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jueves, 3 de noviembre de 2016

TIEMPOS DE TERROR EN CIUDAD REAL A CARGO DEL FRENTE POPULAR. CIUDAD REAL 1936-1939 (II)


 
Pozo de Carrión de Calatrava lugar donde los milicianos del Frente Popular asesinaban y arrojaban los cadáveres

Tiempos del terror rojo

Desde  el 20 de julio al 31 de diciembre de 1936, el poder del miedo estuvo asentado en nuestra capital. Ciudad Real vivía en plena guerra bajo el mayor de los terrores conocidos en toda su historia, los acontecimientos se desarrollaron de manera muy similar al resto de la zona republicana. Pero con circunstancias especiales la diferenciaban de las demás capitales de provincia del estado republicano. Puede decirse que el elevado número de crímenes y muertes violentas habidas fueros efectuadas durante los meses de agosto a diciembre de 1936. Estos horribles crímenes vinieron precedidos de medidas de extorsión económica despidos laborales, persecución, y una amplia serie de acciones que escaparon a la justicia y que hicieron vivir a los ciudadrealeños, tachados de enemigos del régimen republicano, de una manera altamente angustiosa y asfixiante, y no solo durante los cinco meses de represión durísima y desbocada por parte del Frente Popular.

Por lo tanto el punto más álgido fue alcanzado entre agosto y diciembre. Como nota histórico-anecdótica, por decreto dejó de denominarse Ciudad Real, para pasar a llamarse Ciudad Libre, tanto institucionalmente como socialmente.

Dueñas absolutas de Ciudad Real las milicias del Frente Popular, sus abusos e injusticias eran constantes y continuas.  Los detenidos eran a cientos, ingresados en la Prisión Provincial o en la Cheka del Seminario o de las Dominicas sin formación de causa. En nuestra capital, eran llevados primeramente a la Cheka, tristemente por su torturas y tratos vejatorios que de administraban en ellas. Tras prestar declaración eran sacados de ellas por la puerta trasera, de noche, y conducidos a los cementerios o lugares habilitados para dar muerte, siendo allí asesinados de manera vil. En casos concretos –la mayoría- recibían torturas como el caso de Miguel Sánchez Nieto, que le fueron cortados los brazos con un hacha y arrojado vivo al pozo de Carrión. En otras ocasiones los cadáveres aparecían con el cráneo destrozado, siendo casi imposible su identificación. Puede verse incluso en el Boletín Oficial de la Provincia, la cantidad de edictos de distintos Juzgados para esclarecer esos asesinatos, los cuales ninguno de ellos prosperó durante 1936-1939. Igualmente en la Gaceta Oficial de la República  se hacía eco de los mismos.

Los crímenes se efectuaban normalmente en solitario. Se reunía un importante grupo, como es el caso de la matanza de 39 alcazareños asesinados en Ciudad Real, a su entrada, el 9 de agosto. Pueden constatarse casos de asesinatos de padres e hijos en un mismo fusilamiento.

Aclamo aquí, que, el mero hecho de portar un santo rosario era motivo de fusilamiento inmediato. Incluso el neto revanchismo personal hizo estragos. Figurar en un fichero como militante de cualquier partido no afín al Frente Popular, ser propietario, llevar hábito talar –sotana- o el caso más extremo darse de baja en periódico incautado antes católico y conservador como El Pueblo Manchego era motivo de ser candidato al triste y trágico "paseo". Esto fue el detonante de una de las primeras víctimas civiles en Ciudad Real, como fue el sastre Daniel Burgos Grande –Jefe de Requeté- siendo asesinado el 1 de agosto de 1936. Detenido en el local de la Cruz Roja  el 31 de julio, fue asesinado al día siguiente. El día 27 El Pueblo Manchego publicaba  en primera página:


Desde el Frente Popular por necesidades imperiosas del momento, se hizo cargo de encauzar y dirigir el derrotero de El Pueblo Manchego, hemos registrado dos únicas bajas en la suscripción del mismo, que por tales y únicas nos complacemos en consignar. Son las siguientes:

1º. Don Manuel Tolsada (sin ser griego nos recuerda algo de su alfabeto: “Alpha”):
2º. Don Daniel Burgos (Suponemos que este formará parte de los “burgos podridos” a que se refirió, tiempo ha, el señor Azaña).

Lo ponemos en conocimiento de nuestros lectores para que encabecen el “cuadro de honor” de los que se vayan destacando en el acatamiento al Régimen legal”.

