Los primeros trabajos han revelado
dos artesonados originales del siglo XVI, uno en la zona del coro y otro en la
iglesia, así como unas pinturas de 1581 que son únicas y que se pretenden
recuperar. Restaurar el convento costará decenas de millones.
En el interior de los muros que han
acogido infinitas plegarias a Dios y que han soportado el paso de los siglos
afianzando la fe más férrea, se respira un ambiente de comunión y paz interior.
El convento de Las Terreras, tan conocido y tan desconocido para los ciudarrealeños,
ha sido refugio durante siglos de las Madres Concepcionistas Franciscanas y su
interior ha sido un misterio para el conjunto de la población pese a la
populosa plaza en la que se ubica.
Adentrarse en él, escudriñar sus entrañas, es un viaje al pasado, ya que su construcción se remonta al siglo XVI, sobre 1530, pero también es la forma de conocer la que ha sido una auténtica fortaleza de religiosidad mientras avanzaba la secularización de la sociedad. Un convento de clausura, cerrado a cal y canto, desde el que han visto pasar los años las monjas que han vivido en él hasta que en el 2009 se marcharon a Osuna las tres últimas hermanas concepcionistas que lo habitaron. Fue en marzo de 2023 cuando este imponente inmueble comenzó a albergar una nueva esperanza, ya que fue entonces cuando se materializó su compra por parte del Ayuntamiento de Ciudad Real por 2,2 millones de euros, un empeño de la exalcaldesa Eva Masías y una oportunidad para abrirlo a la ciudad con un uso gastronómico y enoturístico.
Para ello se dispone ahora de 1,5 millones
de euros de subvención europea, si bien la rehabilitación integral del edificio
supondrá una cantidad muy importante de dinero, decenas de millones de euros,
por lo que se actuará por fases. «Vamos a rehabilitar lo que podamos de la zona
de la iglesia y en la zona del patio que da al sur. Es lo primero que vamos a
hacer y, en función del dinero que se vaya teniendo, se continuará», expone
David García-Manzanares, director general de Urbanismo y quien acompaña a La Tribuna
en este recorrido por la historia y los descubrimientos que se han hallado en
este edificio, con 3.500 metros cuadrados construidos y una superficie total de
6.000.
«El convento se construyó sobre una
hacienda de Luis de Mármol, que era escribano de la Chancillería en Ciudad
Real, ya que en su testamento lo cedió a las beatas franciscanas de la Orden».
Su uso desde entonces ha sido como convento, pero ha ido teniendo «diferentes
adiciones y ampliaciones, y, en cada época, con su propio estilo», por lo que
es esa mezcolanza la que le concede un valor excepcional a este inmueble.
Sin embargo, el principal problema que
sufre este edificio es la humedad, que ha ido avanzando desde su abandono en
2009. Así, la principal zona en la que se actuará será en la cubierta, de cara
a su saneamiento y para evitar que la humedad siga extendiendo su red de
daños.
Un descubrimiento causal. La última
novedad en relación con este convento ha sido que durante los trabajos de
acondicionamiento y diagnóstico del inmueble se ha encontrado, «de casualidad»,
una bodega junto a la cocina y la zona del patio, que se utilizó poco después
como «vertedero» y que, «aunque puede parecer que no tiene ningún valor, todo
lo contrario, porque se fue sedimentando por capas y así podemos distinguir
cada época y reconstruir la vida del convento desde su fundación en el siglo
XVI».
Aparte de este nuevo hallazgo, hay
auténticas joyas arquitectónicas, como el artesonado de madera en la zona del
coro, de «alto valor patrimonial, ya que es original del siglo XVI y está en
muy buen estado. No tenemos algo similar en Ciudad Real», asegura. En esta
zona, además, se encontraron otra grata sorpresa: bajo la pintura blanca de las
paredes que en alguna época se puso, han aflorado unos frescos que datan de
1581, ya que están firmados con la fecha, «de un estilo manierista, de
ascendencia italiana, algo que no teníamos en Ciudad Real y, por tanto,
entendemos que los descendientes de Luis de Mármol hicieron traer a esos
pintores de Madrid». A la izquierda del ventanal en esta gran zona del coro
está representada en esos frescos la Santa Cena y a la derecha, el ascenso de
Jesucristo al monte Calvario cargando con la cruz.
