Quien inventó la Pandorga nunca pudo
imaginar el auge que tomaría con el devenir de los años; un auge que este 1994
que acabamos de vivir ha batido todas las marcas históricas que recuerde
memoria alguna.
Y es que la fiesta de la Pandorga,
felizmente recuperada por los años ochenta por animosos peñistas amantes de las
tradiciones de su pueblo y de sus gentes, se ha convertido en santo y seña
festivo de unos "culipardos " felices que esperan el último domingo
de julio como los agricultores, al menos los de antes, el agua de mayo.
LA
PROCLAMACIÓN
Pero como quiera que todo rito tiene su
principio y final, bueno es que principiemos por el principio, que otra cosa
sino, y vayamos desgranando todo lo que esta movida festiva depara a propios y
a extraños, que cada año acuden en mayor número a vivir este "húmedo
", por lo que se bebe por dentro y por fuera, y desenfrenado evento.
La cosa comienza a calentarse con la
proclamación del Pandorgo y de su dama, la Dulcinea, distinciones que este año
1994 recayeron en Luis Martínez Solís y Almudena Biedma. Preciosa ella y más bien
tirando a feo él, como deben ser estas cosas. Tuvo lugar en la Plaza Mayor y a
la misma asistieron numerosas personas, unas, las que más, de la casa, y otras,
llegadas de allende de las fronteras geográficas provinciales e incluso
autonómicas.
Luis Martínez, al que le impuso la
medalla de Pandorgo su antecesor, Vicente Calatayud, dijo que" me siento
orgulloso de ser "culipardo" y manchego, ya que la manchega es una
raza de gente sencilla y llana que ama sus tradiciones y costumbres, por lo que
le pido a la Virgen del Prado que nos haga solidarios y fuertes para luchar por
lo nuestro sin olvidamos de los demás".
Por su parte, Nicolás Clavero, el alcalde
ciudarrealeño, aseguró que " cada año tiene más auge la Pandorga y por ello
los grupos municipales han decidido que este año salgan también los toros de
fuego, pero mucho cuidado porque los de este año son de tilla ganadería muy
brava y si alguno se acerca demasiado a ellos podría llevarse una sorpresa muy desagradable".
Lo de los toros venía a cuento porque el
año anterior habían provocado algunos incidentes y este año los ediles capitalinos,
siempre preocupados por la salud de sus vecinos, querían eliminarlos del
programa festivo. Los jóvenes se negaron a ello y los del consistorio, al fin
siempre benevolos, accedieron a la petición. Pelillos a la mar y toros de fuego
a la calle, corridos afortunadamente gloriosos de presentación y colorido y sin
que dieran ningún tipo de derrote extraño, -si acaso algunas leves contusiones,
quemaduras de más o menos enjundia y fundamentalmente intoxicaciones etílicas, muchas
y variadas, pues tal parece que es el " leit motiv " de esta fiesta-o
pese a que los mismos fueron corridos por cerca de diez mil jóvenes y menos jóvenes.
LA
OFRENDA
Pero no todo es pagano y desmadradamente
bebible en la Pandorga ciudarrealeña, también tiene su lado litúrgico, habida
cuenta de que tras la proclamación del Pandorgo y de la Dulcinea anual, estos
en compañía de los pandorgos de años anteriores, representantes de las peñas y
de otros pueblos, grupos folklóricos, corporación municipal, invitados
especiales o no tanto y otros estamentos sociales, civiles y militares, todos,
o buena parte de ellos, ataviados con indumentaria típica o en su defecto
luciendo el clásico pañuelo de hiervas, realizan uno de los actos que cuentan
con más solera: un desfile hacia la catedral que culmina ante la Virgen del
Prado con la ofrenda de flores, frutos y productos del campo: Bonito y emotivo
acto, siempre secundado por el devoto pueblo llano y los curiosos que nunca
faltan a tales eventos festivos.
Acabado el acto, el Pandorgo convida a
"limoná" y "puñao" en la misma explanada que hay delante de
la catedral, o sea, en el Paseo del Prado. Y luego se inicia la fiesta en sí, con
bailes de los grupos participantes en el Festival de la Seguidilla, genuino
festival ciudarrealeño ya célebre en todas las latitudes y el baile popular en
la Plaza Mayor.
LA
PLAZA MAYOR
Es en la Plaza Mayor, -siempre hermosa y
carismática para los "culipardos", pese al destartalado estado en el
que el tiempo, los "gustos" arquitectónicos de algunos y, en fin, la desidia
de unos y otros la han ido dejando en los últimos años, donde se desarrolla el
fuerte festivo. Más que Plaza Mayor es un gran chiringuito repleto de chiringuititos
que se extienden por calles, pasajes, plazuelas y recovecos adyacentes y aún
más lejanos lugares.
Es la fiesta de la "priva" y tanto
dá que el buen Pandorga de tumo invite en mayor o menor proporción a la típica
limoná, ya que el que más y el que menos acude a la fiesta con la sana
intención de beber más que el otro, poniéndose morado de caldos propios y, fundamentalmente,
extranjeros,- tal es el poderío
colonialista que las otras tribus europeas, sobre todo las anglosajonas,
siempre ellas, han realizado en nuestras yermas tierras-, con escocés mezclado
con la invitable "chispa de la vida ", inevitable y poderoso invento
de la "yankilandia " feliz, por montera, y nunca sabrán, si no han
vivido in situ tal efemérides, hasta que punto lo de la montera es real como la
vida misma. Mozas y mozos, felices y mundanos ellos, llegan a tal situación etílica
que acaban arrojándose por la cabeza los" lingotazos " pedidos a los
sufridos "cámaras". Vamos, que la fiesta "pandorguera "
acaba convirtiéndose en pequeña ducha generalizada de al menos quinientas "pelas"
el remojón. Una auténtica delicia, con la escasez de agua que hay en estas
calendas manchegas. Claro, que por lo mismo, lo de la ducha limpiadora siempre
quedará un tanto condicionada.
Y es que la Pandorga es e o, una pura
fiesta bien humedecida, por dentro y por fuera, y con alguna que otra pelea de
machos o hembras que aunque no estén en celo acaban poniéndole el pellizco de
sal necesario.
J.B.
y DIAZ – PECO. Revista “Bisagra” Número 337, del 6 al 12 de agosto de 1994
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