El señor Tolsada por indicación de su hermano Francisco, comprendió el alto riesgo que corría innecesariamente su vida tras encabezar el cuadro de honor del diario capitalino, rectificando a tiempo, lo que permitió salvar su vida.

Daniel Burgos no transigió siendo detenido y llevado a la checa del Seminario. Tras ser puesto en libertad –fingida por el Comité- fue tiroteado por la espalda al descender las escaleras del interior del Seminario Conciliar, no llegando ni siquiera a salir vivo del edificio.

Los crímenes efectuados en Ciudad Real se realizaron en distintos lugares. Durante el mes de julio por ejemplo fueron improvisados, incluso forzados o de ocasión como en el caso de los jóvenes seminaristas claretianos, que, mientras eran conducidos por la fuerza a Madrid, los milicianos hicieron irrumpir el destino de la marcha de tren, haciéndolos bajar al andén de la estación de ferroviaria de Fernán Caballero, y allí mismo fueron fusilados. En el mes de agosto – día 15- fueron fusilados Tomás Segura Ávila y Fernando Segura Bermúdez,  en la misma puerta de Toledo.

Las tapias del cementerio capitalino –laterales- fueron escenario de la mayoría de las muertes en la capital, como es el caso del diputado a Cortes José María de Mateo La Iglesia, asesinado el 20 de agosto de 1936. El 22 de agosto asesinaban de forma alevosa y cobarde al prestigiosísimo y promesa de la medicina española Dr. Luis Cilleruelo González. El 29 de ese mismo mes era asesinado el anciano médico Manuel Messía de la Cerda y el conocido periodista y director del diario Vida Manchega José Recio Rodero. En el mes de septiembre se elige optativamente el puente Alarcos, siendo asesinados un grupo el día 12 y otro el 18. El pueblo de Valverde protestó ante el Comité, por lo que el escenario del crimen fue trasladado al cementerio de Carrión.

Mucho se ha escrito incluso hablado del famoso “Pozo de Carrión”. Pozo de noria que había quedado dentro del mismo cementerio en su ampliación efectuada unas décadas antes del estallido de la Guerra Civil. Según testimonio del alcalde de dicha población al fiscal de la Causa General, en 1943 no se habían podido exhumar los cadáveres existentes hasta la fecha en el interior del pozo “por ser de bastante profundidad, calculándose habrá unos 600 cadáveres, ignorándose la mayor parte de ellos su vecindad” [2].

Esta cifra a mi entender es demasiado elevada y fantasiosa. Veamos.


Las primeras inmolaciones que se hicieron por el pelotón de ejecución del Frente Popular de Ciudad Real, en las que intervinieron miembros natos del Comité de Sangre [3] se hicieron al borde exterior del pozo-noria. Algunas víctimas eran arrojadas vivas, incluso el caso de Miguel Sánchez Nieto (conocido por "El Cacique") a quien un miliciano cortó los brazos a golpe de hacha, para después empujarlo vivo a la noria-pozo, arrojando a su fondo piedras de gran tamaño y luego cal viva. Este ilustre ciudadrealeño fue el último arrojado al trágico pozo el 14 de diciembre. Al parecer fue cubierto de víctimas, y el hedor que desprendía  no permitía fácilmente acercarse al mismo, por lo que se procedió a fusilar en el exterior del cementerio, siendo enterrados los cuerpos en tres fosas comunes, reducidas hoy en el lateral derecho, inmediatamente situadas a la entrada del cementerio. El lugar hoy está cubierto con sencilla y amplísima lápida abierta por su centro y abriendo en sí una sencilla cruz. De esas fosas fueron exhumadas en abril de 1939 gran cantidad de cuerpos y los restos de los fusilados  en el fatídico y tenebroso 15-17 de diciembre de 1936. Dándose casos aislados como el lugar del crimen del Obispo-Prior de las Órdenes Militares Españolas Mons. Narciso de Estenaga y Echevarría y su fiel capellán Julio Melgar, siendo inmolados previo martirio en “El Piélago” lugar, por cierto, hundido y escondido que les garantizaba poder hacer el linchamiento con más libertad y sin complicaciones aquel 22 de agosto de 1936.

