de estuco y pintura. De cualquier forma se advierte una secuencia pictórica que une tres de las cuatro paredes de la entrada por la que se accede al campanario. En ella se representan diversos motivos, entre los que destaca una cúpula coronada por un pequeño ángel y rematada a ambos lados por una llama votiva.
Además aparecen bandas decoradas con elementos vegetales y rostros de ángeles.
Las pinturas que se localizan en la bóveda del ábside, son sin lugar a duda, una de las más importantes de toda la iglesia.
En ellas se representa al dragón de las siete cabezas con un claro contenido apocalíptico. En cuanto a los colores hay que señalar una cierta simplicidad cromática, basada fundamentalmente en el azul y el rojo. Es de destacar el aprovechamiento de las nervaduras de la bóveda para el desarrollo de la escena.
El conjunto lo culmina un escudo circular, cuarteado en cruz que aprovecha la clave de la bóveda. En él aparecen dos castillos enfrentados en diagonal con tres torres almenadas cada uno, y con semejante disposición, la concha Jacobea que completa el esquema.
Respecto al dibujo en carboncillo, aparecido a los pies de la nave del Evangelio hay que señalar la dificultad de su datación aunque consideramos que debe ser relativamente reciente. Este dibujo podría interpretarse como la reproducción exacta de un pequeño altar confeccionado con la mayor precisión. Su razón de ser es difícil de conocer, aunque pudiera tratarse del modelo a seguir en la construcción "in situ" de un altar para una de las advocaciones de la iglesia de Santiago.
Próximos a la puerta Norte de la iglesia han aparecido motivos de decoración vegetal. En ellos abundan las hojas de vid y diversas flores entre les que destacan las geométricas.
Predominan los tonos rojos,
azul-verdosos y rosas. Es muy probable que estas pinturas que se disponen verticalmente,
se cerraran en arco en su parte superior, sirviendo así de falso marco al
sepulcro que se constata históricamente en ese lugar.
Es sin duda en la nave del Evangelio en su confluencia con el falso crucero, donde aparecen las pinturas más importante del templo. Se trata de un fresco de aproximadamente 1'75 por 2'00 metros y aún, no totalmente sacado a la luz.
A pesar de todo se puede señalar que existe una dualidad escénica. Por un lado el matrimonio donante junto al que aparece la figura de un personaje eclesiástico, y por otro diversas secuencias de la Pasión de Cristo -negación de Pedro, el descendimiento, las tres cruces, etcétera.
En estas pinturas se aprecian claros rasgos de realismo, tratándose las figuras con detal1e, expresividad y comunicación.
Su horizonte cromático es mucho más amplio que el resto de las representaciones pictóricas de la iglesia y se encuentra más conseguido.
A partir de aquí, podemos deducir la trascendental importancia que para una buena restauración del templo tiene la total limpieza y consolidación de esta pintura en concreto, aunque merece también una especial y profunda atención, desde este punto de vista, el conjunto del ábside (aún en gran parte por descubrir) dada su difícil interpretación cronológica e iconográfica, amén de su mérito artístico.
Marcelino Santiago Yustres, Juan Carlos Buitrago Oliver y José Luis Sobrino Pérez, diario “Lanza”, viernes 13 de febrero de 1987, página 4
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