¿Hacia dónde van las Cofradías en el siglo
XXI? Este sería el título completo, más apropiado. Nosotros, las cofradías,
somos custodios de un legado de fe, religiosidad, arte y cultura. Como tal
habría de hacerse un análisis de cada uno de estos apartados. Fe y
religiosidad; así, unidos porque el uno sin el otro serían fonemas huecos y
vacíos. Las Cofradías hunden sus raíces en la Edad Media y se desarrollan a la
par que la cultura en Occidente crea la maravilla afiligranada del gótico, la
racional vuelta a lo clásico, la irracionalidad más portentosa del barroco y la
sensatez del neoclásico. Y si en la Edad Media arte, cultura y religión son
prácticamente lo mismo (o al menos beben de las mismas fuentes) a la par que el
arte evoluciona, va variando el substrato de religiosidad en que se asienta la
cultura. Hemos de llegar al siglo XX para que ambas teorías: cultura y fe
comiencen caminos separados aunque coincidan numerosas veces en el devenir
cotidiano.
Y las Cofradías depositarias de ese
legado de “Religiosidad Popular” (lo pongo entrecomillado porque me resisto a
creer que el que acuñara el término quisiera contraponer religiosidad popular
con religiosidad oficial, que sería peligroso porque indicaría que hay dos “Iglesias”:
la del “pueblo” y la de la “élite” y no creo que nadie piense en que una
institución como la Iglesia de Cristo se sostenga sin el pueblo que es el que
con su sabiduría milenaria y su fe ha ido creando esa “religiosidad popular”
que muchos denostan), van a seguir el mismo camino. Cierto es que para
determinados sectores de la Iglesia las Cofradías estamos ancladas en el pasado
(me imagino que se referirán a antes del Vaticano II, aunque en ese momento
olviden otro Concilio, el de Trento, que impulsó, precisamente el nacimiento y
el fomento de estas instituciones) y que para amplios sectores del pueblo somos
depositarias de valores de fe y cultura que han desaparecido de la Iglesia
“oficial” a raíz de la mala interpretación que algunos hacen del Vaticano II.
Llegado a este punto me surge una
pregunta y me imagino que a muchos otros. ¿Qué les molesta? ¿El culto a las
imágenes de Cristo y la Virgen? ¿La belleza plástica de nuestros pasos? ¿El
rigor penitencial, el orden, la música,
las flores… ¿Quizás les moleste que le dediquemos a nuestros titulares
quinarios y novenarios, que hagamos retiros espirituales y charlas en Cuaresma,
que contribuyamos a obras de caridad… Me gustaría saberlo. En conversaciones
con otros hermanos de Cofradías hemos pensado que quizás les moleste que seamos
capaces de concentrar en la plaza mayor
de Salamanca, en la de Cáceres o en la de Valladolid miles de personas cada
Jueves o Viernes Santo, que los hoteles de nuestras ciudades cuelguen el cartel
de no hay habitaciones, que los turistas japoneses gasten miles de rollos de
fotografías o que cada día sean más y más jóvenes que se sientan atraídos a la
militancia en las Cofradías.
Yo sé de algunos que manifiestan
públicamente que es “inmoral” que nuestras vírgenes paseen llenas de joyas y
ornadas de terciopelo, oro y flores cuando hay tantos y tantos pobres. Pero,
¿se imaginan poniendo a la venta la imagen de la Dolorosa de Juan de Juani, la
Esperanza Macarena o el Cristo de Medinaceli para recaudar fondos o que
nuestras imágenes salgan desposeídas de todo adorno para realizar obras de
caridad…? Podríamos hacerlo pero estaríamos contraviniendo el deseo de miles y
miles de fieles que a lo largo de los siglos han ido entregando sus ofrendas,
precisamente para que luzcan las imágenes, pero no como gesto idólatra. La gente,
el pueblo sabe muy bien qué representan esas imágenes de Cristo, la Virgen o
los Santos y cuando hacen la ofrenda la hacen de corazón y esa misma gente se
vuelca cuando se les pide para las víctimas de un terremoto o de unas
inundaciones, como por otra parte se ha demostrado. Si la Virgen sale a la
calle con corona es porque el pueblo la tiene por Reina en sus corazones, si se
le ponen flores y velas es que se les considera como a algo propio ya que se
les da el mismo tratamiento que cada año repetimos en las fiestas de difuntos
con nuestros fallecidos familiares en homenaje de recuerdo y cariño. ¿Y por qué
va se válida la música en las naves de los templos dentro de las ceremonias
litúrgicas y no va a ser válida en las calles en el trascurso de las procesiones?
Nos acusan de carnavalescos por ponernos un hábito para procesionar y ¿no es
cierto que la propia Iglesia “oficial” reviste a los celebrantes con similares
ropas?
Bajemos al mundo real y pensemos en la
venta del Vaticano a una constructora para que haga pisos y dedicar la
recaudación a los pobres o que el Papa cambie el bellísimo uniforme de la
Guardia Suiza poniéndoles uno más moderno. ¿Para qué? Para dar sensación de
“modernidad”…
Las Cofradías desde aquellos lejanos
días del Siglo XIII, en que nacen las primeras, tienen como misión, en el seno
de la Iglesia (EN EL SENO DE LA IGLESIA), el culto público externo a las
imágenes de Cristo, la Virgen y los Santos, y ese culto ha de hacerse en las
condiciones más dignas posibles, como por otra parte corresponde a la dignidad
de las imágenes y lo que representan.
José
Manuel Martín Cisneros,
Comunicación
publicada en las actas del IV Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa,
celebrado en Salamanca del 14 al 17 de febrero de 2002
A M E N
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