1. La euforia expansiva de unos años, que se encaminan al Plan de Estabilización de 1959, concluye con un inusitado fervor económico y con una fuerte apuesta de renovación material de la ciudad. Más allá de las realizaciones que se glosan como éxitos indubitables del Régimen, comienza a asentarse toda una estrategia del sentido -o del sin sentido- de la ciudad que se verifica entre las visitas de los Ministros Arrese en 1958 y Sánchez Arjona en 1962. Estrategia que requiere una puesta a punto de los mecanismos productivos del suelo y una ordenación adecuada de sus rentas.
2. ¿Qué queda ya?, esa era la pregunta que formulaba atónito y dolorido Julián Alonso el 18 de enero de 1962, ante el hundimiento del Torreón del Alcázar el primer día del mes del año recién estrenado. Si en tal año, hace ya 44, se podía aún, ingenuamente, preguntar ¿qué queda ya?; hoy no es que no podamos contestar al requerimiento del profesor, sino que, tal vez, no seamos capaces ni de preguntar lo que queda, o lo que va quedando de la ciudad histórica.
3. Es esta la afirmación, ya no encubierta sino visible y triunfal, de la prensa: Ciudad Real se transforma a costa de perder ciertos edificios singulares. Es esta la valencia de la mutación y de la pérdida, aún no sentida como tal. (1969).
4. Si tuviéramos que sintetizar diríamos que todas (las causas de la destrucción) se resumen en la actuación de una sociedad dirigente amparada por un poder político que presidía el General Franco...Las razones de tales catástrofes patrimoniales las ubica Chueca en la «inexistencia de clases rectoras cultas». (1977).
5. Aceptarla transformación productiva de la ciudad moderna requiere, pese a todo, construir un nuevo universo de valores y símbolos que hagan tolerable la permuta. Desde aquí lo histórico se identificará con lo viejo, con lo inservible, con la rémora para el cambio que es preciso remover. Y por tanto se dictará su extinción o su desaparición, en aras de un orden nuevo que definirán como la ciudad moderna y urbanizada; sin que el resultado obtenido sea moderno ni urbanizado, ni tampoco ciudad.
6. ¿Cómo es posible que Corporaciones administrativas, Comisiones de Monumentos, Doctos Institutos de estudios, y reputados intelectuales locales se avinieran a una mutación tan lejana de la inteligencia y de la sensibilidad?
7. En esa misma regla de valor, y por obvia aplicación de sus principios, únicamente serían intocables algunos templos significados y los restos de la Puerta de Toledo. Por esa misma regla de valor de lo histórico y artístico, se produjeron las demoliciones del Torreón del Alcázar, del Convento de las Dominicas, de la vieja Cárcel, de los restos de la Sinagoga del Lirio, de los restos de la muralla, de la Real Chancillería, de la Iglesia de San Juan, del convento de San Francisco o del Hospital convento del Espíritu Santo. Elementos todos ellos que pasaron a verificar esa ley de hierro de la renovación presurosa y de los solares calmos, para abrir un vacío que debía de colmatarse de mediocridad alarmante.
8. Hoy, a la capital manchega le ha quedado lo peor de la vieja y caótica urbanización antigua en el trazado de sus calles y los más feo de la arquitectura contemporánea del desarrollismo opusdeiano». (1981).
9. En la búsqueda del Estado del bienestar, conservarlo que se dice conservar, sólo había que conservar los elementos emblemáticos y prototípicos de un repertorio visual del pasado; obras canónicas, aisladas no ya de su tiempo sino del espacio inmediato circundante. Vividas, percibidas y exhibidas más como un corte histórico, como un sobresalto, asimilándose a iconográficas flotantes en el diluvio de la contemporaneidad más preocupada por olvidar el pasado que por entenderlo.
10. El proceso constructor del patrimonio inmobiliario local no sólo no ha cambiado de signo con la primera corporación democrática, sino que ha experimentado un incremento progresivo. Una corporación que nacía con mucho bombo electoral-programático, se ha quedado en una reunión donde no hay cabida para ideas renovadoras, capaces de desarrollar una política urbanística alternativa y diferenciadora. La nómina destructiva, mirando hacia atrás, se nos antoja desmedida y reveladora del escaso interés municipal por preservar elementos edificatorios que deberían haberse respetado. (1982).
11. Si la ciudad histórica se ha extinguido y yace exangüe en aras de tal santificación laica, lo que quedó, lo que va quedando, son esas mismas piedras, ya descompuestas y extraídas de su origen para componerla imagen elocuente de un vertedero de la memoria.
José Rivero. La Tribuna de Ciudad
Real, domingo 15 de octubre de 2006
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