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martes, 28 de noviembre de 2023

D. JOAQUÍN AGUILERA Y GARCÍA, POETA ILUSTRE DE LA MANCHA

 



Lo mismo que defendemos apasionadamente a Ciudad-Real, aunque el éxito nos acompañe sólo en algunas de las ocasiones en que alzamos nuestro comentario contra lo que no nos gusta, igual acogemos gozosamente las ocasiones que se nos presentan de enaltecer las figuras que son o que fueron de esta bendita tierra que nos sostiene bajo el valiente sol que nos alumbra.

De ahí que cuando nos hablan de algunas figuras que fueron señeras en las artes, en política, o que fueron populares en nuestro pequeño mundo, en otros tiempos, figura que generalmente, se dieron sin c1caiteríasa la mayor gloria de su pueblo, apoyados en su vocación inasequible al desaliento de amar a ese pueblo, nosotros vibremos con la llamada del deber.

Precisamente en estos días, generados por esas efemérides que tan galana y sabiamente lleva nuestro ilustre colaborador, don Francisco Pérez, se suscitan en el seno de algunas familias ciudarrealeñas o manchegas en general, entrañables recuerdos de antepasados suyos que encajan perfectamente en lo que nosotros llamamos preclaros personajes de la «biografía» de este viejo solar. Recuerdo que se despierta en personas que, sin parentesco alguno con esos grandes protagonistas de la pequeña historia de las ciudades, fueron amigos suyos, o simplemente oyeron las andanzas de este a sus mayores.

Precisamente por esto, consideramos que es justo traer. a estas páginas para glosar, siquiera en la medida de nuestros pobres medios, la figura magnífica de un poeta ciudarrealeño que además, fue un excelente trabajador y un no menos excelente padre de familia, según todas las referencias gráficas que han caído en nuestras manos estos días. Nos estamos refiriendo a D. Joaquín Aguilera y García.

D. Joaquín Aguilera era poeta eminente, periodista infatigable y funcionario ejemplar. Alternaba estos tres quehaceres con verdadera. pasión. En el número 749 de «Vida Manchega» del día 23 de marzo de 1923, fecha en que dejó de existir a los 66 años de edad, podemos leer la nota necrológica, que hacía el redactor don José Saráchaga:

 



«En la redacción, era Aguilera el compañero afable y cariñoso, periodista servicial que constantemente se dedicaba a su ingrata labor anónima aun sabiendo que era misérrima su soldada. Franco de carácter, comunicativo, campechano. siempre respetuoso, redactores y cajistas, le quisieron como a un buen camarada. Para los jóvenes, para los noveles, siempre tuvo palabras de aliento sanos consejos, correcciones que, cariñosamente, encaminaba a buen fin. Los periódicos de la localidad tributan hoy su pésame al compañero de siempre».

En «El Labriego» del mismo día se publicaba, entre otros elogios, lo siguiente:

«...su obra poética es corta pero selecta. Aún, meses antes de ser herido por la enfermedad que le ha llevado al sepulcro, su musa fresca y lozana, como en los veinte años, producía magníficos sonetos, de un sabor clásico depurado, y que revelaban el temple grandioso de su estilo y el culto que rendía el poeta a todo lo que fuera Calderón. Lope de Vega y otros ingenios», esto escribía Miguel Sánchez Mingallón en «El Labriego», y continuaba: «...Y así fue como dirigió «La Tribuna», diario en el que inició sus primeros pasos, como en otros periódicos locales, fue el periodista hábil y experto, con una voluntad a toda prueba y un concepto verdadero de lo que es y debe ser el periodismo».

Pero, además de periodista insigne, maestro en estas tareas, como se reconocía por todos los compañeros de su época, abnegado y educador incansable, Joaquín Aguilera era un poeta que dejó muchas veces en alto lugar el pabellón intelectual de nuestra provincia, por toda la geografía española. Sus múltiples quehaceres le impidieron ser un escritor pródigo, pero, sin embargo en su no extensa producción poética, pequeñas obras maestras que merecieron en más de una ocasión la distinción de la flor natural. el premio de jurados exigentes, el galardón que venía a rubricar con rasgos de oro la labor literaria de este poeta manchego.

