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jueves, 9 de enero de 2025

DEVOCIONES, MUJERES Y DESÓRDENES URBANOS EN CIUDAD REAL (1780-1790) (II)

 

Vista de la calle Altagracia con el desaparecido Monasterio de las Dominicas

 

2. Espacios de lo femenino en el entramado urbano

Las ciudadrealeñas de entonces, excepción hecha de algunas viudas acaudaladas y ciertas damas linajudas, debieron conformarse con vivir a la sombra de sus familiares varones o desempeñar oficios tradicionalmente femeninos: servicio doméstico, lavar por cuenta ajena, hilar lana o tejer mantas, bordar blondas de encaje, trabajar la enea o el esparto, amamantar niños expósitos, actuar de comadronas y sanadoras u otras labores mal retribuidas pero que complementan las maltrechas haciendas domésticas. Es más, cualquier empeoramiento súbito de su situación personal o familiar las solía empujar hacia la marginalidad, menudeando las curanderas o hechiceras (como la ciudadrealeña María Patiño, encausada por el Santo Oficio en 1776), las ladronzuelas ocasionales y las omnipresentes prostitutas, cuyo número se dispara irremediablemente en época de crisis.

Instigado por criterios ilustrados y aprovechando la visita girada por el primado de las Españas, Francisco Antonio de Lorenzana, arzobispo de Toledo, en el verano de 1777, Joaquín José de Cárdenas Treviño, regidor decano y teniente de corregidor de Ciudad Real, solicitó formalmente crear un hospicio intramuros para recoger a los desamparados y obligar a trabajar al colectivo más marginal, aduciendo que «gran parte de sus habitantes [están] sumergidos en el proceloso mal del livertinaje propagando el pernicioso vicio de la lujuria… [y] haver cada dia mas mujeres públicas…y otras mujeres escandalosas, siendo expecialmente de esta segunda clase las viudas que… como no estan hechas a trabajo alguno, toman a partido el procurar con sus cuerpos al alimento, dando el peor ejemplo a su familia, sacando otros tantos réprobos como hijos tienen… aunque a algunas de las relajadas rameras se las ha perseguido con el rigor que ha sido posible hasta ponerlas presas y luego desterrarlas… pero no es tolerable que siendo todos los pueblos vasallos de un Rey se embie de uno a otro el ynfesto» (12).

En dicho memorial también proponía enviar, mientras tanto se levantaba esta Casa de Caridad, a las malentretenidas más contumaces al madrileño Hospicio de San Fernando, medida que se tomará en junio de 1779 (13). Así pues, a inicios de 1780, todas las fuerzas vivas de Ciudad Real, incluidos el Vicario y el Intendente de La Mancha, presentan al ayuntamiento el proyecto de fundar una casa de misericordia u hospicio-manufactura donde se recogieran mujeres, vagos y mendigos «para ocupar sus brazos en fábricas de paños, lienzos y demas para propagar la industria y manufacturas» (14). Sin embargo, fue el arzobispo Lorenzana quien dio el impulso definitivo a la Real Casa de la Misericordia, que en 1784 ya recogía a 200 pobres de ambos sexos en casas separadas; las jóvenes hilaban y torcían la lana o fabricaban cuerdas de cáñamo y objetos de esparto, mientras que los ancianos sin recursos y los vagabundos tejieron estameñas, bayetas o paños de lana y manufacturaron zapatos, albergando a un centenar de recogidos a fines del Dieciocho (15).


Puerta del desaparecido Monasterio de las Dominicas en la calle Altagracia. La reproducción de la misma se encuentra en la actualidad en lo que fue Puerta Santa María

 

También comprobamos como templos y lugares de culto o devoción (iglesias, ermitas, santuarios, capillas u oratorios, viacrucis y rosarios) eran claros dominios de lo femenino. Se trata pues de espacios copados por mujeres de todos los estados, sin faltar damas ni beatas, aunque a menudo sus líderes sean varones. Algo similar pasa con las cofradías, donde familias y barrios enteros hallan el cauce para vivir una religiosidad más pública que privada, y que empiezan a dar un protagonismo creciente a las mujeres conforme se extinguen los rituales de mortificación barrocos (procesiones de disciplina), de acuerdo a los postulados ilustrados (16). No es menos curioso detectar como rincones urbanos consagrados al fervor público, también sirvieron de imán para cortejantes, camorristas, pícaros, cortadores de bolsas e incluso violadores o simples voyeurs.

Por su parte, los conventos femeninos de la ciudad (franciscanas, concepcionistas y carmelitas descalzas sobre todo) ofrecieron amparo a las mujeres de clase media-baja. Sin embargo, las lugareñas de más ínfulas procuraban profesar en fundaciones más linajudas, como el cenobio de las dominicas de Ciudad Real, las calatravas de Nuestra Señora de la Asunción (Almagro) o las freilas santiaguistas de Toledo. De todos modos, como muchas carecían de las dotes imprescindibles, nunca faltaron beatas, mujeres por lo general solteras que llevaban una vida ascética sin ser monjas (17).

