Asimismo, en el Norte de África, durante
los últimos momentos de la lucha entre almorávides y almohades, se señala otro
dual (“>al Sajaratan<” (al-Sakharatan) como campamento de asedio de Abd
al-Mu’im en las cercanías de Tremecén, Argelia, (BOSCH, 1956: 260): el enclave
de “las dos rocas del monte Terni”.
Para la actual región
castellano-manchega, se documentan entre otros los significativos Castillo de
Zafra (coordenadas UTM ED-50: X=609176; Y=4521400; Huso=30), en el actual
término de Campillo de Dueñas
(Guadalajara), perteneciente al alfoz medieval de Molina de Aragón (RANZ &
LOPEZ, 1999: 49); o Zafra del Záncara (coordenadas UTM ED-50: X=537900;
Y=4416000; Huso=30), en Cuenca, en una de las vías de acceso hacia la capital,
con restos también de antigua fortificación, y topónimos próximos como Llano
Alcolea, Los Villares o Torrebuceit. Si bien, Corominas no identifica el étimo
Zafra con la raíz >sajra< (sakhara) (COROMINAS, 1974: “zafra”), Federico
Corriente sí lo relaciona con la misma, al menos en una de sus acepciones
posibles (CORRIENTE, 1998; “zafra”,
122).
Más específicamente en Ciudad Real,
aunque de más dudosa interpretación, Martínez Ruíz señala también otro topónimo
derivado de >sajra< (sakhra): Cijara, como paraje y hoz del Guadiana
(coordenadas UTM ED-50: X=334000; Y=4362000; Huso=30) en Herrera del Duque
(MARTÍNEZ, 1988: 119), con variante medieval “Azijara” y “Acijara”.
Por otra parte, en Zorita (Cáceres),
siguiendo las indicaciones de Juan Gil (GIL, 2005), se hallan en la actual
Dehesa de Cigueruela, los vestigios del denominado en diversas fuentes
“Castillo de Zuferola”, “Zufarola”, “Cifuruela”, “Ciferuela”, “Cigüeruela” o
“Cigueruela” y, actualmente, también conocido como La Peña o Castillo de la
Peña (coordenadas UTM ED-50: X=267000; Y=4355250; Huso=30), sobre un espolón
rocoso, en las proximidades de una antigua vía de comunicación. Este topónimo,
recogido también por Carlos de Ayala (AYALA, 200b: 85 y 409), con evolución en
paralelo al de Ciruela, apunta una nueva vía de análisis abierta por Gil.
Otros posibles paralelos, a falta de comprobar
y, por tanto, todavía por estudiar con detalle, son el de la localidad
malagueña de Manilva (coordenadas UTM ED-50: X=298150; Y=4028250; Huso), donde
parece constatarse el topónimo de loma de Ciruela o de los Mártires,
significativamente en las proximidades del Arroyo de la Peñuela, El Peñoncillo
y Las Higueras; el de la aldea de Ciruela (coordenadas UTM ED-50: X=515150;
Y=4588050; Huso=30), en Berlanga del Duero, Soria, con topónimos próximos como
Valdelapeña, La Torrecilla o Valdehorcajo;; los de Sigüero y Sigueruelo
(coordenadas UTM ED-50: X=446520; Y=4558600; Huso=30), en Santo Tomé del
Puerto, Segovia, con topónimos cercanos como Aldealapeña, Cabeza de Aldealapeña
o Peñaltilla; y los de Siruela, en
Badajoz (coordenadas UTM ED-50: X=322500; Y=4316450; Huso=30) y Venta de
Siruela, junto al Puerto del Muladar (Ciudad Real), mencionada en el siglo XVI
por D. de Guadix (BAJO & MAÍLLO, 2005; “Muladar”, 835).
Análisis
del enclave
Teniendo en cuenta lo expuesto con
anterioridad, Ciruela se presenta como un enclave defensivo islámico en el
corredor de comunicación entre Caracuel y Calatrava la Vieja, posteriormente
ocupado como tenencia nobiliaria tras la reconquista del territorio en 1147,
por parte de los Armildez, y que contó con un creciente interés por parte del
arzobispo de Toledo hasta la Concordia con la Orden de Calatrava de 1245,
pasando en 1255 a manos de la corona para formar parte, a continuación, del
espacio territoral inicial en la fundación de Villa Real.
Integrado dentro de la red castral cristiana
del territorio, continuadora en gran medida del precedente islámico y
descartada la posibilidad de haber sido en su momento atalaya del castillo de
Alarcos, al haberse comprobado que no existe visual “Zufera” se localiza en el
camino que, desde el vado de Valdarachas, sobre el Jabalón, se dirige hacia
Calatrava la Vieja, por Miguelturra, con anterioridad a la fundación de Villa
Real y relacionado, con muchas posibilidades, con la reconfiguración
territorial que supuso el traslado de la capitalidad del iqlim de Oreto a
Calatrava la Vieja por Muhammad I en el 854. En el tramo del camino de Córdoba,
correspondiente a la jornada de viaje entre Caracuel y Calatrava la Vieja, en el
que se documenta una gran densidad demográfica, con la existencia de un
poblamiento disperso en alquerías y, pausiblemente, también en unidades
inferiores de población, a la que debió contribuir el reasentamiento de la
población de Oreto.