Aguilera, aunque no nacido en Ciudad Real, pues era madrileño se consideraba hijo de Ciudad Real; quería a este terruño, que consideraba entrañablemente suyo, como se desprende de algunos de sus escritos en prosa y verso y además, cosa rara, el ilustre periodista era profeta en su tierra, puesto que aquí triunfó y se le consideró por toda clase de gentes, desde las más altas, a las clases más populares, pasando, naturalmente por la siempre difícil clase intelectual.




El poeta recibió, a lo largo de su vida, muchos premios y distinciones, no solamente en la capital manchega, sino en Segovia, Albacete, Alcoy, Cuenca, Murcia, Toledo, Ceuta y otras ciudades españolas, tan dadas entonces a organizar certámenes poéticos y literarios. Precisamente tenemos en nuestras manos un vivo documento que viene a ser como un ligero apunte biográfico, que habría de tenerse en cuenta en alguno de esos certámenes, para explicar al auditorio la personalidad de nuestro poeta. en el que se relacionan los premios obtenidos por Joaquín Aguilera. En dicho documento, escrito de puño y letra del escritor y periodista, se cuenta que es autor de dos libros, titulados «Mis versos» y «Recuerdos». Los premios que ha obtenido hasta entonces en los distintos certámenes en que participara, en algunos de los cuales actuaron como mantenedores Juan Valera, Hernández Zuazo, Rojas Zorrilla, etc.

Queda aquí ligeramente dibujada la personalidad de D. Joaquín Aguilera y García, como periodista y poeta. Falta la otra faceta humana de este insigne ciudarrealeño que, según parece a juzgar por lo que leemos en la prensa de aquellos días de su muerte, merecía el encomio de todos los sectores.

Leemos en un periódico de aquel entonces lo siguiente:

«...Y tuvo D. Joaquín Aguilera otro mérito que aún suele ser más raro que el de poeta y el de periodista; el mérito de haber sido, durante cerca de cincuenta años un funcionario modelo, un gran trabajador, ordenado, serio e intenso. Con estas cualidades ha laborado en las oficinas del Ayuntamiento y la Corporación ha hecho constar en acta su sentimiento por la muerte del señor Aguilera, al mismo tiempo que acordó costear la sepultura a perpetuidad. ¿Es esto bastante -se pregunta el diario- para premiar el trabajo de un hombre que vivió tantos días, penosamente, dolorosamente, en las oficinas del Ayuntamiento, reportando una forma de beneficios de las más eficaces? ¿Debe conformarse el Ayuntamiento de Ciudad Real con que conste en acta el sentimiento de la corporación? Creemos que no, hay que hacer algo más. Don Joaquín Aguilera, como periodista y como poeta ilustre merece más del pueblo de Ciudad Real, y como modelo de funcionario merece también más del Ayuntamiento».



D. Joaquín Aguilera deja mujer y ocho hijos, y no pudo ser rico nunca porque todo lo ganó trabajando. ¿Sería mucho pedir si solicitáramos una pensión?

Si mucha tinta se empleó en escribir las alabanzas del poeta, periodista y funcionario manchego. Tinta, tiempo y espacio perfectamente merecidos a juzgar por la personalidad del propio protagonista de esta modesta glosa que estamos haciendo, como merecida fue la concesión de la cruz de Alfonso XII que, a petición del gobernador civil de Logroño, de fecha 4 de junio de 1905, le fue otorgada.

A estas facetas basta añadir que fue un padre de familia honorable, generoso y consciente. Amante de su hogar, no desperdició ocasión en que demostrar públicamente el amor a los suyos.

Hasta el momento de su muerte estuvo escribiendo don Joaquín Aguilera. Fueron muchos años de tarea. Precisamente está en nuestras manos su poema póstumo. Fue premiado en los Juegos Florales de Murcia. Era una canción a la bandera y se publicó en «Vida Manchega» el 24 de marzo de 1924; en ocasión del primer aniversario de su muerte.

Así empieza cantando a la bandera española nuestro manchego insigne:

"La bordaron, por civismo, las mujeres españolas;

la tiñeron con las tintas de las rojas amapolas,

y por Marte consagrada de su espíritu marcial;

cual penacho de una nube, de una nube de oro y grana,

desde entonces libre ondea majestuosa y soberana

la bandera sacrosanta, la bandera nacional".

Emilio Arjona. Diario “Lanza”, martes 30 de junio de 1970




1 comentario:

  1. Creo que era mi Bisabuelo… tuvo un hijo que se llamaba Francisco Aguilera Sarachaga?

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