Muy Señores míos: gustan todos los hombres curiosos de las observaciones Físicas; porque en todos es innato el apetito de saber. Es la Física (como Vms. saben muy bien) una ciencia, que casi nunca sacia nuestra curiosidad. Ella nos dirige. á que consideremos en todas partes las sabias obras del Criador. En ella encuentra un dulce recreo el Secular y el Eclesiástico. Ella finalmente abre un fértil y ameno campo a todos los aplicados que examinen con madurez y peso sus innumerables prodigios. Si algunos Literatos de los muchos que hay en nuestra España se dedicasen a comunicar a Vms. las noticias de aquellas cosas más admirables que se hallen en todas las Ciudades, Villas, y Lugares, relativas a Historia natural, y Física experimental, presto lograríamos los amantes de las ciencias un cuerpo bien vasto de estos dos importantísimos ramos, donde pudiésemos exercer nuestro raciocinio, y nuestra admiración. Atrevome á decirlo así, porque España abriga en su recinto muchas cosas incógnitas a muchos Literatos por falta de descripciones topográficas bien exactas. Guillermo Bowles hombre bien experto en estas materias dice de la España (1): Es el terreno más rico que yo conozco en producciones singulares.
No mendigariamos entonces de los ultramontanos lo que prodigamente está esparcido en nuestras tierras, ni nos causarían tanta admiración los fenómenos que se refieren de lejanos climas, sabiendo que los teníamos más perfectos entre nosotros. Al mismo tiempo que me causa mucho gozo este proyecto breve, si bien lo miro como posible, no puedo menos de contemplar con enfado la inacción de aquellos que poco solícitos de las ciencias, y que sin servir de algún provecho en este mundo con una indecible poltronería, o miran por la superficie todas las cosas, o aunque las examinen en el fondo, no quieren manifestarlas a el Público. ¡Indolencia reprensible!
Por lo que a mi respeta aseguro a Vms. no perderé ocasión para manifestarles tanto mi agradecimiento por haberse dignado insertar en sus periódicos algunos cortos discursos míos, como las observaciones que en, adelante hiciere re sobre materias físicas. Ahora doy principio con la que sigue.
En Ciudad Real, patria mía, sobre el chapitel
de un texado del Coro de la Iglesia Parroquial de San Pedro está fixada
una-"Cruz de acero que tiene tres palmos de magnitud. Siempre que se
suscita alguna -tempestad fuerte se observa en la obscuridad de la noche que de
sus cúspides o extremidades salen tres llamas, como si tres velas estuviesen
iluminando la Cruz, y de lo último de estas se ven como bullir unas chispas de
color de fuego sulfureo. Duran encendidas mientras el mayor rigor de la
tempestad, y luego se van remitiendo más, según se mitiga el estrepito de truenos
y relámpagos hasta desaparecer del todo.
El vulgo que en todas partes es uno, y que más suele resbalar por la superstición, que por la impiedad. El vulgo que todos los efectos naturales los atribuye, o a milagro, o a encanto; este vulgo cuya norma en sus dictámenes es un ciego capricho, mira el fenómeno con terror, pareciéndole que un Crucifixo que hay en dicha Cruz, enciende las llamas para que nos acordemos de nuestros pecados, que le tenemos muy ofendido. Dexando a un lado este vulgar e indiscreto modo de pensar (basta ser lo primero para que se verifique lo segundo) examinaré la causa más verosímil que nos ponga en estado de asentir a la producción de estas luces.
Con mucha razón suponen todos los físicos de fama, que está difundida en grande cantidad la materia eléctrica por todo el globo terrestre y por toda la atmosfera ; bien que la segunda suposición es hija de la primera; pues si el globo las despide como también otros hálitos, preciso es que las reciba la atmosfera. Cuando su número llega a ser excesivo se causan las tempestades. Me dístraheria de mi asunto principal si de intento me pusiese a explicar ahora la formación de este meteoro espantoso. Contentome solo con decir que en las tempestades el agente que principalmente influye es el fluido eléctrico.
Impregnada, pues, la atmosfera de todas estas partículas se ponen en contacto con la cruz de acero, recibiendo esta más y más continuamente. Recorren todo su espacio extendiéndose con igualdad hacia todas partes, a lo que es consiguiente que llegando a los extremos, como no le queda más término por donde fluir se forme un depósito: van cargando unas sobre otras, y con su propio impulso o empuje que hacen para desprenderse, allí se inflaman, y así se producen las luces de color eléctrico. Este es mi modo de opinar sobre la materia, y me parece que es muy natural e inteligible mi explicación.
Acuerdome haber visto en la física del P. Jacquier alabar un fenómeno de esta naturaleza, y aunque lo refiere de paso, y sin individualizar, lo atribuye a la misma causa. A los inocentes fuegos que llaman fatuos, y se suelen elevar de los cementerios, también acomodan esta explicación algunos físicos. Otros la amplían a el Polux y Castor que suelen aparecer a los marineros. Yo tengo explicada la producción de las estrellas cadentes, según el sistema eléctrico en la primera parte del Memorial de Diciembre de 87. Y finalmente. me parece que mudadas las circunstancias, y de diversos modos, pudieran comprehenderse muy bien muchos arcanos naturales y meteorológicos de este modo. = Dios guarde a Vms. &c.= Manuel Núñez de Arenas.
(1) Introducción a la
Historia Natural, y a la Geografía Física de España. Discurso preliminar pag. 6
de la edición segunda.
Memorial Literario. Abril de 1788.
Parte primera. Número LIX
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