Aquella Ciudad Real enloqueció solapando el crimen bajo la autoridad de la República, por el indeseable procedimiento de LIQUIDAR FÍSICAMENTE a los que consideraban enemigos de la República y del Frente Popular; derechistas, militares, clero regular y secular, banqueros, terratenientes, propietarios, funcionarios etc. Fueron exterminados en similitud de circunstancia que los judíos, cientos de seres humanos cuya única culpa era tener ideas religiosas, no defender ideales del Frente Popular o, simplemente, estar en el punto de mira de venganzas personales, de ajustes de cuentas, débitos, o envidias vecinales. Las pasiones republicanas estaban demandadas y las autoridades no impidieron nada. Las autodenominadas fuerzas progresistas con el respaldo directo de los aparatos del Estado y el apoyo o silencio de los que habían sido erigidos en referentes morales de la sociedad, fueron actores y encubridores de cientos de crímenes en esta extensa provincia de Ciudad Real. La España republicana se convirtió en estado totalitario que estableció una red de campos de concentración –checas- que pulverizó cualquier tipo de garantía legal y que difuminó arbitrariamente las líneas del derecho penal, que se sostenía sobre la máxima de que sectores enteros de la nación debían ser exterminados y que publicó resueltamente su decisión de sustentarse sobre el terror de masas. Es representativo y sobradamente conocido el papel de la socialista Margarita Nelken que afirmaba a unos días del estallido de la guerra: “No basta para darnos garantías con liquidar a los enemigos que ocupan cargos en los ministerios. Para tener esas garantías indispensables, para que nuestros combatientes del frente se sientan las espaldas protegidas a retaguardia, para que no tengan que temer que se les apuñala por detrás, es preciso ir al fondo del asunto y encararse con la verdad; esto es, saber y decir quiénes tuvieron la responsabilidad de que los traidores pudieran traicionar; quiénes por su incapacidad para obrar como verdaderos republicanos (por muy republicanos que fuesen) demostraron no tener capacidad para defender hoy la República.


Estadística de las muertes según mis estudios

Oficios:

Militares: 8
Diputados a Cortes: 2
Exalcaldes: 1
Albañiles: 1
Abogados: 11
Estudiantes: 16
Banqueros: 2
Industriales: 10
Propietarios: 3
Periodistas: 4 (de ellos fueron asesinados los dos directores de los periódicos de la Capital; Manuel Noblejas Higueras y José Recio Rodero)
Comerciantes: 4
Médicos: 4
Practicante: 1
Funcionarios: 8
Jueces: 1
Joyeros: 1
Peluqueros: 1
Delineantes: 1
Farmacéuticos: 1
Mozo de farmacia: 1
Carpintero 1
Duques: 1
Condes: 1
Marqueses: 1
Sastres: 1
Estanquero: 1

Por meses:

Julio, 18
Agosto, 34
Septiembre, 39
Octubre, 14
Noviembre, 11
Diciembre, 20.

Total de víctimas comprobadas fehacientemente a la baja: 150 víctimas civiles. Sumadas con las eclesiásticas, 210.

 
El Obispo-Prior Narciso de Estenaga asesinado el 22 de agosto de 1936

Persecución Religiosa

En la historia contemporánea de Europa no existe un caso tan sobrecogedor como la Persecución Religiosa habida en España desde 1936 a 1939. No hay precedentes que nos den reflejo de tanta crueldad y vehemencia para hacer desaparecer a la iglesia católica de España: 13 obispos y miles y miles de  religiosos asesinados son motivo suficiente para reflexionar.

Me pregunto yo: ¿Rechazaban a los ministros por causa de Jesús de Nazaret, o rechazaban a Jesús a causa de sus ministros? Para mí la primera hipótesis es claramente halagadora incluso cierta, pero la segunda también es posible y, si la rechazáramos, tendríamos algo de irreales, fariseos o desatentos con la verdad.

Sin duda fue el odio hacia la institución eclesiástica anidado desde décadas en profundos abusos, desmanes, esclavitud, explotación obrera, inclemencias, caciquismos exacerbados o desaforados, riquezas materiales amparadas por nuestra "Santa Madre la Iglesia", que crearon pobreza y falta de credibilidad y descontento hacia la clerecía y un caldo de cultivo propicio para el anticlericalismo.  El sempiterno problema de la pobreza, la cultura, las clases obreras marginadas de todo bienestar, la Iglesia manteniendo en ocasiones silencio y encubrimiento de estas actuaciones injustas socialmente, lo que generó sin más una guerra civil de consecuencias inconmensurables.

En el caso concreto de Ciudad Real, los Obispo-Priores habían hecho una labor extraordinariamente social, chocante en parte con otros prelados de mentalidad muy conservadora y reaccionaria en otras diócesis. El caso del obispo Gandasegui, hombre popular y cercano, así como su sucesor Mons. Irastorza se destacaron por su labor de compromiso social en sintonía con la doctrina del papa León XIII.

