Buscar este blog

jueves, 27 de noviembre de 2025

EL PAÑO QUE BAILÓ: VESTIMENTA DE INVIERNO UTILIZADA DESDE LOS INICIOS DEL SIGLO XIX (II)

 

Fotografías archivo personal Luis Prado Fernández


Rasgos femeninos

La mujer utiliza chambra (camisa) de terciopelo, cuello de tirilla, adornado con agremanes negros. En el centro va una tira ribeteada con agremanes más estrechos y la botonadura se presenta negra de azabache, o botoncillos de plata labrada de filigrana, al igual que los puños, que, a veces, llegaban hasta casi el codo. Los delanteros de la chambra van con jaretitas más o menos anchas y, otras veces, con unas más anchas y otras que forman manojitos en el pechero.

La falda o refajo es de lana, albornoz o pañete, de un sólo color y con mucho vuelo. En la parte de abajo va bordada, también, de un sólo color, que suele ser negro para que resalte. Por dentro de la falda, para proteger el bordado de enganches, se solía poner un friso de percal. La falda amplia, de cuatro metros o más, va cosida a una cinturilla, fruncida o a plieguecitos, obteniendo así gran amplitud.

La mujer siempre ha protegido sus faldas con un mandil, al que cogían dos o tres alforzas, para que pesase más y quedase más lucido. Solían hacerse grandes o lujosos, según la ocasión, y se preferían negros, con franjas de agremanes o azabaches, y muy fruncido en la parte de la cintura para después darle amplitud y proteger la falda.

La faltriquera suele ser de pana lisa, haciendo juego con el color de la falda, aunque también las había de ganchillo, predominando los colores rosa fuerte, garbanzo ó morado y negro, que formaban artísticos dibujos, según el gusto de quien la confeccionaba.

Remata el traje un mantón de Manila o estampado de lana, de un sólo color, de los llamados adamascados, en el que predominan los colores tostados o negros. El mantón se coloca en forma de pico, desmentido en la parte interna, y se coge a la altura del cuello con un broche para que no se caiga hacia delante, cruzándose por la parte delantera y colocándose por encima el delantal y en el lado derecho la faltriquera.



Las medias eran tejidas por las mujeres y se presentan de varios colores y dibujos. Las hay blancas, azules o rosas.

El zapato más usual es el de color negro y de piel de ternera. El peinado es con raya en medio y moño de picaporte, sobre el que suele colocarse un lazo de terciopelo, adornado en sus extremos, en los días festeros. Mientras que las mujeres casadas suelen usar el lazo negro, las solteras pueden elegir color según su gusto. Los pendientes son de los llamados de chorro, o de los de guisante y van adornados con granos de aljófar. Al cuello suelen llevar un collar de una o varias vueltas también de aljófar, pendiendo en el centro el sacramento o custodia.

Para las ceremonias religiosas usaban la mantilla de paño negro o de colores oscuros, que llegaba hasta la cintura por la parte delantera y se solía ribetear con un bies de terciopelo o agremán.

Siempre cubrían la falda o refajo con una basquiña o sobrefalda de color liso negro o marrón o estampada con cuadros.

Rasgos masculinos

El hombre utiliza el calzón de los llamados de “maldis”. No lleva abertura central, como los actuales pantalones para la cremallera, sino que los laterales aparecen abrochados con botones, y una pretina abrocha en la parte delantera. Posee una abertura lateral en las piernas, con botones de latón, en la parte de la boca del calzón. Este adorno variaba según la posición social del propietario y el uso. Las perneras solían ir adornadas con aplicaciones de paño negro o de otro color, para resaltar sobre el marrón carmelita, tono del que se compone todo el traje, y ribeteado con cordoncillo negro, para darle más sujeción y realce.

La chaqueta con gran influencia andaluza, suele ser corta como en toda la región. El chaleco es de pico y lleva solapillas. Se abrocha en la parte delantera con botones, igual que los pantalones. La parte de la espalda y las coderas se adornan con aplicaciones recortadas de paño negro u otro tono, que recuerdan a las aplicaciones de los zajones de cuero. La faja que ciñe la cintura masculina puede ser de diferentes colores: negra, azul, de o roja. En su parte delantera suele ir un pequeño bordado. Encima de la faja se dispone un cinturón de cuero repujado, dejando ver siempre el bordado.




La camisa, con cuello de tirilla y adornada en las pecheras, se configura con pequeñas jaretillas. Antiguamente no se usaban los botones de nácar, sino unos lacitos que se ataban para cerrar la parte delantera de la camisa.

El calzón cubre el comienzo de la polaina, que suele ser de cuero o badana y van abrochadas hacia afuera con hebillas que se cosían con hilos de color amarillo, verde o rojo. Según el guarnicionero que las hacía, podían ser más o menos vistosas.

Las polainas descansan sobre los botos o zapatos de becerro con medio tacón, también aquí podemos apreciar la influencia andaluza.

El sombrero era de los denominados “calañés”, (aunque en nuestra provincia se le denomina “calañel” por la deformación del vocablo) de tipo castellano y en tonos marrón carmelita o negro. La vuelta del ala, así como del cono, es de cinta de terciopelo.

La cabeza también se cubre con un pañuelo anudado en la parte de atrás.

En las grandes solemnidades era costumbre utilizar la capa, con más o menos adornos, teniendo en cuenta las posibilidades de quien la usaba. Esta prenda cumplía a la perfección su función contra el frío.

El traje en el campo

Si tuviéramos que hablar del traje utilizado en el campo veríamos que la hechura se conserva, pero los materiales y tejidos utilizados son de menor calidad. Se utilizan paños burdos, piezas de pana, y en algunas ocasiones los hombres rebuscaban trapos viejos con los que cubrir sus pantorrillas, sujetándolos con las cintas de cuero de las propias “abarcas”.

Tanto en invierno como en verano solía ser costumbre generalizada el uso de múltiples prendas para proteger al individuo de los rigores del sol en la llanura manchega, así como de los crudos inviernos que hace siglos soportaban los habitantes de la provincia de Ciudad Real.

Antonio Luengo Ruiz. Lanza Semanario de la Mancha. Viernes 31 de enero de 2020




No hay comentarios:

Publicar un comentario