Cada vez que viajo desde Tomelloso a Ciudad Real, y a veces a Albacete, hago caso omiso de la recomendación y uso el transporte público, me desplazo en el autobús. El viaje viene a ser de un coste económico similar si voy con mi familia, pero me ahorro las servidumbres que lleva el automóvil consigo. ¿Dónde aparcar? Además uno corre el riesgo que lleva consigo la conducción. La vía de Manzanares a Daimiel ya no es aquella por la que yo hacía auto stop al final de la Década prodigiosa de los años Sesenta. Ahora es una autovía.
En los primeros meses de 1968 llegaba yo con el autobús desde Valdepeñas a Manzanares a las 8 de la mañana. Compraba el ABC, que me costaba 1 peseta, y me dirigía a la estación para coger el tren hasta Daimiel. Era aquel el tren que había inmortalizado el poeta: "Yo, para todo viaje / -siempre sobre la madera / de mi vagón de tercera- / voy ligero de equipaje". Ligero de equipaje iba yo, pero nuestros paisanos manchegos, que se sentaban sobre los asientos de tablones de madera, llevaban los conejos, las gallinas y los gallos con sus patas atadas, el queso manchego o tal vez el suculento jamón. Lo llevaban hasta Ciudad Real para obsequiar a sus familias y pasar unos días con ellas. Tal vez algún manjar iba destinado al médico especialista o al brillante abogado. Además, llevaban -como yo cuando empezaba el curso de Capataz Agrícola- la maleta de madera, los bultos y algún petate o capacito.
Hace 25 años que el humorista del diario El País, Peridis, vino a dar una conferencia a Tomelloso. Habló de diversos temas, salpicados de humor para un público de humor. Tratando el tema de la conducción dijo: "Todo español (conductor) se ufana de llevar en la guantera del coche su carnet de inválido". He reflexionado más de una vez y he pensado en lo dependientes que nos hemos hecho de nuestro coche pensando que éste nos hace más libres.
Y el viajar
"en un ómnibus repleto de viajeros" tiene una serie de ventajas como
son las de cruzar conversaciones con gentes de otros pueblos y en el trayecto hablar de
alguna amistad mientras se va dialogando y haciendo otra. Antonio Machado, que
era un poeta viajero y un filósofo andariego, canta este trato cordial de las
buenas gentes que sentimos nuestras cada vez que esperamos en la Estación de
Autobuses de Tomelloso y cuando el autobús realiza sus paradas para que suban
nuevos viajeros en las estaciones de Argamasilla de Alba, Manzanares, Daimiel,
Torralba de Calatrava, Carrión de Calatrava y llegada a Ciudad Real. El viaje
es mezclarte y llenarte del alma sencilla de la gente llana:
Estas gentes que viajan con nosotros, como los que descansan en los asientos en la Estación de Autobuses de Ciudad Real, son los mismos que cantó el poeta: "Y en todas partes he visto / gentes que danzan o juegan, / cuando pueden, / y laboran sus cuatro palmos de tierra..." "Son buenas gentes que viven, / laboran, pasan y sueñan, / y en un día como tantos / descansan bajo la tierra". Nos hacen de reflexionar estos versos, mientras descansamos y esperamos el autobús que nos llevará de Ciudad Real a Tomelloso.
La Estación de Autobuses de Ciudad Real no ofrece nada artístico en especial, pero sí que nos ofrece algo metafísico al comprobar sus numerosos relojes por el paseo central de los andenes, que nos hacen recordar el tiempo y el poeta:
Así se expresaba Antonio Machado poniendo estos juicios en boca de Juan de Mairena: "De todas las máquinas que ha construido el hombre, la más interesante es, a mi juicio, el reloj, artefacto específicamente humano, que la mera animalidad no hubiera inventado nunca... Porque el hombre es el animal que mide su tiempo". Estos relojes de la Estación de Autobuses de Ciudad Real me hacen de reflexionar. Recuerdo los relojes de bolsillo que llevaban mi padre y mis tíos. Mairena nos dice que el hombre cree en su mortalidad y por eso ha in- ventado el reloj para medir un tiempo finito, pero aquí, en esta Estación repleta de viajeros y de Autobuses, el tiempo es físico y no metafísico. El reloj hay que mirarlo porque si no lo hacemos perdemos el autobús y nos quedamos en tierra. También nos dice Mairena que el hombre mide el tiempo para aprovecharlo, lo cual es una explicación utilitarista, como moneda del día.
El poeta cordobés, coetáneo de Cervantes, Juan Rufo, decía de los que perdían el tiempo: "que se pierden ellos y él. Tampoco hay que mitificar el tiempo, como lo hace la expresión: "El tiempo es oro", porque el tiempo no se puede medir igual a todos ni es del mismo provecho, ni a lo mejor el oro es tan útil como pretenden algunos. El doctor Marañón le dio la vuelta al adagio para darle valor al tiempo y rebajar el oro: “El oro es tiempo”.
¿Y por qué hago yo
estas meditaciones en la Estación de Autobuses de Ciudad Real? Tal vez porque
es el lugar adecuado para reflexionar. La estación está concebida de forma
sencilla y funcional. Cuando vamos a llegar a ella vemos ese Quijote Azteca,
que nos parecía al principio algo extravagante, y que hoy lo vemos adecuado y
pintiparado a Ciudad Real. Nuestra capital manchega es capaz de asimilar todas
las artes, todos los estilos. Desde su campechanía, Ciudad Real se nos ha hecho
más íntima y al mismo tiempo más universal.