En todo caso, lavaderos y hornos de pan siempre fueron los mentideros públicos preferidos por las ciudadrealeñas de entonces, convirtiéndose tanto en semilleros de rumores como en focos de desórdenes, menudeando las peleas, los insultos y hasta los libelos malintencionados sobre embarazos incómodos o amores imposibles. Unos incidentes que, sin embargo, pocas veces llegan a más y suelen ser tratados con una mezcla de menosprecio y paternalismo por las autoridades locales, al considerarlos incidentes menores. Con respecto a las trifulcas domésticas, tan frecuentes antes y ahora, pero hacia las que estamos en la actualidad especialmente sensibles, baste recordar la Instrucción de Corregidores de 1788, donde se contempla que «se abstendrán los corregidores de tomar conocimiento de oficio, en asuntos privados de padres a hijos, maridos a mujeres, amos a criados, cuando no haya queja grave ni escándalo para no perturbar el interior de las familias; antes bien ellos han de contribuir a su quietud y sosiego» (18). En realidad no debemos sorprendernos, ya que todo lo femenino era tamizado por la sociedad patriarcal de la época (19). De este modo, siempre que se pudo se acudió a resortes extrajudiciales para disciplinar a las españolas de la época, por muy pleiteante que fuese la sociedad moderna (20). El objetivo último era no subvertir el orden establecido y mantener el status quo social, sin alimentar más los altos niveles de conflictividad social.

Miguel Fernando Gómez Vozmediano Universidad Carlos III de Madrid. “El Mundo Urbano en el Siglo de la Ilustración” Tomo I Santiago de Compostela 2009

 


(12) AHN. Consejos, leg. 824/1. En todo caso, parece que siempre hubo serias dudas sobre la moralidad de las ciudadrealeñas, si hemos de creer los pacatos informes remitidos a Toledo por los misioneros franciscanos, en donde se despotrica de los párrocos indolentes, de los bailes a los que asisten damas tapadas o embozadas, la desenvoltura de las novias al aceptar visitas secretas de sus pretendientes, así como la descompostura de las soldadescas de Ánimas, algunas de las cuáles contaban con la complicidad de las mujeres para sacar los cuartos a sus paisanos; Misiones populares de los padres franciscanos a Ciudad Real (1760). ARCHIVO GENERAL DIOCESANO DE TOLEDO [AGDT.], Sala II, Misiones Populares, siglo XVIII, sf. El impacto de dichos resortes de control en esta zona puede apreciarse en NEGREDO DEL CERRO, F., «Las misiones populares en La Mancha del siglo XVIII: la imposición de un modelo moral», Revista de Estudios de Puertollano y Comarca, 6 (2003), 301-322.

(13) Esta institución será concebida por entonces como presidio femenino, albergando a decenas de delincuentes. Sobre el carácter de esta institución ver CORECHER, I., La revuelta del cuartel de mujeres del hospicio de San Fernando de 1786, Alcalá de Henares, 1998.

(14) Cabildo de 27-II-1780, Ciudad Real. AMCR. AC. lib. 27/2, f. 11.

(15) Sus vicisitudes en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J. y CARRETERO ZAMORA, J.M., «Ciudad Real en la Edad Moderna», ESPADAS BURGOS, M. (coord.), Historia de Ciudad Real. Espacio y tiempo de un núcleo urbano, Ciudad Real, 1993, 256-259 y, sobre todo, en HERRERO VIOR, P., «Caridad y beneficencia en el antiguo Ciudad Real», Cuadernos de Estudios Manchegos, 4 (1950-1951), 7-14.

(16) Real Cédula de 20-II-1777. SÁNCHEZ, S., Extracto puntual de todas las pragmáticas, cédulas, provisiones, circulares y autos acordados publicados... en el reynado de... Carlos III, Madrid, 1792, II, 1-3. (17) Un completo panorama sobre la cuestión en MARTÍNEZ RUIZ, E. (dir.), El Peso de la Iglesia. Cuatro Siglos de Órdenes Religiosas en España, Madrid, 2004.

(18) Instrucción de Corregidores en 1788; AHN. Consejos, leg. 1526/34. Acerca del patriarcado ver MUÑOZ, M.J., Las limitaciones de la capacidad de obrar de la mujer casada, 1505-1975, Madrid, 1995.

(19) BOLUFER PERUGA, M., Mujeres e Ilustración: la construcción de la feminidad en la Ilustración española, Valencia, 1998.

(20) ORTEGA LÓPEZ, M., «Estrategias de defensa de las mujeres de la sociedad popular española del siglo XVIII», Revista Arenal, 5/2 (VII-XII de 1998), 277-305.


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