Pero en plena virulencia prerrevolucionaria y del conflicto bélico, ocupaba el sillón prioral-episcopal el Dr. Narciso de Estenaga y Echevarría, sabio varón de la Iglesia, reputado historiador, orador admirado tanto por políticos liberales como conservadores. Eran valedores y defensores de su perfil intelectual Ramiro de Maeztu (el hombre más culto de la España del 36) Cotarelo Mori, Marañón, Ortega, García Sanchíz y el mismo Presidente de la República Española, Niceto Alcalá Zamora, así como  Indalecio Prieto.

Nada de ello impidió que miembros destacados del Gobierno del Frente Popular en Ciudad Real ordenaran su eliminación física.

Previamente a ello fue arrojado de su Palacio Prioral manteniendo una postura serena, contundente, acertado y valiente forcejeo con los revolucionarios, de gran autoridad moral.  Hasta ser expulsado casi por la fuerza de su propia casa. Provisionalmente estuvo hospedado en una pensión frente al Palacio hasta que el banquero capitalino Saturnino S. Izquierdo se personó en la misma rogando al Obispo-Prior de Ciudad Real aceptara su casa como la suya (después este sería también asesinado pagando con su propia vida por dar refugio al obispo-prior).

Desde el 8  al 22 de agosto pasó sus días en la casona de los Sánchez Izquierdo, situada en la calle del Camarín. De allí fue sacado para ser conducido a ocho kilómetros y, previo martirio, fue asesinado.

 
Recuerdo de los Sacerdotes y seminaristas asesinados en la Diócesis de Ciudad Real en el Seminario Diocesano de nuestra ciudad

Podría dar detalles de todo este crimen con precisión, más aún tras mis casi veinte años de permanente investigación, pero solamente aportaré un dato como botón de muestra del odio que llego a masticarse en el ambiente revolucionario. Manuel Romero Sánchez Herrera en su libro Durandín, estampas de la Guerra Civil, nos dice en su página 74: “El número de víctimas en aquellos días se producían a docenas, a cientos, rematados todos con un tiro en la nuca. No había entierro, ni permiso o autorización para dar sepultura particular por los familiares. Una fosa común para todos los cadáveres: una gran zanja amparaba hombres, mujeres y jóvenes. A veces no daba tiempo, ni el lugar lo permitía, a llevar los cadáveres al cementerio, en cuyo caso existían pozos de huerta más o menos cercanos al lugar del crimen, se dedicaba de sepultura”. “Inesperadamente irrumpieron en el zaguán cuatro milicianos jóvenes que habían visitado el depósito; su atuendo caracterizado por pañuelo de colores a la cabeza, pregonaba pertenecer a la C. N. T. Uno de ellos, fuerte, bruto de aspecto, miró con desprecio a los sanitarios y dijo:

-Como esos que están en el depósito tienen que estar todos los señoritos; no siento más que no me habéis dejado pisotear la tripa del obispo y otros más.

Podrán darse cuenta de la situación de extrema violencia y terror a la que fue sometida Ciudad Real. Pero es aún más interesante el dato encontrado por mí y por casualidad en un periódico de tirada nacional extranjero, me refiero al Diario de Lisboa, que en su edición del día 8 de septiembre de 1936, publicó un periodista lo siguiente: “En Fernán Caballero, creo que así se llamaba el lugar de la monstruosa tragedia que voy a referir, subió al tren un numeroso grupo de milicianos armados con escopetas de caza. Yo no sé lo que pasó entonces. Una bruma sangrienta anubla mi cerebro cuando quiero referir este episodio de la Guerra Civil española que, como tantos otros, dilaceran la hermosa y antes dulce España.

Los recién llegados y los milicianos de la escolta empezaron a discutir, discusión trascendental de la que pendían catorce vidas.