La fachada de la Estación de Autobuses es de ladrillo siena y su acceso es de puertas de cristales con cierre de cremallera. El vestíbulo es grande, con sus Alas de asientos cómodos para esperar. Unas tiendas de artículos variados y un bar nos permiten comprar y tomar algo. Enfrente están las ventanillas donde se expenden los billetes, aunque muchos de ellos, para evitar la espera, se hacen en el propio autobús. Me acerco para poder leer los servicios por toda la provincia y por otros lugares más allá. Los destinos principales son: Almagro, Almadén, Tomelloso, Daimiel, Torrenueva, Arenas, Fuente el Fresno, Los Cortijos, Piedrabuena, Puertollano, Almodóvar del Campo, Argamasilla de Calatrava, Calzada de Calatrava, Malagón, Valdepeñas, Albaladejo, Villanueva de los Infantes, Villahermosa.
Hay una línea que me hace reflexionar, la de Ciudad Real a Cabeza de Buey (Badajoz). Estos pueblos del extremo de la provincia de Badajoz que confina con la comarca de Almadén sabía yo que estaban comunicados con Ciudad Real, dado que la capital de Badajoz está muy lejos. Cuando he visitado a mi primo, que ejerce como Agente Forestal en Peñalsordo (Badajoz), he podido comprobar los indicadores a Villanueva de la Serena, a Mérida y a Badajoz. La capital de provincia está señalada así: Badajoz 230 Km. Ello se debe a que Badajoz es la provincia más grande de España, y, por guardar la raya de Portugal, se situó en el extremo occidental. Por todo ello esta comarca elige el desplazamiento a Ciudad Real, aunque también siente el influjo de Córdoba, pero la ve más allá, como dijo García Lorca: "Córdoba lejana y sola".
Mientras pienso en el tiempo y cómo se va desgranando y devorando kilómetros por las carreteras de la provincia de Ciudad Real y más allá, por las de Badajoz, Albacete, Valencia y Barcelona, vuelvo de nuevo a meditar sobre el tiempo y el reloj y leo las reflexiones de Juan de Mairena: "Pero dejemos a los relojes, instrumentos de sofística que pretenden Complicar el tiempo con la matemática. En cuanto poetas, deleitantes de la poesía, aprendices de ruiseñor, ¿qué sabemos nosotros de la matemática? Muy poco. Y lo poco que sabemos nos sobra... Nuestros relojes nada tienen que ver con nuestro tiempo, realidad última de carácter psíquico, que tampoco se cuenta ni se mide".
Yo permanezco aquí
en este paseo repleto de viajeros, donde los autobuses parecen como barcos
atracados a un muelle donde esperan las gentes, unas gentes esperanzadas que
van llenando este vehículo automóvil que nos lleva por la carretera en buenas
manos. Un conductor, cobrador, cuidador y sobre todo señor respetuoso y
comprensivo con todos los que nos vamos subiendo: naturales todos, porque los
hombres somos naturales de la tierra que nos toca habitar en ese momento y que
se mide con ese reloj que marca la hora en cada estación. Nuestro reloj no mide
el tiempo psíquico, sino que es mera ilusión.
Si el reloj nos ha hecho meditar con el tiempo, ¿qué es realmente el autobús? Así se expresa Juan de Mairena: "El automóvil es un coche semoviente; el "ómnibus", un coche para todos, sin distinción de clases. Un autobús pretende ser un coche semoviente para uso de todos. Reparad en la economía del lenguaje y del sentido común en relación con los avances de la democracia”.
Así lo considera Juan de Mairena en los primeros tiempos de los autobuses y de las primeras carreteras adoquinadas para comunicar los pueblos de nuestra provincia. Eran las décadas de los años 20 y de los años 30 del siglo XX. Con el ojo clínico que tenía Machado para tratar estos asuntos de los inventos técnicos, las comunicaciones y el efecto social en los pueblos de España, se puede considerar un adelantado en plantearse esta cuestión en relación con la democracia. La comunicación de nuestros pueblos y el viaje en autobús implica un servicio que se le ofrece al pueblo y éste lo usa como social y democrático.
Sabiendo que es un tema de trascendencia social, Mairena no puede evitar saltar en ágil cabriola al sentido del humor y juega con la falsa etimología:
“…Que la palabra autobús no parece etimológicamente bien formada. Pero las palabras significan siempre lo que se quiere significar con ellas. Por lo demás, nosotros podemos emplearlas en su acepción erudita, de acuerdo con las etimologías más sabias. Por ejemplo: Autobús (de auto y obús; del griego, autos: uno mismo, y del alemán aubitze, de aube: casco). El obús que se dispara a sí mismo, sin necesidad de artillero”.
Yo también le di muchas vueltas a la etimología de la palabra auto stop. Como yo llegaba al rayar el día a Manzanares y el tren salía para Daimiel a las 3 de la tarde, decidí salir a la carretera, allá por el Hotel el Cruce. Allí vi el indicador: Daimiel 23. Empecé a andar y cuando llevaba 3 Km le eché el alto a un camión, con la mano extendida. Me llevó hasta la Granja Escuela de Daimiel.
Mis compañeros me
dijeron: "No se hace parando con la palma de la mano, sino con el dedo pulgar señalando la dirección". Y esto se llama "Auto
Stop". Había descubierto el autostop sin proponérmelo. Desde entonces combiné
mis viajes en autobús, en tren y en autostop. Por eso hoy me renueva viajar en
autobús, especialmente porque siempre hay cosas que contar con las gentes del
lugar, las de nuestros pueblos, que viajan a sus gestiones a Ciudad Real.
Lucio López
Ramírez, diario “Lanza” lunes 22 de octubre de 2007
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