Recientemente -creo que de Josefinas Carabias- he leído un artículo sobre los nombres de las calles, y lo que pudiéramos llamar manía edilicia del cambio de los mismos. Sobre esto hemos escrito en esta misma sección más de una vez y ahora, al cabo de los años, queremos confesar que también de manera directa intervinimos en una ocasión para que se diera el de doctor don Bernardo Mulleras, a la calle que hoy lo disfruta. Quizás haya sido una de las pocas cosas en que el Ayuntamiento nos hizo caso en su día, después de un trabajo publicado en nuestro periódico.
Pero lo mismo que agradecimos se tomase en cuenta aquella sugerencia teniendo presente que se trataba de una nueva calle, siempre fuimos contrarios al cambio de los existentes, conservados a través de los años, con nombres, clásicos y sugestivos.
Esto, aparte la confusión que ello supone, no solo al servicio de Correos y otros, sino a los estudiantes poco aplicados, como aquel que en un examen, al preguntarle por Alfonso X contestó: «¡Ah sí, Alfonso X el Sabio, antes Ciruela...», sencillamente por conservar en la memoria la placa que con dicha leyenda aparecía al comienzo de la calle.
Casos más curiosos conocemos, que nos fueron
mirrados por un cartero rural de un pueblo manchego. Un día nos enseñó una
carta, en cuyo sobre, después del nombre del destinatario ponía: «Calle del
General Queipo de Llano, antes Azaña antes Alcalá Zamora, antes Conde de
Romanones, antes, Don Quijote, antes Reyes Católicos y antes del Avemaría). Enseguida
pensamos si precisamente el último, el de «Avemaría» -que en definitiva, nos decía
el cartero, es por el que se la conoce- no era más bonito y duradero. Y nos contaba
además que durante un tiempo, hasta que llegó un alcalde más ilustrado otra
calle del mismo pueblo, al advenimiento de la República, que se llamaba «Reina María
Cristina» siguió igual, pero con la partícula «Ex» por delante.
Ciudad Real, naturalmente, no podía ser una excepción, pero con cambios o sin ellos, es muy difícil que calles con nombres tan tradicionales y populares como Zarza, Morería, Cruz Verde, Montesa, Caballeros, Compás de Santo Domingo, Postas y un largo etcétera. vayan a ser más conocidas por otros nuevos, al margen, claro está, de que pudiera haber excepciones y, para eso, los Ayuntamientos deben contar con las nuevas avenidas y vías que se inauguren.
Precisamente, cuando estábamos escribiendo esto, nos viene a la memoria, un personaje célebre en Ciudad Real, cuya popularidad la debía en buena parte al "nombre de una calle: la del «Espino». Nos referimos, a «Melitón», al que un vate local le hizo el siguiente verso:
«Por la calle del Espino
se pasea Melitón,
con un paraguas muy grande,
un sombrero y un bastón».
Por cierto que al vate, se le olvidó mencionar aparte del gran paraguas, el gran sombrero y la garrota, que tanto por la calle del Espino, como por todas las de la villa de Alfonso X el Sabio -antes «Ciruela»- llevaba además un cubo con arena -que sabe Dios de dónde sacaría- que vendía para usos de limpieza y que pregonaba, con su peculiar soniquete: «Arena para las maderas y los cuchillos» y cuya medida, de diez céntimos el bote, era una «lata» de pimiento morrón de las pequeñas.
Para terminar y tomado del cantable de una murga de aquellos años, terminamos hoy nuestra «Postal» callejera con esta letrilla:
«Con tanto cambio de calles
no sabe uno donde va;
Don Niceto o Romanones,
al pueblo que más le da».
D. N. Ramírez Morales. Diario “Lanza”, 18 de
septiembre de 1976
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