Lleva
37 años vendiendo el bocadillo salchichero, adosada al bar Trini desde los
tiempos dorados del cine Castillo en la Avenida del Rey Santo
Hay que reconocerle a Guadalupe
Fernández, natural de Villarta de los Montes (Badajoz) una extraña cualidad de
elegancia natural y madre coraje al frente de los perritos calientes de Ciudad
Real desde hace 37 años. Cinco hijos parió... como dice la canción, todos ellos
de buena carrera –una hija médico, otro juez, otro ingeniero, “que está por
todo el mundo, sabe usted”- a fuerza de trabajo. Es viuda de un sastre desde hace
14 años.
“Era el mejor sastre de Ciudad Real,
pero ya no podía con las piernas y se tuvo que quitar de la sastrería, se vino
aquí y se puso porque se vendía bastante. No dábamos abasto, pero ahora...”
Nació en 1934 y cuando tenía quince años
su padre se vino de molinero a La Mancha a la finca de La Toledana, donde el
actual monarca se iba a jugar con su primo Carlos.
Primero se instaló en Macarfe, luego en
el pasaje Gutiérrez Ortega y luego en la avenida del Rey Santo, pegada al bar
Trini. En total tres décadas, un lustro y un bienio despachando perritos
calientes y palomitas. “Le voy a decir la verdad, que la verdad aunque duele no
rasca. Cuando estaba el cine aquí (se refiere al cine Castillo) era cuando
hacíamos para nuestros gastos y un poco más, pero ahora raro es el día que...
Ha sacado adelante a cinco hijos, cuatro
de ellos con carrera
Guadalupe se pone todos los días a
partir de las 4,30 de la tarde en su pequeño kiosko, excepto los meses de julio
y agosto, por el calor. No paga nada al ayuntamiento porque la licencia se la dieron
a su marido tras las dolencias de las piernas y sus relaciones con el bar
Trini, a la que se adosa como un cangrejo ermitaño, son excelentes. Nunca ha
tenido problemas y en junio le guardan el material en la nevera
Vive cerca de la Comandancia de la
Guardia Civil. Para ir al kiosko de perritos coge el autobús y al regresar a
casa, sobre las 10 de la noche, toma un taxi.
Tres
euros 4 salchichas
Los jóvenes son los clientes
principales, “aunque ahora como están las cosas”. Las salchichas son exquisitas
y el tomate de una reconocida marca. No recuerda cuánto costaba un perrito hace
30 años, “cuando estaban los duros”. ¿Diez pesetas, veinte...?”
Lo que sí tiene meridianamente claro es
el precio del perrito caliente en el lugar de venta de perritos calientes más
emblemático de la ciudad: tres euros. “Pero con cuatro salchichas, ¿eh?, y su tomate,
que mira, es bueno...” Guadalupe hace un repaso con el orden que le van
dictando sus recuerdos, pero reitera una y otra vez que los tiempos dorados del
kiosko de perritos duraron lo que duró el cine Castillo en la avenida del Rey
Santo. “Santiago y su esposa me decían Guadalupe, véngase (a la actual
ubicación de los Cines Las Vías). Ya había muerto mi marido, pero yo ya no
estaba para irme tan lejos, se hace de noche y...”
Guadalupe parece una señora de postín.
Cuando enviudó no le quedó pensión. No cotizó lo suficiente y sólo obtuvo la
pensión no contributiva. Lloró amargamente, pero sus hijos la consolaron.
“Ahora hay veces que no haces ni para
los gastos de la luz, el taxi... Esto está muy mal. A ver si pudiera
traspasarlo, no sé, me tendré que enterar... A mí me costó un montón hacer
esto, es de aluminio, pero no me acuerdo... Ayer me trajeron unas latas de
salchichas con una subida, madre mía qué subida, grandísima, grandísima, pero
bueno, hijo mío, le digo. Pero yo no subo los perritos. Tres euros con cuatro salchichas”.
- Eso es una merienda potente...
- ¡¡Y tan merienda!!
Guadalupe habla del bar Trini, a cuyos
dueños y camareros considera como una familia. “Nunca en la vida hemos tenido
ningún problema. El dueño del bar me dijo que hiciera esto gustosamente”.
Dentro del kioskillo hace calor. Guadalupe
abre un cajón y saca un abanico y dice que muchas veces cuando está limpiando
los artilugios “para dejarlo como una patena”, te viene la gente a por tres o
cuatro perritos. “¿Y qué haces, hijo?” Para vender doce o trece perritos se
tiene que esperar hasta las 10,30.
Pero es hablar de los hijos y a Guadalupe
se le acrecienta el semblante de señorona. “Tengo cinco hijos y todos tienen
buenas carreras”.
- ¿A base de perritos?
- Hombreeeee. Ya que a nosotros no nos
han podido dar nada, nosotros nos vamos a sacrificar para ver si con los
conocimientos de ellos y el de los profesores pueden llegar a ser unas grandes
personas.
Efectivamente, aunque se lo tuvieran que
quitar de la boca. Tiene tres hijas y dos hijos. Una hija es médico, otro hijo
es ingeniero superior, otra se fue a Barcelona y trabaja en una empresa privada
y otro hijo se vino a Ciudad Real y era el juez más joven de España.. Ella es
la madre coraje de los perritos calientes.
Manuel
Valero. Diario “Lanza”, domingo 9 de septiembre de 2012
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