Estas insólitas pinturas, expone
García-Manzanares, previsiblemente se extenderán por toda la sala, del mismo
modo que se han hallado en la zona del coro alto y también de la iglesia, donde
los problemas de humedades han dado lugar a la retirada de un zócalo de madera
que ha puesto al descubierto este tipo pinturas, de gran valor patrimonial. El
objetivo es su recuperación y su adecuada conservación.
Artesonado junto al altar. Del convento
de Las Terreras, que se conoce así por estar cerca de la Laguna de las
Terreras, destaca sobre todos los espacios la iglesia, de grandes dimensiones y
dividida en dos alturas. La primera, la zona del presbiterio, con techos que
parecen prolongarse para tocar el cielo y que culminan en un artesonado de
manera, también original del siglo XVI, pero en esta ocasión más deteriorado
por la humedad de la cubierta. «Hay que recuperarlo y dedicarle el cariño que
se merece». La segunda, una amplia nave con un falso techo de escayola, más
bajo y del siglo XIX, con dos zonas para ubicar imágenes religiosas a ambos
lados y en las que todavía se ven flores de plástico a sus pies, muestra del
cariño y la devoción de las religiosas de la congregación. En el suelo de esta
zona han aparecido «varias inhumaciones, algunas de restos infantiles», que se
desconoce de qué época y «entendemos que era un acto ritual».
El retablo, de madera y pintado en dorado,
resplandece. A pesar de ser de la segunda mitad del siglo XX, también tiene «un
alto valor patrimonial» y esconde otro secreto: oculta detrás otro retablo más
antiguo que, sin embargo, tiene menos valor cultural.
Y, una simple escalera, esconde otro
descubrimiento. Se hizo para acceder al coro alto y data de entre 1904 y 1906.
Su arquitecto es Sebastián Rebollar, el que fue el primer arquitecto provincial
y que puso su sello inconfundible a edificios como el antiguo casino, el
Palacio Provincial de la Diputación o el antiguo Banco de España. Se conservará
como la joya patrimonial que es.
De la celda a la enfermería. La vida en
este convento de clausura se refleja en cada uno de los espacios, donde todavía
se pueden ver imágenes de vírgenes colgadas en la pared. En la intimidad de sus
celdas, las religiosas se encomendaban a Dios. Con apenas un lavabo y una cama,
solo tenían por delante un ventanal que da a uno de los patios interiores.
Cualquier distracción sobra cuando la fe manda. En total, 13 celdas cuadradas
de reducidas dimensiones, si bien llegó a haber una veintena de hermanas que compartían
dependencias.
«Clausura» es lo que se puede leer en una
de las primeras estancias desde la que se accede al convento y, al lado, dos
«locutorios», donde las monjas recibían las visitas de familiares. No podían
salir, pero tampoco nadie podía entrar a este edificio reservado a la
religiosidad más intensa.
Una prueba de ello son las dependencias de
la enfermería. Hasta la salud se atendía dentro de los muros del convento. Se
divide en cinco salas y es como «una cápsula del tiempo», para viajar en este
caso hasta los años 50, cuando se hizo una reforma que sacó a la luz los
característicos azulejos verdes, las camas con cabecero de hierro o los
radiadores de forja, mientras que en el baño se acometió una reforma
posterior.
Por último, las cocinas, con varias salas
en las que se ha recuperado el solado de baldosas de barro cocido y un hueco
que estaba «completamente cegado» y que ha aflorado al puro estilo «cocina
americana» para conectar la cocina con el exterior.
«Este convento ha ido teniendo vida y lo que tenemos es una mezcla de distintas fases, donde podemos encontrar desde el punto de vista arquitectónico zonas renacentistas con otras barrocas, con otras más propias del siglo XX y, algunas, a pesar del ser del siglo XX, tienen un valor importante, y eso es lo más interesante, porque es un edificio con vida, no se ha quedado estancado», resume García-Manzanares, hasta que la rehabilitación saque a la luz nuevos descubrimientos en este convento que sigue siendo un enigma para el conjunto de la ciudad.
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