Ponemos fin a esta pequeña historia del Comercio
de Ciudad Real en la primera mitad del siglo, con la referencia a dos calles de
la capital: Morería y Borja, con las que se completa el detalle que hemos
venido ofreciendo de las más céntricas. Pero al escribir sobre la de Morería,
una de las más nombradas del llamado barrio de la Virgen, hemos de tener un
recuerdo para la semana del Carnaval, en las dos primeras décadas, ya que esta
calle era la principal protagonista de fiestas tan populares, que ahora, en los
últimos años, están resurgiendo como consecuencia de la colaboración
organizadora entre la Comisión Municipal de Festejos y la Federación de Peñas.
Nuestra capital, por aquellas décadas, tenía bastante menor número de habitantes
que en la actualidad, pero la gente era también muy animada y eran muchas las
máscaras callejeras que se disfrazaban con los más variados atuendos desde el
Domingo de Carnaval al Domingo de Piñata, aparte las variadas estudiantinas y
comparsas locales y de la provincia que se paseaban por la no muy ancha calle,
gastando bromas al público que acudía en gran número desde mediada la mañana
hasta casi anochecido.
Un buen día, un gran alcalde de Ciudad Real, don José Cruz Prado, y un buen colaborador suyo, el procurador don Manuel Sánchez Gijón, ambos de grata memoria por sus iniciativas, decidieron enterrar el Carnaval del Morería, por resultar ya insuficiente la calle, y trasladarlo por la mañana a la Plaza de la Constitución y por la tarde al Parque de Gasset, donde se organizaban concursos de carrozas y coches enjaezados, así como de máscaras, algunas por no decir muchas con verdadero gusto en el disfraz. Todo esto ocurría al término de la segunda década del siglo, ganando en animación cada año que transcurría. La calle de Morería perdió como es lógico en bullicio y alegría, pero ganó en tranquilidad en los cuatro días principales de la fiesta.
Y vamos ya con el detalle comercial, empezando
por la acera de los pares de esta no corta calle, que tiene su salida a la
ronda de circunvalación. En lo que hoy pudiéramos llamar el número 2, en la
actualidad una de las fachadas del mercado de abastos, había una serie de
pequeñas casas particulares, que desaparecieron por el cuarenta y tantos para,
en unión del llamado “Huerto del marqués”, dar paso a esta gran mejora local.
Por cierto que ya que hacemos referencia al “huerto”, tratado en la calle
Postas, hemos de ampliar que además de jardín del marqués de Casa Treviño,
tenía una parte de picadero, que servía para doma y monta de los caballos que
poseía el citado aristócrata.
En la esquina con el antiguo callejón de Borja, recordamos el domicilio particular de don Francisco Morayta padre, conocido médico y político, pues fue presidente de la Diputación al advenimiento de la República en 1931. Durante muchos años ejerció su profesión su profesión en Ciudad Real y nos consta que para hacer la visita a los enfermos – en aquellas fechas no había ambulatorios y el médico te visitaba en cuanto dolía la cabeza- disponía de dos coches, uno de invierno, cerrado, y otro de verano, para cuya tracción disponía de un caballo al que había puesto por nombre “Maura”, pues conocidas eran las ideas liberales de dicho doctor, que tenía tres hijos, Miguel, que fue director de cine, Paco, médico y también político, y Gloria, muy bella por cierto, que se casó con un oficial de Artillería.
Calle poco comercial por entonces, en el número
8 tuvo sus oficinas y domicilio el popular y conocido contratista de obras
Pedro Ruiz, buen amigo que fuera a pesar de la diferencia de edad y sempiterno
fumador de puros. En el 14, ya esquina a Azucena, tuvo la tienda de comestibles
y despacho de pan Félix Espartero, al que sucediera su hijo político Francisco
Vera Torres.
En el 16, 14 moderno, la imprenta de J. Galán Moncada, y en el 24, otra tienda de comestibles, esta de Francisco Fernández Delgado, con todos los artículos propios de esta clase de establecimientos de barrio. Había también un taller de confecciones de punto y un despacho de vinos.
En la acera de los nones comenzaba en el 1 con negocio de curtidos, artículos de zapatería, tapicería y guarnicionería de Hilario García Fernández, sucesor de Pablo García, seguido de otro de artículos de viaje de la misma firma comercial y el estanco de sucesores de Ramón Maldonado, del cual ya escribimos al referirnos a la calle de María Cristina o Mercado Nuevo.
En el 7 tuvo el almacén Polo, el pescadero, el
despacho central de la RENFE, la primera tienda de venta de carne de caballo y
posteriormente una huevería de José López Mondragón y un almacén de plátanos de
Vicente de Gracia.
En el 9, un despacho de artículos y productos de confitería y alimentación, de Gregorio Fernández, depositario de galletas “Fuster”, con buenas especialidades. También un establecimiento de joyería y platería, relojes y artículos para regalo, de José Álvarez “El Artista”, conocidísimo desde hace muchos años en el gremio. El 13 tuvo la antigua taberna y despacho de vinos de Julián Alañón y haciendo semiesquina a Alamillo Bajo, el establecimiento de calzado de familiares de dicho señor.
En el 17, la Compañía de Seguros “La Preventina”, especializada en decesos, y en el 23, el taller de reparaciones de radio y televisión de Manuel Díez Muela, persona de gran competencia en su profesión. Y terminamos la calle en el número 25 con el establecimiento modesto “complejo industrial” de Ramón Fernández Sánchez, conocido por “El tío de la manta”, según rezaba una tarjeta de visita que en su día tuvimos a la vista, especializados en la fabricación de berenjenas aliñadas, gozando justa fama sus preparados entre los numerosos consumidores.
Cecilio López Pastor. Pequeña Historia Loca.
Ciudad Real: Medio Siglo de su Comercio
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