Ciudad Real tiene en la actualidad dos bandas de música: la Municipal y la del Hogar Provincial, esta dependiente de la Diputación, que lleva el nombre de «Centuria Federico Ruyra», simbolizando, un apellido en el que se unen la gloria del martirio y una vieja ejecutoria musical, con tradición en la provincia. Hoy queremos ocuparnos de estas dos agrupaciones artísticas, con el deseo de que nuestro comentario pueda servir de estímulo para una superación de sus actuaciones.
Nuestros primeros recuerdos de la veterana
Banda Municipal alcanzan hasta un director que se llamaba don Néstor y al que
recordamos, como a todos los componentes de aquella, vestidos de penitentes en
la numerosa Hermandad del Cristo del Perdón, llamada por entonces de D. Federico.
La música tocaba los jueves en el Prado y allí, durante el verano, íbamos a beber
gaseosas, de casa de Ruiz del León y a jugar lo que se podía. A don Néstor, que
no debió estar aquí mucho tiempo; le sustituyó ya don César Ruyra, padre y jefe
de una gran familia de músicos, bajo cuya batuta la agrupación municipal alcanzó
éxitos incuestionables, y al que luego sucedió su hijo Cristóbal, el buen amigo
no ha mucho fallecido, que logró merecidos premios en diversos concursos dentro
y fuera de la provincia. Al marchar este último director, ocupó su puesto de
manera provisional el Subdirector señor Murazábal, un veterano de la Banda, que
logró mantener el tono de la misma durante casi tres años y en la actualidad, por
razones que no son del caso, no está a la altura que todos desearíamos para
ella, no obstante el interés y la buena voluntad de los dos últimos delegados
del Municipio, señores Prado González y Cárdenas Ballestér. Y es que una Banda
de Música necesita -aunque parezca una perogrullada un director con ilusión y
unos músicos disciplinados y amantes de su profesión, como más de una vez han
demostrado los que integran la plantilla de la Municipal. ¿Vamos a querer nuevamente,
ahora que estamos en vísperas de Santa Cecilia, ala que por cierto no se conmemora
como es debido?
De la otra Banda, la Provincial como se la llamaba, el recuerdo de nuestra niñez es emotivo, porque nos remueve añoranza de años felices y nos trae la figura de un gran maestro: don Antonio Segura, que nos distinguió con su amistad, no obstante la diferencia de edad. No hemos podido olvidar su triunfo al frente de sus pequeños músicos, de la Banda del Hospicio como la conocía el pueblo, en aquella Semana Santa de su máximo esplendor por los años veintitantos. D. Antonio, con su barbita entrecana, sus ojos penetrantes y su cuerpo menudo, se crecía al desfilar a los sones de un alegre pasodoble -contraste de nuestro Viernes Santo- con la Cofradía del Comercio que se dirigía a San Pedro, para recoger a Jesús Caído. De esta Banda del Hospicio salieron magníficos discípulos del maestro Segura, que ocupan puestos destacados en otras importantes agrupaciones musicales. Luego, la Banda desapareció y hasta el año 1953, siendo presidente de la Corporación Provincial el señor García Noblejas, no volvió a reorganizarse. Modestamente colaboramos en ello, siguiendo el ejemplo de otro periodista, el querido Ponciano Montero, por entender que todo cuanto se haga por cultivar el espíritu y educar a la juventud, más si esta se halla en especiales circunstancias, será poco para quienes tienen la responsabilidad de su dirección. Justo es consignar los nombres de los profesores Germán Chacón y Eleuterio Romero, que han batallado y siguen esforzándose por imbuir a los muchachos, casi niños, el buen gusto musical.
Nuestro deseo, como decíamos al principio,
es que ambas agrupaciones musicales, que llevan el nombre de Ciudad Real,
tengan el estímulo que se precisa en todas las obras y durante el invierno
logren la puesta a punto que luego, con la primavera, tendrán ocasión de dar a
conocer. Y si de paso se pudiera construir un lugar adecuado para conciertos,
miel sobre hojuelas. ¿Verdad, amigos músicos?
Cecilio López Pastor. Diario “Lanza”, jueves 17 de noviembre de 1960
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