Los socialistas procuraban disuadir a los asaltantes de sacar del tren a los religiosos. Invocaban el salvoconducto, las órdenes recibidas, la necesidad de proceder al interrogatorio de los presos en Madrid... Sin embargo los otros empeñábanse en hacerles apear. Una mujer vestida de miliciana, harpía monstruosa de esta escena macabra, besaba en un paroxismo sádico a uno de los milicianos, mientras gritaba: “Hay que matarlos...” No puedo describir con fidelidad los momentos  espantosos de esta escena. Recuerdo que Luis Seca, mi compañero de viaje, fijaba sus ojos dilatados por la horrible visión en la miliciana horrenda que repartía besos suplicando muertes. Vencidos al fin y temerosos de ser tiroteados, los socialistas de Ciudad Real cedieron. Los religiosos fueron lanzados al andén y, allí mismo, delante de todos, empleados, ferroviarios y pasajeros, sonaron tiros, imprecaciones, gemidos, hurras de alegría, gritos dilacerantes de sufrimientos... Las escopetas descargaron su metralla en medio de clamor estrepitoso de detonaciones y alaridos. Cinco minutos, treinta segundos, no sé... Un silencio imponente y asustador sucedió al ruido de antes. En el suelo yacían catorce cadáveres...

Uno de ellos quedó con vida y fue curado de urgencia por la hija del jefe de estación, muriendo luego en Ciudad Real.

Los cadáveres fueron reconocidos por autopsia exterior por el médico Pascual Crespo Campesino, así como sepultados sus cuerpos en el Cementerio de Fernán Caballero. En 1939 fueron trasladados al Cementerio de Ciudad Real  hasta que en el año 2000, fecha en la que por indicación e idea de este conferenciante, dada al Postulador de los Mártires, fueron exhumados los restos para su reconocimiento e identificación individual al estar mezclados en seis amplias cajas. Gran labor encomendada -por idea personal e inducción y mediación directa mía- al prestigiosísimo científico-forense-criminólogo Doctor D. Luis Frontela Carreras entonces Director del Instituto Universitario de Medicina Legal y CC. Forenses de Sevilla, Presidente de los Forenses Europeos y Coordinador del equipo de 389 forenses que trabajaron en la identificación de las víctimas del 11-M en Madrid.

Fruto del trabajo del doctor Frontela fue el impactante informe culminado el  20 de septiembre de 2000, con casi 300 páginas, y en el que en sus conclusiones definitivas arroja datos que son rigurosamente científicos y determinantes.


A los veinte años de concluida la Guerra Civil, empezaron a promoverse los procesos canónicos diocesanos de beatificaciones y canonizaciones en los grupos de religiosos asesinados: jesuitas, claretianos, hermanos de la salle, marianistas, pasionistas.

Mientras el régimen del Generalísimo existía, los procesos fueron enviados a Roma; allí permanecieron hasta que Pablo VI prefirió, equivocadamente, suspenderlos. Pasaron Juan Pablo I y, tras la llegada del Papa que vino del Este, se validaron uno a uno todos estos procesos por decisión personal suya.

Clero martirizado en la provincia de Ciudad Real.

Clero secular:

Obispo: 1

Clero diocesano: 16, de los cuales canónigos eran 4 y beneficiados 2. Párrocos o adscritos a parroquias, 9. De este cómputo téngase en cuenta que cuatro de ellos murieron asesinados en Madrid, uno de ellos en las famosas mundialmente conocidas siete grandes fosas de Paracuellos de Jarama (rvdo. Miguel Ruiz Pérez).

Capellán de obispo: 1

Clero regular:

Religiosos marianistas: 6

Religiosos claretianos: 27, de los cuales 17 eran seminaristas, 14 en Ciudad Real y 3 en Madrid. 9 sacerdotes, de los cuales en Ciudad Real fueron inmolados 3 y en Madrid 5. Hermano lego tan solo uno y en Ciudad Real (cementerio de Fernán Caballero).

Religiosos Jesuitas: 4, tres sacerdotes y un lego.

Operarios diocesanos: 2 uno en Ciudad Real y el otro en Castellón.

Pasionistas: 2, ambos en Carrión de Calatrava, del grupo de 26.

Total, 60 víctimas.

TIEMPOS DE LA JUSTICIA AZUL

El 1 de abril de 1939 expiraba la II República. La posguerra comenzaba a partir de entonces. Los jerifaltes rojos huyeron fuera de España; solo algunos decidieron quedarse en Ciudad Real. Algunas destacadas jerarquías como Francisco Cepeda, José Serrano Romero, Basilio Maestro San José, José “El Bocatortas” y César Romero Sánchez Herrero fueron prófugos ante la inminentes entradas de las tropas de la Revolución Libertadora, eludiendo sus responsabilidades intelectuales y materiales de crímenes contra la humanidad.

Esclarecer que hubo también víctimas inocentes entre los vencidos cuando se procedió en las auditorias de guerra en los ejecutamientos. Entre otros me constan que fueron dos: el doctor Pedro Sánchez Piedra, 5-VI-1939 ejecutado en las tapias de los religiosos marianistas y don Enrique Ors Sardina, ejecutado el 27-I-1940.


