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lunes, 4 de marzo de 2024

LA HEBREA DE BARRIONUEVO (LEYENDA DEL SIGLO XV)

 

Rostro de Nuestro Padre Jesús Nazareno destruido en 1936 y calle del Lirio en los años cincuenta del pasado siglo. La flecha indica el lugar, según la tradición, donde se desarrolló la leyenda, y desaparecido actualmente

 

No crean los amables lectores que el título de esta colaboración está basado en algún amorío del conocido político, recientemente condenado por el Tribunal Supremo. Nada más lejos de mi intención. El título proviene de un largo poema, de Juan Bautista Bernabeu, publicado en librito de nombre genérico "Poesías" y que fue editado por la "Imprenta y Librería de Rubisco", de la calle Calatrava, nº 10, de Ciudad Real, en el año 1904. El precio del libro era entonces de una peseta. Su valor actual no tiene precio, por ser una rareza bibliográfica que ha llegado a mis manos (conociendo mi amor por la poesía) por la gentileza de mi amigo y bibliófilo Jesús Caballero. "La hebrea de Barrionuevo" es una leyenda de Ciudad Real que el poeta citado desarrolló en forma de 53 octavas reales. Actualmente está estrofa, también denominada "octava rima", de estructura ABABABCC, que fue introducida en España por Boscán, prácticamente no se usa. No obstante, hemos de considerar que, a principios del presente siglo, el poema gustara (la poesía de verso libre no tenía entonces ningún tipo de aceptación popular) y por ello fue, premiado en el Certamen Literario de 1904, que no menciona de dónde, aunque se supone que fue en Ciudad Real. El poema canta los amores entre Sara, una judía hija del comerciante y rabino Efraín, que vivía en la calle del Lirio, y Francisco de Poblete, cristiano viejo y apuesto capitán de Cuadrilleros -de la Santa Hermandad.

Para enmarcar un poco los hechos, dentro del contexto histórico y sociológico en que se desarrolló dicha leyenda, hemos de decir que la acción transcurre a finales del siglo XV. Eran años de luchas entre el poder real (a favor del cual estaba la ciudad) y la nobleza (representada en estas tierras por el Maestre de Calatrava) y también de intransigencia cristiana para todo lo que no fuese su religión: moros y judíos. La comunidad judía de Ciudad Real, que siempre había sido floreciente, había comenzado su decadencia. Estaba asentada en lo que se denominaba "la judería"; este barrio lo formaban (según un estudio del profesor -Luis-Rafael Villegas Díaz, publicado en el libro "Ciudad Real") los edificios y huertas comprendidos entre la calle de la Mata y la calle Calatrava, circundado por la muralla que iba de la puerta de Calatrava a la Puerta de la Mata; hacia el centro estaba delimitado por las calles Paloma y Lanza. Era un barrio bastante cerrado y los puntos de conexión con la ciudad se hacían a través de la entonces llamada calle Barrera, rebautizada después con el nombre de Compás de Santo Domingo que, a su vez, desembocaba en la calle Real de Barrionuevo (la actual calle Libertad) y de ahí al centro de por la calle Paloma. La denominación de Barrionuevo a todo ese amplio sector de Ciudad Real que ocupaba la judería, vino como consecuencia de los aires antisemitas de finales del siglo XIV (revueltas antijudías iniciadas en Toledo y extendidas a Ciudad Real en el año 1391) con lo cual el barrio perdió su propia personalidad de espacio cerrado y, además, se introdujeron otros pobladores no judíos.



Comunidad importante

De lo importante que era la comunidad judía se puede decir que, al menos, había dos sinagogas, la principal, que estaba situada en el Compás de Santo Domingo, y otra situada en la calle Libertad (la puerta de ésta se puede contemplar en el Museo Provincial de Ciudad Real).

