Uno de los Votos más antiguos que tenía el
Concejo de Ciudad Real desde la edad media, era el Voto a San Juan
Evangelista “Ante Portam Latinam”. San
Juan Evangelista es uno de los evangelistas más interesantes, tanto por su
teología, como por su misma persona. De los apóstoles sabemos que murieron
mártires todos menos San Juan, quien murió anciano y de muerte natural, en
Patmos, lo dicen los escritores eclesiásticos más antiguos. Pero sin embargo,
la tradición también quiere para nuestro evangelista un martirio, del que no
murió, sino que milagrosamente sobrevivió. A grandes rasgos, la tradición
cuenta que en el año 94, imperando Domiciano, fue apresado el apóstol Juan, que
residía en Éfeso. Fue llevado a Roma y allí fue conminado a apostatar de la fe
cristiana. Para convencerle, le condenaron a ser metido en una tina de aceite
hirviendo, el anciano Juan (la iconografía le pone joven casi siempre) fue
desnudado, flagelado y por escarnio le cortaron los cabellos. Luego fue metido
en la tina. Entró el santo con alegría al caldero, y al punto, el fuego comenzó
a menguar y el aceite a enfriarse. Atizaban el fuego los paganos, pero por más
leña que ponían, el aceite no causaba daño al santo. Salió Juan de la tina más
vigoroso que en sus años jóvenes, quedando muy confundidos sus captores, y
alegría de los cristianos que allí se hallaban, algunos de los cuales
confesaron su fe. Viendo el emperador que nada había logrado, mandó desterrarle
a Patmos donde continuó su misión apostólica y donde escribió su Apocalipsis. La
festividad de San Juan “Ante Portam Latinam” se celebra el 6 de mayo.
San Juan tenía en nuestra ciudad ermita propia a extramuros de la Puerta de Calatrava, junto al camino que iba a Calatrava la Vieja. Una de las consecuencias de los Votos que se realizaban en la edad media, era en muchos casos el levantamiento de ermitas y santuarios, los cuales podían ser construidos por la comunidad, por alguna cofradía o de manera particular (ya que era costumbre de la gente que podía permitírselo construir una ermita en el sitio donde fuera a recibir sepultura para santificar el Lugar). A los santos a los que se les dedicaba estas ermitas y santuarios se les empezó a conocer como patronos y, según extendían su fama, su influencia ya no solo recaía sobre el santuario, sino que abarcaba a toda la población e incluso a poblaciones adyacentes.
De la existencia de la ermita de San Juan en el
siglo XVI, encontramos diferentes referencias en el libro de actas de la
Cofradía de Nuestra Señora de la Blanca que se conserva en el archivo municipal
de Ciudad Real, libro que abarca entre los años 1576 a 1673. La primera
referencia a la ermita se encuentra en un acta del 1 de abril del año 1581,
con motivo de unas rogativas a la Virgen para que lloviese. En la citada acta
se dice: “…se mandó que el día y vísperas de la Cruz de hagan vísperas
y misa e otro día en la iglesia del señor Santiago y se hallen todos los
cofrades con su cera, y el primero día de pascua se pida y saque la imagen en
procesión a la ermita de San Juan e Santa Brigida…”.
Ángel Miguel Fernández Bravo en su libro sobre la imagen de la Virgen de la Blanca nos dice que al traer la imagen de la Virgen a Ciudad Real, que recibía culto en Calatrava la Vieja, “…antes de entrar en la ciudad la imagen era llevada a la ermita de San Juan y Santa Catalina, que se encontraba junto al citado camino, a unos cientos de metros de la antigua puerta de Calatrava, que daba acceso a la ciudad. Hasta el citado camino ya en las cercanías de esta ermita de San Juan, acudían los miembros del ayuntamiento (cabildo) de Ciudad Real, clero y algunas hermandades de la ciudad, así como multitud de fieles, y todos en procesión acompañaban a Nuestra Señora de la Blanca hasta la iglesia de Santiago…”.
En el archivo municipal se conserva un
documento del año 1601, que es un contrato para la reparación de la iglesia de
San Juan.
El Voto a San Juan era uno de los Votos
antiguos del Concejo de Ciudad Real, tal como dije al principio, y su imagen
era una de las más veneradas, como lo demuestra que su imagen se encuentre en
la “Ejecutoria librada a petición del Concejo, Justicia y Regimiento de
Ciudad Real, por el Presidente y Oidores de la Cancillería de Granada, por
mandamiento de Felipe II el 20 de junio de 1562”, que recogía pintadas las
grandes devociones de los ciudarrealeños en aquellos tiempos.
Del siglo XVI también se conservaba en el archivo municipal un inventario de 1595, actualmente desaparecido, transcrito por D. Emilio Bernabeu y Novalbos y publicado por el Instituto de Estudios Manchegos en 1952, donde se considera a “Sant Juan Evangelista patrono y defensor “desta Muy noble e muy leal Ciudad de Ciudad Real”.
En el archivo municipal también posee un
documento de 1625, en el que Felipe IV pide información a las autoridades de la
ciudad sobre la cuantía y gastos de los Propios de la ciudad. Otro documento
del año 1627 se le informa como se celebraba entre otros el Voto a San Juan.
Seria a lo largo de este siglo XVII cuando el
Concejo de Ciudad Real dejara de celebrar el Voto a San Juan, ya que Joseph
Diaz Jurado, que fue cura propio de la iglesia parroquial de San Pedro entre
1663 y 1707, en su obra “Singular idea del sabio Rey Don Alonso, dibujada en
la fundación de Ciudad Real”, dice lo siguiente cuando habla de la
Parroquia de Santiago y sus cofradías: “Están en su término y jurisdicción
las ermitas de San Juan, Santa Catarina, Santa Brígida y San Lino, votos que
eran de esta ciudad y ya derogados por bula de su Santidad”.
Muchos votos fueron suprimidos por la iglesia a
nivel universal, ya que los sacerdotes no veían con buenos ojos muchas de las
prácticas de la religiosidad local, entre ellas las fiestas patronales,
principalmente porque le quitaba autoridad ya que no tenía forma de controlar
las distintas manifestaciones de religiosidad local. Por todo ello, uno de los
objetivos del Concilio de Trento (1545-1563) fue el de asegurar la autoridad de
la Iglesia universal frente a las iglesias locales, estableciendo la primacía
de la primera frente a las segundas a través de la restricción de algunas
prácticas o por la imposición de una serie de normas a las mismas. Una de las
medidas más restrictivas que tomó la Iglesia para fortalecer su autoridad fue
la reducción de fiestas votivas, ya que las gentes daban preferencia a estas
sobre las preceptuadas por la diócesis y por Roma.
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