La represión llegó de inmediato. De los ejecutados previo proceso penal, fueron por ejemplo el doctor don Francisco Colás R. De la Sierra, Francisco Maeso Taravilla, Mariano Bartolomé Carrasco, más conocido por “El Bartolillo" o "El Duende Rojo”; Benigno Cardeñoso, de la F. T. T.; José Tirado Berenguer, Jesús Menchén Manzanares -sobrino carnal del deán José Jiménez Manzanares-, Camila Solís Bellón, Gregoria Erena Tortajada Marín, Milagros Atienza, Antonio Vargas y el alcalde Calixto Pintor Marín.

Ejecutados de facto y que fueron reconocidos incluso por sus compañeros y correligionarios como verdaderos "criminales de guerra", estaban entre muchos Antonio Maldonado Plaza, Agustín Vacas Moreno, Felipe Terol Lois, Antonio Plaza López y muchos más.

Las primeras ejecuciones habidas en Ciudad Real fueron efectuadas la madrugada del 5 de mayo de 1939, previas a indagatorias y auditorias de guerra, siendo ejecutados por miembros del cuerpo de la Guardia Civil, los declarados como “altos criminales de guerra”:

Jesús Alcázar García
Juan Aguilera Álvarez
Mateo Panadero Sánchez
Agustín Vacas Moreno
Antonio Jiménez Moreno y el médico Francisco Colás Ruiz de la Sierra.

El número de ciudadrealeños ejecutados asciende, según mis estudios, a 151 desde 1939 a 1944, siendo el último ejecutado fue el famoso Pelayo Tortajada Marín, detenido en la Francia ocupada por la Gestapo y entregado a las autoridades judiciales españolas.

Veamos: en 1939 fueron ejecutados, de mayo a noviembre, 103 sentenciados. El año 1940 son pasados por las armas treinta y dos ciudadrealeños. En el año 1941, ocho; en 1942, cinco; en 1943, dos, y en 1944, uno, ejecutado por garrote vil.

La Guerra Civil española tocó a su fin, eran tiempos de victorias y derrotas. El “Cara al sol” cantaba: “Volverán banderas victoriosas, al paso alegre de la paz”, pero no era verdad. Las posguerras son siempre tristes.

Hoy, a punto de entrar en el 2014 y cumplirse los 78 años del comienzo de la mayor de las desgracias y tragedias que alcanzó e hirió a nuestra nación, reflexionemos todos sin distinción de clases; políticos, apolíticos, intelectuales, biógrafos e historiadores, hombres de izquierdas y de derechas, religiosos y ateos.

Levantemos nuestra voz prorrumpiendo a los separatismos que nos acechan con no decisivo unánime y determinante. Pues queremos y ansiamos la Paz. Paz para nuestras regiones, paz para nuestros campos, paz para nuestra cultura, paz para cada uno de nosotros ancha y fecunda. Gritemos hasta quedar afónicos si es preciso, para decirle queremos paz, paz, paz dejadnos señores separatistas en PAZ. Paz, Piedad Perdón y Verdad. Termino  esta conferencia diciendo:

TODAS LAS GUERRAS SON, EN PRINCIPIO  UNA BARBARIE, Y UNA GUERRA CIVIL, ADEMÁS DE UNA BARBARIE EN POTENCIA, ES UNA ORDINARIEZ. PORQUE EL PUEBLO QUE LA PROVOCA Y TIENE QUE LANZARSE A ELLA PONE CLARAMENTE DE MANIFIESTO QUE HA MALOGRADO UNA DE LAS GRACIAS MÁS GRANDES RECIBIDAS POR LA HUMANIDAD DEL TODOPODEROSO: LA INTELIGENCIA Y UN LENGUAJE PARA ENTENDERSE.

Muchas gracias,

Liberto López de la Franca

[1] Entiéndase la diferencia entre fusilado y ejecutado. Fusilado es aquel individuo que es inmolado sin formación previa de causa jurídica, ejecutado es aquel que es inmolado previo proceso jurídico, y tras serle aplicada por un Tribunal, sea cual sea su naturaleza, Popular, Militar, Judicial Civil, Penal, a la última pena o pena capital.

[2] AHN: CGPCR, Pieza Principal. Caja 1027.

[3] Elementos que cobraban por matar, a pesar de ser destacados marxistas.



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