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jueves, 16 de diciembre de 2021

UN REY EN CIUDAD REAL (V)

 

Diario Ilustrado, Político, Científico y Literario “El Globo”, miércoles 28 de mayo de 1879



Vamos a Calatrava la Vieja y luego a Malagón, dijo don Alfonso y pronunciando palabras mágicas y al conjuro de imprecaciones supersticiosas, partimos raudos, por encima de la población dejando atrás la granja agrícola, la vía del ferrocarril, a la izquierda la Atalaya y cuando acordé paró el original caballo Pegaso, en la misma puerta del amplio santuario de la Virgen de la Encarnación.

-Señor, estoy admirando de la velocidad que hemos traído, que supera a la que alcanzan los aparatos de propulsión a chorro y a todo lo que se dice ahora de las bombas atómicas, de la desintegración de los átomos, del uranio y de otras zarandajas por el estilo.

-Este caballo volador lo dirijo con el pensamiento y es tan rápido como el mismo, sin reacción alguna y sin exterior ni interior impulso.

Estábamos en el patio y en un extremo vimos la capilla de los Mártires, donde estuvieron enterrados los grandes maestres de la ínclita Orden de Calatrava y algunos de sus más célebres comendadores y valiente caballeros, que murieron luchando contra la morisma. La Imagen venerada, llamada de los Mártires, fue destruida y sus pedazos de mármol, se han colocado en la hornacina donde tantos siglos estuvo colocada aquella Virgen tutelar de Calatrava.

Tomamos una senda que conduce a la que fue temida fortaleza, al castillo casi inexpugnable, llegando pronto a la torre albarrana, que sola y separada de las murallas, las defendía.

Entramos en la Iglesia, que tal vez, fue antes mezquita moruna, sin techumbre alguna pues se ven sus escombros esparcidos por la que fue su espaciosa nave.

-Majestad ¿estaría aquí la romana Litabrum, donde confluían los caminos que conducían a Toledo?

 

Ruinas de Calatrava la Vieja en los años cincuenta del pasado siglo



-Al parecer así debió ser, precisamente por el paso de la calzada que venía de Andalucía, por Oreto, Almagro, por lo que es hoy Carrión, y la otra que desde Mérida por Almadén, Caracuel y Alarcos, iba también a Toledo.

-Esta debió ser la torre del homenaje y sus fuertes sillares acusan sucesivas construcciones en distintas épocas. Aquí estuvo la espaciosa sala o patio de armas; allí es donde estuvo la muralla, frontera por el Guadiana, de imposible asalto porque el río lamia sus cimientos y este castillo descubre todavía el ancho y profundo foso que le rodeaba por todas partes.

-¿Dónde estuvo el puente levadizo? Es imposible aclarar este punto y otros que sugiere la contemplación de tanta grandeza en total ruina.

Ya sabéis que mi antecesor el emperador Alfonso VII tenía este castillo en 1147, y lo cedió al arzobispo de Toledo, que purificó la mezquita, dándola este a los caballeros templarios, para su defensa, pero la invasión de los moros africanos que como una terrible avalancha venía desde Andalucía, hizo que acobardados los de Calatrava fueran al rey don Sancho en 1158, diciéndole que ellos no podían defender la plaza.

Entonces el Monarca la ofreció al que quisiera defenderla ofreciéndose a tal defensa don Raimundo Abad de Fitero y Diego Velázquez, entregándola don Sancho bajo privilegio en 1152, trayendo de todas partes aquel santo varón gentes que poblaron la villa y fortaleza y estos campos.

Así se fundó la famosísima Orden de Calatrava.


Emilio Bernabeu, diario “Lanza”, viernes 22 de enero de 1954

 

Ruinas de Calatrava la Vieja en los años cincuenta del pasado siglo


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