Por otra parte, la Inquisición, que había sido fundada por los Reyes Católicos, con autorización del Papa Sixto IV, en 1478, hacía de las suyas y ejercía gran temor sobre la población judaizante. Algunos judíos de Ciudad Real habían sido arrestados por la Inquisición por su no conversión sincera al cristianismo; entre ellos se encontraba Efraín, padre de Sara, al que de nada le sirvieron las riquezas que poseía como comerciante de la Alcaicería (conjunto de tiendas donde se vendía seda, plata y otras mercaderías caras). Como consecuencia de la larga estancia en prisión, Efraín murió. La bella Sara quedó huérfana, pero su rostro había iluminado el corazón del Caballero Francisco de Poblete. Después de la orfandad de Sara, el caballero Poblete intensificó las visitas a la reja de su dama, pero pronto el pueblo comenzó a murmurar de aquella relación. Francisco, temiendo caer ambos en manos de la Inquisición, pues era notorio que Sara no era conversa sincera y si no había sido denunciada todavía era por la pena que inspiraba su orfandad, in~ tentaba, por todos los medios· de persuasión a su alcance, convencerle de que era mejor para los dos que ella se convirtiera de veras, a lo cual ella se resistía por fidelidad a la memoria de su. padre. La vida transcurría plácidamente para los amantes, pero un hecho vino a trastocarlo todo. Francisco de Poblete fue llamado, como soldado que era, a luchar contra los moros. Históricamente esto se puede enmarcar dentro de la campaña que iniciaron los Reyes Católicos para conquistar totalmente el reino de Granada, sobre todo, a partir de los fracasos castellanos en la toma de Laja y Málaga (1482-83).

El primer fruto de esta conquista fue la caída de Ronda en 1485 (ver "La expansión de los reinos hispánicos", del historiador Julio Valdeón en Historia 16). Francisco tuvo que dejar a su amada (le confesó a su madre su amor por la judía y le dijo que la cuidara), no sin antes reconvenirle de que aprovechara su ausencia para convertirse al cristianismo y, en este caso, él prometía desposarla a su vuelta. Para ayudarle en ello y para preservarla de todo mal, Francisco le dejó una imagen de Jesús de Nazareno.



El tiempo pasaba y como Francisco no venía, la bella y desdichada Sara enfermó de melancolía; pensaba que su amado se había olvidado de ella y, para que volviese, Sara rezaba a la imagen del Cristo que le había dejado Poblete, pero todo era en vano y Sara empeoraba paulatinamente conforme pasaban los meses. Un día de Jueves Santo, la precesión pasó (por primera vez) por las calles del Barrionuevo y, concretamente, por la calle del Lirio. A partir de ahí, dejo libre la voz del poeta, recreando la leyenda de Sara y Francisco, dos antorchas de amor en el siglo XV, que dice así:

 

En un descanso por aquella víá

la noble imagen de Jesús se para

frente a una reja que se mira hoy [día

 

de unidos hierros de manera rara.

Allí dentro se hallaba en la agonía

una pobre mujer, ¡la infeliz Sara!

piedad al nazareno demandando

y al capitán Poblete recordando.

Se incorpora por ver al Nazareno:

"Ten compasión de mí, que soy cristiana

 

de error mosaico sacudí el veneno

y Dios mi vida juzgará mañana.

Tu efigie llevo aquí, sobre mi seno,

miro tu sombra augusta y soberana

y siento las caricias de la muerte,

feliz al cabo porque llego a verte.

Un cristiano en tu fe me ha redimido;

 

el capitán Poblete, su existencia

y su mano a la mía hubiera unido

allí en Santo Domingo en tu presencia.

 

Yo no le culpo ni le achaco olvido,

 tal vez lo quiso así la Providencia:

basta que sepa que cristiana muero

y como siempre, al expirar le quiero".

 

y nota el pueblo que la faz divina

y triste de Jesús de Nazareno

hacia la reja con amor se inclina

y está aquel cuarto de fulgores lleno;

y Jesús de aquel sitio no camina

ni alcanzan fuerzas a mover su seno.

 

Expira Sara, se escuchó una queja

 y avanza el Cristo entonces de la reja.

 

Y en Ciudad real, en el siguiente día,

era notorio y público el portento

que a la fe volvió Sara en la agonía

por Jesús milagroso del convento.

Que la efigie en la noche de aquel día

miró a Sara morir en su aposento

envuelta en aureola de fulgores

soñando de Poblete en los amores.

Cuando envió a Poblete con tristeza

su madre la noticia a Andalucía,

sintió vertiginosa la cabeza

y algo también que en su interior moría;

y aunque hombre de valor y de entereza

lloró de corazón a la judía;

¡quiso olvidar en el combate duro

y héroe sucumbe al escalar un muro!

 

Esta es la leyenda de Sara la judía y del caballero Francisco de Poblete.

Juzguen ustedes por sí mismos; quizá con un poco de imaginación y sensibilidad, cuando pasen por la calle del Lirio puedan sentir la invisible presencia de Sara tras dé su artística reja, guardiana y mudo testigo de sus amores y desvaríos.

Eugenio Arce Lérida. Diario “Lanza” viernes 14 de agosto de 1998

 


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