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miércoles, 15 de diciembre de 2021

UN REY EN CIUDAD REAL (IV)

 

Calle Zarza en los años ochenta del pasado siglo. Foto Iferga 



He de manifestaros, dijo el rey, que nosotros los monarcas de Castilla, no tuvimos nunca tratamiento de MAJESTAD, pues hasta después de los Reyes Católicos, se llamaron Altezas.

-Bien, replique, pero es ya nuestra costumbre, y aunque humilde periodista, no lo ignoraba, pero deslumbrado por nuestra inspirada e insólita aparición y maravillosa historia, que merecisteis apellidaros el Sabio, poco me parece ese tratamiento cortesano y creo que debían los anales calificaros como el Divino.

-No hay que exagerar tanto.

-Vuestras magnas obras las Partidas, las Cántigas y las Querellas, las Tablas astronómicas, la Grande general Historia, etcétera, etc., os hacen acreedor a los más altos tratamientos.

-Ahora, vamos a dar en mi Pegaso, un paseo por los contornos de esta Villa Real, puesto que la luna como inmenso y gigantesco disco de plata nos alumbra, ciudad y campo, quiero recordar y ver lo pasado y las invitaciones del presente.

Al oír la palabra “PEGASO”, creí que se trataba del ponderado automóvil de este nombre, ya de fama mundial, pero don Alfonso añadió:

-He resucitado a “Pegaso” el caballo alado de la fábula, que, sin gasolina, ni electricidad, sin motores, como ahora se dice, guiado por un nigromante, nos conducirá a ver estas tierras de la Mancha, sin peligro a que se derritan sus alas, como las de Icaro, de que nos hablan añejas historias griegas.

 

Detalles de los patios de la calle Morería. Iferga 1980


-En esto, veo en la calle Real, en la plazuela de Belmonte, cerca de la antigua puerta blasonada que aún se conserva intacta, un monstruo enorme, un caballero blanco con grandes alas en sus dos costados.

Subiremos y vamos en vuelo, casi planeado a recorrer Calatrava, Malagón, Alarcos, Caracuel, Zuruela, Petrabona, Miraflores etc. de ciudades arruinadas, castillos destruidos, campos de famosas batallas que fueron terriblemente adversas para los cristianos y que son tristeza y dolor no podemos nunca olvidar, pues siempre vencimos a los moros.

Yo estaba asombrado, no solo del lenguaje moderno usado por el rey, sino que no quitaba ojo del gran caballo con alas, que sostenía de la cabeza, un minúsculo hombrecillo, de largas barbas y un alto bonete, de irisados colores y unas antiparras luminosas, que superaban a los famosos anteojos del casi paisano nuestro, pues era señor de la Torre de Juan Abad, don Francisco de Quevedo y Villegas.

-Como dicho nigromante desplegara una escalerilla, subió primero el monarca, siguiéndole yo, con intensa emoción mal contenida, que me hacía temblar como un perlático.

Recordé, la subida en el caballo Clavileño, en casa de los duques, de don Quijote y Sancho Panza y su fingido vuelo a las alturas remotas, que nos refiere en su libro inmortal Miguel de Cervantes Saavedra, encomendándome de todo corazón al Señor, a la Virgen y a todos los Santos, como buen católico que soy.


Emilio Bernabeu, diario “Lanza”, miércoles 20 de enero de 1954

 

Detalles de los patios de la calle Morería. Iferga 1980

 

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