De los restos defensivos, quedan
escasamente los vestigios del inicio de una torre, aprovechando al máximo el
otero natural que brinda la peña: unas hiladas de mampostería irregular, en
roca volcánica, con refuerzos de sillarejo en las esquinas, correspondientes en
su parte más baja a la regularización de la roca para la cimentación.
Inaccesible actualmente la parte superior del peñasco, presenta zonas laterales
de derrumbe que han arrastrado parte de la cimentación en las caras norte y
oeste.
Asimismo, pegada a los pies del peñasco,
entre éste y los restos de la antigua iglesia, se observa una plataforma
cuadrangular, bordeada en tres de sus frentes por un muro, cuyo lado meridional
no guarda alineación alguna con los muros de Santa Marina. Así, cabe
identificar también los restos de esta área con parte de las estructuras del
castillo descrito para Madoz en 1842: “…á su inmediación (de la iglesia) se
halla el arruinado cast., que estuvo edificado sobre unos peñascos muy
grandes…”. Además, se detecta la presencia de un largo muro que, enlazando, con
la anterior estructura en su extremo NE, se dirige cerro abajo, por la ladera
norte del cerro, hasta la vaguada.
Las dificultades naturales, en el caso
de la atalaya, y de lo somero de las restantes estructuras no posibilitan llegar
a concretar su cronología inicial, a pesar de la constatación de cerámica
islámica en sus proximidades y de su reutilización con total seguridad tras la
reconquista, debiendo formar parte todas ellas del “>hisn<” o “castrum”
mencionado en la documentación.
De la evolución histórica del enclave y
entorno territorial, el análisis toponímico y los paralelos peninsulares, se
desprende la presencia inicial en época islámica de una >sajra< (sakhara)
fortificada, atendiendo tanto a la intuición de Hernández Jiménez (HERNÁNDEZ,
1941:87), como a las definiciones más recientes ofrecidas respectivamente por
Bonaassie y Dalliere-Benelhad: una roca, un peñasco, un “nido de águila”, con
una muralla para cubrir las brechas entre las rocas (BONNASSIE, 1976; 26); un reducto
defensivo, la unidad fortificada más pequeña existente, normalmente sobre un
roquedo para control de una ruta o una villa (DALLIERE-BENEHALD, 1983: 63-65).
En este sentido, Juan Zozaya (ZOZAYA, 1998: 27; ZOZAYA, 2005b: 403) señala
tipológicamente la posible adscripción a la iniciativa estatal de estas
fortificaciones rurales, en relación directa con las “alijas” y los “aguilares”
castellanos, derivados toponímica y conceptualmente del término >hayyara<
(hadjdjara) y >al-hayyarat al-Nusur) como resultado de una forma de
fortificación temprana (ZOZAYA, 2005a: 38). Por el contrario, evaluando otras
posibilidades, señalar que, Alfonso VII otorgase recién conquistada la zona un
enclave en vanguardia que no dispusiese previamente de la más mínima fortificación,
resulta difícilmente imaginable, tanto por la trayectoria de las donaciones
reales de la época, como por lo arriesgado de aceptar la empresa.
Por su parte, la antigua parroquia de
Santa Marina, de una sola nave, con cabecera reformada y acceso lateral,
mantiene en pie parte de sus muros perimetrales, con zócalo de mampostería y
alzado de tapial, salvo en la zona de la cabecera, habiendo sido su modesta
portada gótica de sillería reubicada hace unas décadas en el acceso a la
sacristía de la actual parroquia de la vecina localidad de Miguelturra.
La mayor densidad de restos en
superficie, junto al lado sur de la parroquia y en un radio de unos cien
metros, atestiguan la alquería, como enclave de poblamiento original, con
fragmentos de cerámica islámica común, algunos arribuibles claramente al
periodo de ocupación almohade, junto a numerosos fragmentos de material de
construcción, teja curva y cerámica bajomedieval (RETUERCE, 1994: 20).
Al otro lado de la pequeña vaguada
existe al Este del Cerro de la Horca, se halla la actual aldea, venida a menos
y en pésimo estado. Destaca en ella, el pozo comunal existente al borde del
camino que, desde Valdarachas (topónimo también de interesante relación con el
territorio) asciende hacia Miguelturra y el cruce de caminos. En la antigua
cantera de piedra volcánica, situada al Norte de la peña, en el frente de la
colada volcánica del Cerro Zurriaga, junto al camino de Valdarachas, todavía se
advierten los trabajos de labra y algunas piezas de molino o jaraíz inacabadas
o defectuosas.
Pedro
J. Ripoll Vivancos
(Separata
Boletín de Arqueología Medieval. Nº 13. Asociación Española de Arqueología
Medieval. 2007)
Felicitarle por este humilde pero fantastico blog, lo visito diarimante, pero nunca comentè.
ResponderEliminarLe envio algo que puede ser de su interes para su pùblicacion en el blog
http://biblioteca.cchs.csic.es/digitalizacion_tnt/index_interior_ciudadreal.html
Saludos y gracias por toda la cultura ciudarealeña que nos aporta.
Siga adelante.
Muy bien
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