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lunes, 13 de enero de 2025

MURALLAS DE CIUDAD REAL

 

Antiguo torreón de las murallas en los años cincuenta del pasado siglo



Que no crea el lector que voy a hacer un estudio histórico y detallado de las murallas que circundaban a Ciudad Real. No es lo mío. Ando por otros caminos que los de ser ratón de biblioteca, con respeto por todos ellos. A mí me entusiasma recordar tiempos pasados, revivir amigos, evocar situaciones y hasta fingir situaciones, porque como decía Pessoa, aquel gran poeta portugués traducido al español por otro no menos grande poeta ciudarrealeño que fuera Ángel Crespo; pues ese Pessoa decía que el poeta es un fingidor. Tal vez tenga yo eso de poeta lo de fingir. De lo demás poco, o casi nada. No obstante, el tiempo y las gentes lectoras lo dirán. Pero dejemos esto y vamos a lo que hoy nos interesa: a las murallas de Ciudad Real.

No llegué a ver más que un trozo que iba por la Puerta de Toledo, a un lado y a otro de la misma, más hacia la Ronda del Carmen que a la de la Mata; y un lienzo bastante considerable frente a la antigua cárcel, por donde hoy se extiende el barrio denominado "El Torreón". Pues aquí estaba la entrada al Torreón, en donde vivía la familia Coronado, extensa y de raigambre manchega y honesta. Y nosotros, los chiquillos de los años cincuenta o poco menos, al ver aquella portada, que hoy se conserva gracias a nuestros ediles, con esas piedras, tallas y escudos, nos imaginábamos la entrada a un antiguo palacio rodeado de murallas y lleno de misterios, que había que descubrir. Así fueron las

primeras incursiones en el Alcázar de Ciudad, Real, sueño -¿sueño, ficción o realidad?- que me dio el argumento para mi libro juvenil "Las cuevas del Alcázar", publicado en 1988 por Editorial Escuela Española, en el que narro las aventuras vividas en esos años con los amigos de entonces y que, hoy, al leer este artículo recordarán el Ciudad Real de las murallas y su Alcázar misterioso para quienes no teníamos la suerte de vivir dentro de aquel recinto.

Pero el ensueño, la ficción, la fantasía y la irrealidad suplen las carencias de los que no podíamos entrar en aquel palacio o torreón o alcázar del que se contaba que una galería subterránea lo comunicaba con Alarcos, por donde escapó el rey Alfonso VIII después de la derrota de Alarcos en 1195 contra los árabes. Pues estas fantasías nos impulsaban a intentar entrar en el Alcázar o Torreón, y a fuerza de engaños y trampas u disimulos lo conseguimos en varias ocasiones.

Eran tiempos en que, gracias a Dios, no existía la televisión, y nuestra fantasía juvenil había que espolearla leyendo o imaginando situaciones y lugares misteriosos.

Todo esto y mucho más se narra en aquel libro. Fue para mí un lujo y un volver al pretérito escribirlo y del que aún guardo lo menos veinte ejemplares.

Aquel Ciudad Real de las murallas tenía el encanto de lo antiguo, cuando los chicos jugábamos en las calles hasta que la noche nos lo impedía y no sin antes haber sido llamados insistentemente por nuestras madres para recogernos. Ni tiempos mejores ni peores que los de hoy, simplemente distintos, en los que la estampa de nuestra ciudad era otra, con personalidad propia, con sus restos de murallas, sus casas blancas de cal y sus balcones, sus patios, muchos de ellos con tiestos y fuentes o pozos que daban agua fresca en verano. Hoy Ciudad Real es una capital más, sin personalidad física -menos mal que la conserva aún en el carácter de sus habitantes-; como todas. Y esto a uno que es un tanto romántico, le da cierta penilla.

 

Diario Provincial Lanza sábado 4 de diciembre de 1999


Otro de los antiguos torreones de las murallas en los años cincuenta del pasado siglo


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