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martes, 14 de noviembre de 2023

SE RESTABLECE EL ALCANÁ

 

Imagen donde se encontraba el Alcaná ciudarrealeño, y que actualmente es el Pasaje Alcor. Carlos Robledo captó en 1990 el momento de la demolición de las viejas edificaciones


Para recuerdo de unos y conocimiento de otros, curiosos de nuestras cosas, me voy a referir a este pasaje con motivo de las obras en curso, en la Plaza Mayor, frente a la Casa Consistorial.

Se está abriendo un hueco en el lado norte de la plaza desde la cual se divisa toda la calle de Caballeros hasta el Convento de las Carmelitas. Pues bien, el trozo comprendido entre la plaza y la calle de la Feria era el Alcaná de los judíos en donde éstos, numerosos y ricos en tiempos medievales, tenían sus valiosas tiendas y establecimientos, que fueron objeto de violencias en las ocasiones en que el pueblo desahogó su furia contra los israelitas. Expulsados estos, tiempo después, se cerró el Alcaná y utilizó como toril cuando a los toros se les corría en la plaza.

Aquí recibió una singular lección don Alonso de Céspedes, llamado el Bravo, un tipo de la contextura y época del capitán Contreras, el amigo de Lope de Vega, por cuya indicación escribió su autobiografía, no hace mucho divulgada, comentada por Ortega y Gasset y que sirvió de inspiración a una novela de Luca de Tena.

El tal don Alonso de Céspedes esforzado en el doble sentido de valiente y fuerte. Sabemos de él por don Joaquín Gómez y don Domingo Clemente. Tenía seis años cuando arrancó la cabeza de un ganso muy grande que asustaba a sus hermanitas. Por sus hechos en Italia, Carlos V le otorgó una gineta o el empleo de sargento. Con ayuda de nueve soldados por él escogidos consiguió, despejando el camino de naves, atravesara el grueso del Ejército el río Albis dándose la batalla en que fue hecho prisionero el Duque de Sajonia. Encontrándose en Barcelona, en una iglesia, vio que una pobre, pequeña mujer, no podía alcanzar la pila del agua bendita, por los fieles en ella reunidos: don Alonso se acercó a la pila y con una sola mano la arrancó acercándosela a la pobre, pequeña mujer. Paseando a caballo por la ciudad, para cortejar a una dama que estaba en una ventana, levantó al équido con las piernas agarrado a la reja y como la dama le dijo que eso estaba ya visto, arrancó la reja. Otras cosas hizo que no se relatan por no hacer más prolijo este artículo, como parar un molino para complacer un capricho principesco y arrojar después al agua a los molineros que sobrecargaron el caz y volear a un alguacil que le llamó la atención por ir armado, echándolo a un tejado...

 Pero vamos a lo del Alcaná: lo atravesaba una noche cuando un bulto le cerró el paso, la emprendió con él quedando ambos maltrechos. Luego se enteró que se trataba de una hermana suya que quiso apartarlo de malos pasos nocturnos. Murió luchando contra los moriscos en las Alpujarras, de un balazo.

A.B. FERNANDEZ, Cronista Oficial. Diario “Lanza”, 14 de diciembre de 1989


Vista del Pasaje Alcor en sus inicios en la Plaza Mayor. Fotografía Vicente Gallego


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