Miguel, cuyo nombre en hebreo «Mi-ka-el» es un grito que significa «¿Quién es como Dios?» es uno de los principales ángeles venerados con nombre propio en la Iglesia Católica, se le llama «arcángel» porque es el príncipe de los demás ángeles. Su nombre aparece citado cuatro veces en la Escritura. Según la tradición San Miguel tendría cuatro oficios:
1. Pelear en contra de Satanás.
2. Rescatar a las almas de los fieles del poder
del Enemigo, especialmente a la hora de la muerte.
3. Llamar de la tierra y traer las almas de los
hombres a juicio.
4. Ser el defensor del pueblo de Dios, los judíos en la Antigua Ley y los cristianos en el Nuevo Testamento, por tanto es patrono de la Iglesia y de las órdenes de caballeros durante la Edad Media.
San Miguel fue muy venerado desde los primeros tiempos, tanto en la iglesia griega como en la latina, como se puede apreciar en la gran cantidad de lugares a él consagrados. En España, su culto fue muy popular entre los visigodos, convertidos al catolicismo. Pero después de la invasión musulmana cobra una vigorosa significación entre comunidades cristianas resistentes, de guerreros y campesinos, como eran los que iniciaron la Reconquista en la zona septentrional. San Miguel es el santo protector de los cristianos en lucha y de los que viven en los montes, sobre todo pastores.
La iconografía que representa a San Miguel
Arcángel lo presenta vestido con una gran armadura, llevando en su blindaje el
sol, la luna y estrellas. Lo acompaña una larga capa roja que representa a los
guerreros de la lucha. Asimismo, en su mano derecha, tiene una espada y en su
mano izquierda tiene una balanza. En sus pies, se observa un demonio que fue
vencido por él mismo. Es por esto que San Miguel Arcángel representa la
protección, seguridad y el poder de superación.
San Miguel fue una gran devoción en la Edad Media, y de esta época tenemos las primeras referencias de su culto en Ciudad Real a principios del siglo XV, cuando aún nuestra ciudad recibía el nombre de Villa Real. Nos dice Luis Delgado Merchán en un artículo publicado en el Boletín de la Real Academia de la Historia en el año 1902, sobre el antiguo fonsario de los judíos, que este fue comprado por los priostes de las “extinguidas cofradías de Todos Santos, San Juan de los Viejos y San Miguel de Septiembre de Barrio Nuevo, fundadas á raíz de las matanzas de los judíos residentes en Ciudad-Real” (http://elsayon.blogspot.com/2014/11/el-fonsario-o-cementerio-de-los-judios.html), que según Luis Rafael Villegas Díaz en su obra «Ciudad Real en la Edad Media, la Ciudad y sus hombres (1255-1500) », estaba estrechamente vinculada a Barrionuevo, en la parroquia de San Pedro.
El Voto del Concejo de Ciudad Real a San
Miguel, se celebró en nuestra ciudad desde tiempos inmemoriales. En los libros
que recogen los acuerdos del cabildo eclesiástico de las tres parroquias se
establece con sumo cuidado desde la primera mitad del siglo XVII los votos
principales de la ciudad así como su vinculación con cada una de las iglesias,
estableciendo que el de San Miguel se cumpliera en la Parroquia de Santa María
del Prado. En este templo tenemos ya documentado que en el siglo XVI existía una
capilla dedicada a San Miguel, donde existía un retablo dedicado al arcángel
que fue destruido en 1936, y cuyas tablas del siglo XVI atribuidas a Berruguete
de San Miguel y San Juan Evangelista se salvaron de la destrucción, y hoy se
encuentran situadas ambos lados del presbiterio, encima de la sillería coral y
debajo de los dos grandes ventanales del ábside. Las tablas están encuadradas
en hermosos marcos policromados, que armonizan con el retablo y la nueva
sillería coral.
En la Parroquia de Santa María del Prado, actual catedral, sabemos que en el siglo XVII existía una Cofradía de San Miguel, que fue visitada por la autoridad eclesiástica en 1631, tal y como recoge Fray Joaquín de la Jara en su obra sobre la “Historia de la Imagen de Nuestra Señora del Prado” publicado en 1880.
En el Archivo Histórico Municipal se conserva un documento de 1675, donde se realiza un libramiento de 122 reales por los gastos de los votos de San Lino y San Miguel. Y en los libros propios del Concejo capitalino del siglo XVIII, aparecen varias partidas a lo largo de los años del dinero destinado al Voto de San Miguel, en el que se destinaban 52 reales para la celebración del mismo.
Con el paso de los años la devoción a San Miguel en la Parroquia de Santa María del Prado fue decayendo, y cobrando protagonismo en La Poblachuela, tal y como afirma Pilar Molina Chamizo en su historia sobre la Parroquia de Santa María Magdalena cuando dice: “san Miguel fuera cobrando poco a poco importancia en La Poblachuela, coincidiendo con el final del calendario agrícola y el cambio de cargos electos en el ayuntamiento que solía realizarse en torno al 29 de septiembre de cada año. Con el tiempo, dada su cercanía en el calendario litúrgico, se unieron las celebraciones del santo arcángel y del Cristo de la Salud, llegando a formar una sola fiesta.”
Con la llegada de la festividad de San Miguel cada 29 de septiembre, los ciudarrealeños se desplazaban a La Poblachuela en romería, porque así se llamó siempre la celebración de esta festividad en la que fue Parroquia y posteriormente ermita de la Magdalena en las huertas. Un ejemplo de ello es la nota publicada en el desaparecido diario “El Pueblo Manchego” el 28 de septiembre de 1912: “Con motivo de la festividad de San Miguel se celebrará mañana la tradicional romería a las huertas de la Poblachuela y siguiendo la tradición es de esperar que aquellos lugares estén concurridísimos, y así mismo las funciones religiosas que allí se celebran en honor del Stmo. Cristo de la Salud”.
Actualmente la festividad de San Miguel solo se festeja en nuestra ciudad en La Poblachuela, con asistencia de representación
municipal el día de su festividad.
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